viernes, 27 de abril de 2007

¿YA SOY MARATONIANO?



Paso por el kiilómetro 25. Archivo de Runner's World. ( Pinchar para ampliar)














Como se puede comprobar, son muchos los kilómetros en los que Mario y yo marchamos juntos, obteniendo de él una buena información de los distintos sitios por los que pasábamos.



Pasados ya los fastos y ese elixir especial que te concede el haber hecho un maratón, no es mal momento para analizar las diversas circunstancias físicas y mentales por las que atraviesa un corredor popular cuando encara los 42 kilómetros. Pero antes de todo no quiero dejar de aprovecha la oportunidad de agradecer enormemente vuestros comentarios celebérrimos aquí en este espacio virtual, así como las muy distintas muestras de satisfacción mostradas por amigos, familiares, compañeros de trabajo, etc., ante esta aventura que un día decidí emprender de correr un maratón, el de Madrid, en partícular.
No hace mucho reconozco que -como bien dice Jose- nada quería saber de esta prueba. Cuando leía en revistas especializadas acerca de los planes de entrenamientos y consejos para afrontar con garantias este duro reto, solía pasar raudamente esas páginas porque comprendía que no iban conmigo. Yo era (soy) un corredor popular, sin otra pretensión que no sea la de disfrutar corriendo y sumergirme en este maravilloso mundo de las carreras a pie. Nada de afrontar 42 kilómetros, a lo sumo los 21 de la media maratón, prueba en la que me encuentro muy cómodo. Además, resulta que mi morfología física cuando comencé a correr no era la propia para este tipo de pruebas. Bien saben quienes me conocen el cambio que he tenido que provocar a base de entrenamiento para poder llevar a cabo la actividad de correr a niveles que te alejen del coche escoba. Muchas son las tallas perdidas -alguién de mi entorno me dijo alguna vez que le encantaba que perdiera peso ya que mi vestuario era de su agrado-; muchos los hábitos cambiados -lo saben bien mis amigos más próximos- y muchas las explicaciones dadas acerca de que la disminución de peso no se debe a enfermedad alguna o dietas de la tienda en casa. En fín, todo un largo recorrido para cumplir una de las cosas que más me gustan de este mundo: correr.
Continuando con el argumento inicial, ahora que han transcurrido varios días y es posible reflexionar con más objetividad, puedo estar en disposición de afirmar dos cosas básicas: nadie debería de llevar a cabo un maratón sin el enrenamiento previo y sin contar con la experiencia, al menos, de haber cumplimentado de seis a siete medios maratones y un sin fín de carreras más cortas; en segundo lugar me atrevería a decir su contrario: que toda persona que se lo proponga puede llevar a cabo un maratón, sin que sea conveniente estar pendiente de tiempos concretos. Ahora bien, para llevar a cabo ese cometido un corredor debe de comenzar a forjarse como tal durante un tiempo aproximado de dos años - si no ha corrido nunca - o un año si es un corredor incipiente.
Por lo demás, tal y como dice Juan, un corredor popular entrenado no tendrá problemas aeróbicos para llevar a cabo esta distancia, sino que sus problemas estarán más en la resistencia muscular y en la incógnita mental.
En Madrid, efectivamente, no tuve problemas para poder respirar perfectamente, incluso en los últimos kilómetros. Es más, mi paso por la media maratón fue cómoda y la llegada al kilómetro 34, aproximadamente, la hice sin grandes problemas, incluso a un ritmo inferior a 5 minutos el kilómetro. El problema surgió, efectivamente, cuando la musculatura -sobre todo del vasto interior- comenzó a "resquebrajarse", estresada del impacto continúo a lo largo de 3 horas y es ahí donde comienzan los apuros. Además, si el muro es algo terrible en los corredores de élite, en los populares se convierte en una montaña, toda vez que acabadas las reservas de glucógeno, cuesta -porque no está entrenada- que la mente encuentre energía en los lugares donde pudiera haberla, nórmalmente, en lugares donde se encuentra depositada mayor grasa. Esa transicción es muy dolorosa, pero es superable con entrenamiento adecuado.
Como decía en el comentario de la prueba, al terminar MAPOMA me dije que no haría más un Maratón, si bien hay que considerar que comencé en uno de trazado bastante duro. Sin embargo, hoy estoy convencido que habrá un segundo. No obstante, ahora volveré a disfrutar de las carreras del Circuito de Diputación de Granada, de mis entrenamientos y, por supuesto, de medias maratones que vayan surgiendo en el calendario.

martes, 24 de abril de 2007

30º MARATON POPULAR DE MADRID


La portada que ilustra el Maratón de Madrid de 2007 muestra a un corredor que señala al cielo con una mano, mientras que con la otra intenta enjugar sus lágrimas. Aunque no se muestra, se deduce que acaba de llegar a meta. Justo a la derecha se muestra otra fotografía de dos chicas que corren sonrientes, por lo que deduzco que acaban de iniciar su carrera. Bien podrían ser estas dos fotografías antagónicas, el resumen perfecto del estado de ánimo en el que te involucras cuando corres una maratón. En mi caso el Maratón de Madrid.

Madrid es una ciudad mítica, mediática y popular. Y seguramente sean esos los ingredientes básicos que hacen de su maratón uno de los más seguidos del Estado. Unido a todo esto hay que destacar la veteranía en la organización y todo ese amplio espectro de detalles organizativos que hacen que esta prueba sea enormemente atractiva para el corredor ya que se siente verdaderamente protagonista. Me decía un amigo que debía ser impresionante cómo los grandes hitos referenciales de la ciudad – Puerta del Sol, Calle Mayor, Palacio Real, Torres Kio, etc.- presiden tu paso. Y es cierto, cuando lo vives, es algo espectacular.

Pero hay que decirlo: el trazado del maratón de Madrid es duro, muy duro. Lo decía horas antes Martín Fiz y la organización no lo ha negado en ningún momento. Por tanto, nadie debería de pensar que va a correr una carrera llana. En todo momento el trazado se convierte en un rompe piernas, llegando a ser en los kilómetros finales un verdadero calvario, particularmente –como relataré- entre el kilómetro 32 y 38 aproximadamente y una subida dura entre el 39 y el 40. De ahí que aconseje que nadie debiera de correr el Maratón de Madrid si no tiene clara su fortaleza física, particularmente, para afrontar esos kilómetros finales o vaya escaso de entrenamiento..

Mucho había leído acerca del muro y de que el maratón comienza verdaderamente en el kilómetro 30, si bien todo este tipo de cosas las relativizas por no haberlas vivido directamente. Consideras que son datos que escapan a la objetividad. Pero hoy puedo afirmar rotundamente que los expertos no se equivocan. Así que corroboro totalmente ambas afirmaciones ya que de ambas he tenido experiencia como luego relataré.

Terminé el Maratón de Madrid con el convencimiento de que no volvería a hacer ninguno más, particularmente cuando Mario y yo a la llegada pretendíamos sentarnos y no encontrábamos la forma ya que nuestras piernas las sentíamos como vigas. Pero llegas al hotel, te duchas, sales a la calle dolorido pero al mismo redivivo, tomas una Heineken en el primer bar que te encuentras, tomas otras mientras esperas el transporte de regreso a Granada, hablas con amigos y con familiares, montas en el autobús, te acomodas, conectas el Ipod mientras pasan raudos los edificios a ambos lados de la M-30, abres el periódico, y entonces, de forma distraída observas un folleto de los muchos que traes en el equipaje que reza: Maratón de Sevilla y te quedas mirando fijamente la ficha, el recorrido, los regalos y te dices cuando aún no has llegado a Valdemoro: “podría comenzar a entrenar en octubre”. Y es entonces cuando sabes que las endorfinas están ahí, más vivas y presentes que nunca, haciéndote olvidar el sufrimiento de los últimos diez kilómetros, y te dices: “chaval no tienes arreglo”.


Posibilitar que puedan correr 11.500 corredores exige un gran esfuerzo organizativo y humano, pero es algo que Madrid asume con compromiso y eficacia si consideramos los visto. La entrega de dorsales, la fiesta de la pasta, la propia organización de la carrera, con todo lo que eso conlleva, así lo atestigua. De manera que todo es grande en esta carrera.

Al llegar al Hotel Convención encuentras una inscripción en la entrada en la que se lee “Maratón de Madrid 2007”, y compruebas que todo dentro del recinto está referido a este evento, existiendo en todo momento un constante trajín de corredores que van y vienen. Incluso los alrededores del Hotel, situado en la exclusiva calle O’Donnel ofrece un panorama muy maratoniano.

En la planta en la que me ubican es difícil toparse con alguna persona ajena al maratón. Por el contrario existen maratonianos de toda condición y pelaje, venidos desde todos los rincones de España, siendo también destacada la presencia de muchos corredores extranjeros: comprobé la presencia de italianos, franceses, belgas, holandeses, alemanes, argentinos y de un sinfín de nacionalidades. Es una babel atlética. Además, comprobar la presencia de un maratoniano no es difícil dada su – nuestra – morfología cuando se llega a este estadio de entrenamiento: gente delgada, principalmente, con una delgadez muy característica de los corredores de fondo, que viene a ser como una seña de identidad que nos identifica.

Que todo estaba perfectamente organizado lo demuestra la fluidez en las distintas colas tanto para recoger el dorsal como la bolsa del corredor. La innumerable presencia de voluntarios posibilitaba que el corredor – al que se mima y protege – no sufriera tediosas esperas. Todo iba a un ritmo muy razonable. También ha sido un acierto la organización de la Expodepor y la feria de la Pasta. En esta última di buena cuenta de un buen cuenco de pasta y en aquella pude comprobar cómo los stands montados estaban totalmente dedicados al corredor, tanto en cuanto a material deportivo como a cuestiones relacionadas con la fisioterapia y productos específicos. Particularmente interesante la oferta de suscripción de la revista Runners y la tienda de MAPOMA. De sendas promociones me beneficié gustosamente, así como la dedicatoria del francés Serge Gerard, el único corredor que ha corrido los cinco continentes, que firmaba en el stand de Mizuno. Al preguntarle jocoso para cuando su próxima vuelta al mundo, éste sonrió divertido.

Acabado todo este recorrido con algún resuello dada la enormidad de los pabellones, opté por tomarme la tarde libre y visitar lugares emblemáticas de la capital, particularmente el sugestivo Madrid de los Austrías, del cual ya disfrutaba leyendo a Quevedo, mucho antes que la zaga Alatriste surgiera. No obstante, Madrid es enormidad por lo que intentaba en todo momento no cansar demasiado las piernas e ir ingiriendo productos y líquidos que fueran llenando las reservas de glucógeno, a pocas horas de la salida del Maratón.

Jose y quien esto suscribe no tuvimos la oportunidad de vernos dadas las distancias que separaban nuestro hoteles respectivos, así como la imposibilidad de vernos en la salida, dado que él se situaría en el cajón en torno a las tres horas y yo en el de las tres horas y media, aproximadamente. No obstante “nos marcamos” por teléfono durante estos dos días.

Por la noche, en los alrededores del hotel podían observarse grupos de corredores intentando buscar restaurantes que dispensaran pasta, el producto estrella en estas carreras, así que los pocos que dispensaban este producto como era de esperar se encontraban atestados. Finalmente pude encontrar algún sitio libre muy cerca del hotel, donde me dispensaron pasta y también proteína en forma de solomillo por lo que entendí que los “depósitos” deberían ya estar lo suficientemente llenos para correr 42 kilómetros a ritmo aproximado de 5 minutos el kilómetro. Lo demás lo aportaría el desayuno en torno a las 6 de la mañana.

Cuando bajé al comedor, algunos atletas africanos subían para sus habitaciones con naranjas y plátanos en mano, y pensé que a esas horas – en torno a las 6,15 – el comedor aún no contaría con mucha presencia de corredores. Craso error: estaba totalmente atorado. Sin embargo, no fue nada difícil poder tomar los alimentos que deseaba tomar, acompañados en todo momento de un par de cafés.

Por tanto, a eso de las siete me dirigí de nuevo a la habitación del hotel para iniciar los necesarios y siempre repetitivos ritos que llevamos a cabo casi solemnemente todos los corredores. A las 8,15 había quedado con los compañeros de club Luis y Manu, para dirigirnos a la zona de salida.

En la bolsa Adidas llevaba dos artículos de cada prenda necesaria para correr, y tuve claro desde el primer momento que correría con el pantalón técnico Adidas de color gris y, por supuesto, la camiseta de competición de Caja Rural; también sabía que correría con el buff de micro fibra a tipo de pañuelo, pero en lo demás dudaba: qué gafas utilizar, qué calcetines ponerme ¿los calcetines guante o los largos hasta la rodilla? Sin embargo la duda que más tiempo tardé en resolver era con qué zapatilla correr, ¿con las Asics Lhandret o con las Adidas Supernova? Así que me probé ambas y pisé fuerte e intensamente, decidiéndome finalmente por las primeras. Ya sólo faltaba aplicar la necesaria vaselina en las zonas de mayor rozamiento, la crema para los pies y la ingesta de los últimos sorbos de agua.

A las 8,15, Luis, Manu y quien esto suscribe nos marchamos animosos por calle O’ Donnel, en dirección oeste, hasta llegar a la salida en el Paseo de Recoletos donde el ambiente ya era enormemente festivo y la presencia de corredores portentosa. Grupos de corredores haciéndose la foto para la eternidad, corredores haciendo cola en los urinarios portátiles, corredores bromeando con corredores... y todo ello embadurnado por ese clima de alegre espera que siempre rodea a una carrera. Me sitúo entre el “cajón” señalado por un enorme globo de Corricolari portado por un corredor, que señalaba las 3 horas y media y el que señalaba las 3 horas 45 minutos. Mis previsiones se demostraron muy correctas.



LA CARRERA

En una carrera de 11.500 participantes sales andando, si bien lo importante es estar corriendo ya cuando pasas por la alfombra de salida. Y así fue, aunque en un principio no lo tenía claro. Como bien me comentó Jose, no estaba muy lejos de la salida, ya que tan sólo transcurrieron apenas 3 minutos desde que comencé a andar hasta que pasé por la alfombra.

Los primeros kilómetros siempre son de “basura” con constantes obstáculos humanos, si bien la generosa anchura del Paseo de la Castellana posibilitó tener el suficiente espacio vital, si bien intenté concentrarme en adoptar un ritmo constante desde los primeros kilómetros, teniendo la mente más en el “futuro” de la carrera que en el momento presente. Los primeros cinco kilómetros están situados justo en las Torres Kio, aquéllas que estuvieron en el centro de una época especialmente convulsa de España, salpicada por los primeros conatos de corrupción. Retengo en la mente al paso por este monumento a la estulticia financiera el gran manto de sombra que ambas proyectan, oscureciendo la zona de paso. No pude evitar recordar también la fenomenal película de Alex de la Iglesia, protagonizada por Santiago Segura, el día de la bestia, en la que la proverbial imaginación del director español otorgó a la forma de las torres una señal diabólica que anunciaba el fin del mundo. A pocos metros de allí, justo en el momento en que doblamos en dirección oeste, es posible contemplar los nuevos monumentos a la estulticia más reciente: la del pelotazo urbanístico, en el solar que ocuparan los recintos deportivos de la ciudad deportiva del Real Madrid. En su lugar surgen varias torres que pretenden pugnar con las de Kio y que simbolizan la prolongación del Madrid moderno. Estas torres en construcción fueron conocidas por el gran público durante los actos de homenaje dedicados a la selección de baloncesto tras obtener la medalla de oro en las campeonatos del mundo de baloncesto en Japón, celebrada y retransmitida en directo desde la Plaza de Colón. Se contemplaba cómo en el último plano del televisor ardían de manera espectacular, sin que afectara, por lo que se ve, ese incendio a su estructura.

Es en esa zona cuando coincido con Mario, paisano y amigo de este blog, con el que había entrenado un par de veces por la Vega de Granada. Desde ahí formamos pareja atlética durante todo el recorrido prácticamente, convirtiéndose en un guía de lujo, ya que al vivir y trabajar en Madrid me pudo ir explicando los distintos lugares por los que pasábamos. Por el conocí el paso por el barrio del Pilar, uno de los barrios más septentrionales de la capital y la entrada en los inmensos espacios verdes de la Ciudad universitaria de “La Complutense”, situada en la parte noroeste de la ciudad. En la avenida del mismo nombre, estábamos ya en el kilómetro doce y medio y nuestro ritmo suave, unos cinco o seis segundos por debajo de cinco minutos el kilómetros, nos permitía poder ir comentando aspectos de la zona por la que pasábamos, sin que en ningún momento sintiéramos cansancio. Un poco antes del kilómetro 15 entramos en la zona de Moncloa, punto en el cual la carrera vuelve a reentrar en dirección al centro de Madrid, pasando por la calle Feraz y Bailén. Es en esta zona en la que encuentras un Madrid iluminado con una luz muy especial, tal y como percibió Francisco Umbral cuando llegó a la ciudad desde su Valladolid natal. El paso por el Palacio Real, muy cerca del kilómetro 17 te ofrecía la posibilidad de pisar un Madrid decimonónico y eterno, lugar donde el poder no atribuido al pueblo aún se solapa con el verdaderamente soberano consagrado en la Constitución; lugar también donde el dictador elevaba su mísera voz cuando trataba de arengarse a sí mismo ante la muchedumbre en la Plaza de Oriente. El paso estaba repleto de güiris que aplaudían, seguramente sin saber muy bien que estaban asistiendo a uno de los maratones más populares del país. Enseguida se gira hacia la izquierda y se accede a la calle Mayor, a un Madrid que da entrada a otro Madrid, el de los Austrías, ese que tan bien ha retratado Pérez Reverte con su saga Alatriste; un Madrid antiguo y golfo, por el que siempre me ha gustado deambular de la mano de literatos como Quevedo. La calle Mayor tiene algo de pendiente pero no es apreciable, de manera que sin apenas concebirlo nos topamos con la Puerta del Sol, símbolo por excelencia de nuestras nocheviejas más ancestrales, una de las cuáles pudimos disfrutar no hace mucho.

Íbamos camino del paso de la media maratón y mi organismo se encontraba completamente incólume ya que el ritmo no era superior al de un entrenamiento tranquilo, en torno a 4,50 minutos el kilómetro. Ascendemos un poco por la calle Alcalá y llegamos de nuevo al entorno del paseo de Recoletos, lugar del que salimos unos diecinueve kilómetros antes. En un par de kilómetros pasaremos por la mitad del recorrido, la media maratón situada en la calle Juan Bravo que presenta un aspecto agradable y festivo. Un poco antes nos habían obsequiado con la sugestiva música de Vangelis, “Carros de fuego”, banda sonora de la película del mismo nombre, basada en la vida deportiva de dos atletas rivales. En ese momento mi cronómetro parecía haberse detenido y presto más atención a su mecanismo que a esa música totalmente idónea. Sinceramente, me hubiera gustado haber disfrutado mucho más de ella, pero no pudo ser, ya que me interesaba sobremanera no perder el control del tiempo de paso por referencias concretas. La media maratón la pasamos con mucha comodidad en un tiempo bastante discreto: 1,43, más de seis minutos por encima de mi marca en esa distancia, tiempo que considero adecuado, si bien mi intención era no pasar por debajo de 1,45.

Superada la media distancia, encaramos la larga y picada calle, paralela a Castellana, Príncipe de Vergara. Se trata de una calle que consta de unos 4 kilómetros, y a pesar de que no sufro en ella, es notable que tanto Mario como yo notamos su pendiente, algo que particularmente detecto y bajo, un poco el ritmo, toda vez que mi evolución en las cuestas no suele ser muy brillante y se me cargan demasiado las piernas. Así que le comento a Mario que voy a bajar un poco el ritmo de forma consciente. Cuando acaba esta calle ya nos encontramos en el kilómetro 25, sin que el ritmo supere aún los 5 minutos el kilómetro. Son calles muy anchas y la organización previendo el déficit de público opta por contratar músicos que estruendosamente animan nuestro paso. Fue posible contar con la presencia de cantantes de jotas, gaiteros, y bandas de muy distinto pelaje. Son esos motivos los que hacen grande una maratón.

Sé positivamente que voy camino del kilómetro 30 y que será en ese momento cuando comenzará de veras la prueba, dado que, además, jamás he superado esa distancia corriendo, así que procuro en cada uno de los avituallamientos hacerme con un botellín de agua y cumpliendo los cánones bebo dos o tres tragos e inmediatamente lo arrojo. En torno al kilómetro 25 opto por tomar una pastilla de glucosa pero siguiendo el consejo de Mario la acabo arrojando porque sus efectos no son inmediatos y es posible que haga el efecto contrario si no estás acostumbrado a tomar en carrera. Así que muy cerebralmente decido no tomar ni tan siquiera isotónico en los avituallamientos, sólo agua. Pasada la calle Príncipe de Vergara entramos en otra calle de similares características, que oscila entre el kilómetro 26 y el 30 aproximadamente. Se trata de la calle Arturo Soria. Esta calle presenta un trazado bastante suave y no encuentro dificultad alguna en superarla a una media de cinco o seis segundos por debajo de los cinco minutos el kilómetro. Incluso, nos encontramos con la sorpresa que en la nueva penetración en otro tramo de la Calle Alcalá - una de las calles más larga de Madrid -, nos esperará un tramo de unos dos kilómetros dotado de una pequeña bajada. Pero ya no habrá mas tregua. Comienza el verdadero Maratón de Madrid.

Hasta el kilómetro 32, este corredor disfruta de buenísimas sensaciones, llegando a sentirse eufórico cada vez que miraba el reloj. A ese ritmo consideraba factible parar el tiempo en la meta en torno a las 3 horas y 25 o 27 minutos. El razonamiento era fácil: encontrándome al principio del kilómetro 33 con un tiempo en torno a las 2 horas y 41 o 42 minutos y considerando que en los 10 últimos kilómetros emplearía a lo sumo 49 o 50 minutos, la idea de bajar de 3 horas y media estaba a mi alcance. Pero esa es la grandeza y la miseria al mismo tiempo del correr. Conoces lo que has hecho hasta ese momento, pero es imprevisible lo que puede suceder en los siguientes metros. Así que con la moral de un neófito a pesar de ser consciente de haber bajado algo el ritmo, me dispuse a correr esos últimos diez kilómetros como si se tratara de una carrera corta del circuito, o bien, un mal entrenamiento de uno de mis circuitos por la Vega de Pinos Puente. Pero es entonces cuando esta mítica prueba te mira a la cara y te sonríe burlonamente. Así que comprendes de repente que esos 10 últimos kilómetros que quedan hasta el 42, se parecen a esos 10 kilómetros de tu bucólico recorrido por la Vega, igual que un huevo a una onza de chocolate, y despiertas de pronto ante la tragedia que tienes delante de tus ojos. Tampoco cuentas con que es justo por esos lares cuando la organización ha querido incluir una de las pendientes más picadas de todo el recorrido en la Avenida de Arcentales. Además, el calor en ese momento es algo más consistente, y para colmo aún no sabes –aunque lo presientes- que tienes por delante el muro, el cual no tarda en llegar.

Observo cómo no soy víctima de pájara alguna, pero la mente no va ni las piernas tampoco. La subida no cesa y comienzo a ver a muchos corredores que optan por parar y estirar en los bordillos de las aceras unos y otros continuar andando. Por los gestos del numerosos público comprendo que son los momentos más dramáticos de la carrera, así que bruscamente observo que muchos corredores buscan a voluntarios que porten reflex en la mano, al tiempo que otros son atendidos de mareos o lipotimias en las aceras. A simple vista puede parecer que narro un panorama dantesco propio del campo de batalla, pero esa narración es fiel a los hechos vividos. Es el momento que había observado en películas y documentales, en los que se observa a corredores destrozados, las calles totalmente mojadas, los corredores empapados de sudor y agua, y muchos de ellos procurando andar reticentes. Así que temiendo lo peor bajo ostensiblemente el ritmo a unos seis minutos el kilómetro, contándome alzar los pies del suelo.

Miro obsesivamente las pancartas que anuncian los kilómetros y compruebo con sorpresa que aún estamos en el 35. En condiciones normales, los 7 kilómetros restantes saben a muy poco, pero en las circunstancias del maratón esos 7 kilómetros son una pesadilla. Es entonces cuando un fuerte dolor en el muslo interior izquierdo casi me deja sin respiración. Sin duda, estaba intentando superar el muro y el cuerpo y la mente se estaban revelando a marchas forzadas. Es cuando todo tu ser te dice casi a voces que emules a otros corredores y te detengas, pero sé cómo funciona mi esquema de valores y comprendo que no lo haré, a no ser que el persistente dolor muscular vaya a más, algo que veía como muy posible. Asustado ante tamaña idea bajo aún más el ritmo y acudo con ansiedad a una chica voluntaria para que me aplicara reflex. Ésta presta y ágil apuntó con el aerosol a la zona que le indicaba, al tiempo que aplicaba un corto pero intenso masaje que sorpresivamente hizo que desapareciera el dolor por completo. Sabía que volvería a reaparecer pero también que ya me encontraba en el kilómetro 39. Son momentos de caos y confusión. La estampa era épica: muchísimos corredores andando y otros muchos atendidos que los voluntarios que no daban a vasto, al tiempo que los muchísimos espectadores formaban un minúsculo pasillo muy similar al que atosigan a los ciclistas cuando suben el Tourmalet o l’Alpe d’Huez. Pareciera que lo más selecto y animoso de todos los espectadores que nos han acompañado a lo largo y ancho de Madrid estuvieran concentrados en esos escasos tres o cuatro kilómetros que conducen a la meta en el Retiro. Sus fervorosos y pasionales gritos de ánimo son tan contagiosos, que después en la meta comenté a Mario que creo que son los verdaderos artífices que consiguieron que corriera dos kilómetros agónicamente. Ellos te llevan en volandas a la meta, porque es tan intensa su devoción que no quieres pensar ni tan siquiera en fallarles. Estoy buscando el kilómetro 41 pero no lo veo, sólo a un público enfervorizado. Y ya no puede fallar. No he venido a Madrid ni he llevado a cabo tres meses de entrenamiento específico para detenerme a falta de un kilómetro y algo. Además me movía enormemente poder dedicarle la llegada a dos seres queridos que ya no están entre nosotros, pero el dolor en el muslo volvía a reaparecer, así que antes que buscar más agua decidí que mis ojos se centraran en algún voluntario con reflex en la mano. Y allí estaba la chica que me salvaría. Ésta no sabía a donde acudir, ya que éramos muchos los que hubiéramos dado nuestra vida y nuestra escasa hacienda por unos milímetros cúbicos de árnica. Le señalo la zona y me suelta una buena cantidad de líquido milagroso que me permite afrontar el último kilómetro, si bien sigo sin ver el 41. El público nos dice que ya no queda nada y, efectivamente, entramos en el Retiro por la entrada del principio de O’Donnel y comienzo a ver los primeros arcos publicitarios, sin saber exactamente cuál sería el definitivo, “el de Adidas, el de Adidas”, gritaba el gentío, algo que se agradece ya que el primero de ellos es rojo – de cervezas Mahou- idéntico al del Circuito de Diputación de Granada, y la mente en esos momentos se alía con cualquier diablillo que sea capaz de seducirla mínimamente. Pasamos este arco, pasamos otro de Telefónica y finalmente el tercero – el de Adidas- ya indica la meta, la cual atravieso alzando dos veces el dedo índice al cielo.

Ya he llegado. Ya soy maratoniano. El tiempo –quizá era lo de menos en ese momento-: 3 horas, 39 minutos y 48 segundos, empleando casi una hora en los últimos diez kilómetros, algo que intentaré ocultar a Emilio.

La primera idea que pasó por mi mente cuando llegué a meta -he reconocer con sinceridad- fue: “no vuelvo a correr más un Maratón” algo que también me pareció ver reflejado en la cara de Mario, que había llegado tres segundos antes. Cabizbajos nos dirigimos ambos a la zona de refresco, buscando obsesivamente alimentos y bebidas para recuperar, de la bolsa que nos había sido entregada. “Parecemos las muñecas de famosa” pronunció Mario; y era cierto, ya que no era posible ni tan siquiera sentarnos dada la rigidez de las piernas.

Pasaron los minutos, pasaron las horas y aún veíamos corredores llegar. Comíamos, bebíamos e intentábamos recordar los momentos más duros o más determinantes. Sabíamos que las dos cuestas últimas habían sido terribles, de forma que en un maratón más llano, tal vez, hubiera sido menos traumático, pero esto es Madrid y merece la pena todo ese sufrimiento para poder correr aquí.

Ya en la ducha del hotel comprobé que había llamado Jose conocedor que el debut en esta prueba se convierte en un sublime acontecimiento. Posteriormente me indicó que había mejorado su tiempo, deteniendo el reloj en ¡algún minuto por debajo de las tres horas! “Increíble Jose”, le solté. “También lo es tu primer maratón en el tiempo en que los hecho, cuando hace muy poco ni tan siquiera querías ni hablar en hacerlo”, me vino a decir. Llevaba razón. Posteriormente llamó Mati, que había calculado que ya haría tiempo que habría terminado. “No te creas, aún están llegando corredores”, le dije.

Cuando dejé el hotel y salí a las calles madrileñas, estando el día claro y veraniego como llevaba meses sin ver, busqué donde tomarme una merecida Heineken para comenzar a saborear lo hecho. No sabía muy bien que significa lo que había hecho, pero sabía que era algo muy peculiar.

Una vez en al autobús VIPS de vuelta, cómodamente sentado, escuchando la Banda Sonora de Los Chicos del Coro y leyendo el periódico, intenté valorar objetivamente si lo que había hecho merecía la pena. Sabía que no hace mucho estaba muy distanciado del maratón, y ahora era uno de esos locos que corren 42 kilómetros de una tacada. Lo importantes es que me sentía satisfecho conmigo mismo. Eso era lo que contaba.

Por último, vuelvo a destacar la enorme organización de este evento y el gran número de voluntarios, así como el esfuerzo mostrado en la bolsa del corredor, repleta de motivos y detalles publicitarios, desde revistas hasta desodorantes, pasando por barritas energéticas o glucosa. Muy destacable la camiseta de competición verde, marca Adidas conmemorativa del 30 aniversario del Mapoma y los dos trofeos entregados: uno de metacrilato de diseño muy refinado y una medalla dada en la bolsa a la entrada en la meta.

lunes, 23 de abril de 2007

MARATON DE MADRID


Una breve nota para agradeceros vuestro interés por mi debút en la mítica distancia del maratón, que me habéis expresado a través de Internet o a través de teléfono. Como bien dice Paco Montoro, ya soy maratoniano. Terminé convencido que no volvería a hacer ninguno más, pero os aseguro que se me pasó pronto.
Estoy trabajando para hacer una crónica amplia de esa amalgama de sensaciones experimentadas en mi primer maratón, ya que es un motivo irrepetible y extraordinario. Espero tenerla colgada esta noche o mañana. Os espero aquí para que "corramos" este maratón de nuevo por medio de la lectura de mi impresión y sensaciones antes, durante y después de la carrera.

domingo, 15 de abril de 2007

FINAL DE LA CUENTA ATRÁS


Esta semana, bastante pacata en escritura - como habréis comprobado-, en absoluto ha sido escasa de rodajes y entrenamiento de calidad, llevando a cabo ya los últimos retoques que nos afinen lo máximo posible para la gran cita del domingo 22. Pero vayamos por partes.
En primer lugar, he decidido restringuir -en unos diez- el número de kilómetros con relación a las semanas pasadas. Además, también he optado por suprimir la tirada larga, intentando en todo momento no superar los dieciséis kilómetros de rodaje. Además, me ha parecido oportuno dejar varios días de intervalo en el entrenamiento para dar descanso a las piernas.
El entrenamiento propiamente comenzó el miércoles, optando por dejar dos días de descanso tras la larga tirada de 30 kilómetros del domingo pasado. Sin embargo el miércoles -día lluvioso en Granada- opté por hacer un circuito de unos siete u ocho kilómetros por los alrededores de mi residencia, buscando particularmente poner a tono las piernas para hacer algunas series, técnica de carrera y rectas. El lugar elegido para el entrenamiento de calidad ha sido una zona nueva, dentro del barrio donde resido, y que consta de unos cuatrocientos metros en los que es posible correr por tierra apelmazada, lo suficientemente blanda como para llevar a cabo las siempre agresivas series. Todo fue ejecutado bajo una apremiante lluvía, y tal como hoy comentaba a Emilio, momentos hubo en que olvidé la lluvía ya que para los que corremos de forma habitual ésta no es más que un asunto secundario que asoma de vez en cuando como invitada excepcional en nuestros entrenamientos.
El siguiente día elegido -siempre descanso al siguiente de hacer series-, fue el viernes. Para ese día elegí la ruta que podéis contemplar en la fotografía que se adjunta -que es posible contemplar mejor pinchando sobre ella-. Se trata de un circuito que transcurre entre la pedanía atarfeña de Caparacena -muy cerca del pantano de Cubillas- y Búcor, bucólica aldea del término de Pinos Puente que se encuentra en la frontera entre la Vega y los Montes Orientales, es decir, frontera natural entre Pinos Puente y el municipio de Moclín. Este circuito presenta una dureza destacada, toda vez que gran parte del trayecto consiste en un continuo rompepiernas, con subidas y bajadas, además de constar todo el circuito de asfalto, ya que hay que hacerlo a través de dos carreteras -siendo una de ellas un antiguo camino, hoy día asfaltado, y la otra una carretera comarcal-. Justo en el ecuador del mismo se encuentra Pinos Puente, localidad por la que hay que pasar, exactamente bordeando la zona norte de la misma, junto a las instalaciones deportivas y del campo de fútbol que acaba de estrenar césped artificial. El circuito consta asimismo de ida y vuelta, cubriendo un total de 16 kilómetros que - ya digo- son de una dureza destacada. En esta semana la idea nuclear ha sido llevar a cabo rodajes suaves, principalmente. Por tanto, esta ruta ha sido realizada a una media cómoda de cuatro minutos y cincuenta segundos el kilómetro.
El tercer día en discordía de ruta ha sido esta tarde por la Vega de Pinos Puente, acompañado de Emilio que poco a poco va subiendo en kilometraje. La ruta ha consistido en 15 suaves kilómetros, a un ritmo muy tranquilo de cinco minutos el kilómetro, excepto en los últimos en los que ha habido una progresión considerable ya que así lo exigían las piernas y la mente.
Para el domingo quedarán no más de 12 kilómetros a ritmo aproximado de 4,50, completando de esa manera los 50 kilómetros que tenía planificados en esta semana, ya en puertas de MAPOMA.
La proxima semana habrá que intentar salir casi a diario, pero completando distancias cortas y suaves, sin que sea sensato llevar a cabo entrenamiento de calidad en absoluto que pudiera provocar alguna lesión no deseada, sobre todo considerando que aún existe alguna sobrecarga en el soleo izquierdo que intento rebajar con estiramientos y frio.


domingo, 8 de abril de 2007

RUTA DE 30 KILÓMETROS

Finalmente, he despedido la Semana Santa a lo grande. Como no me interesa en absoluto el peculiar mundo de las cofradías así como viajar en fechas tan abarrotadas y mi misión era otra, he decidido que hoy fuera el día de la tirada más larga de las que han conformado esa sucesión de tiradas, principalmente, entre los meses de marzo y abril. Después de ésta ya sólo me dedicaré a mantenimiento, no descartando también llegar a 55 o 60 kilómetros semanales, pero procurando que éstos sean más espaciados y que la "tirada" más larga no sobrepase los veinte kilómetros. Probablemente el trabajo, para bien o para mal, ya está hecho. No hay que olvidar que hace falta recuperación y estamos tan sólo a dos semanas de MAPOMA.

RUTA POR LA VEGA

La imagen de Geogle earth (pinchando sobre ella se verá más ampliada) que ilustra este post muestra la ruta de hoy. La imagen repite lineas indicando el nuevo paso por los mismos lugares. Así he querido que sea, si bien la Vega ofrece posibilidades múltiples que impiden pasar en más de una ocasión por los mismos lugares; pero he decidido repetir algún trozo de ruta, principalmente, por aquello de las referencias. Atraviado con malla pirata marca Mizuno, camiseta primera capa New Balance de manga larga, Zapatilla Asics Landrhet II, buff cubriendo toda la cabeza y gafas marca Xloop pedidas a través de Ebay a EEUU, y acompañado en todo momento por el Ipod que incluía trabajos de Hallowen, Avalanch y Apocalyptica, la ruta ha comenzando a las 12,30 de la mañana, acabando a las 14,25, con un tiempo muy benigno, con algún conato de calor en algunos tramos, si bien en otros la aparición de alguna nube ha posibilitado su ocultación, algo que en el interior de mi atribulada mente interpreté como una "guiño" climatológico que imposibilitara la deshidratación, toda vez que no he portado agua, ni me he detenido en lugar alguno para hacerme con ella. Descriptivamente la ruta ha sido la siguiente:

-Salida de Pinos Puente en dirección al cortijo de Anzola; se atraviesa esta pequeña aldea y se enfila en dirección al Camino de San Pascual, entre Zujaira y Valderrubio, teniendo como referencia el gran álamo, al final de la parte no asfaltada; se corre ese camino asfaltado durante un kilómetro y doscientos metros, aproximadamente, buscando la carretera local que une Valderrubio y Fuente Vaqueros, en dirección Fuente Vaqueros, por el carril bici, que a través de un puente atravesará el Genil, siempre brindando al fresco viento con las tupidas alamedas. En estos momentos nos encontramos en pleno lugar lorquiano: la Vega de Zujaira que tantas veces citó el poeta en sus poemas. Antes de coger la larga recta que conduce a Fuente Vaqueros, doblamos hacía la izquierda por el denominado camino real, de unos tres kilómetros y medio aproximadamente, que nos reentrará hacía Pinos Puente, desembocando justo en la arquería árabe de Alitaje (S. IX); en esa encrucijada en la que siempre nos citamos Emilio, Fernando y yo cada año en agosto, seguimos en dirección Sierra Elvira. Muy cerca del camino que nos conduciría a Pedro Ruiz, doblamos a la izquierda, rodeando de nuevo en dirección a Alitaje. Padada la arquería áraba, en esta ocasión, sí vamos en dirección Pinos Puente; no obstante, antes de llegar al denominado Puente de Carbonell, que superará la vía del tren y una vez pasado el puente de hierro de Alitaje, doblamos de nuevo a la izquierda en dirección otra vez a Ánzola. Sin embargo, no llegamos a esta aldea del término de Pinos Puente, sino que antes buscamos un camino a la izquierda que atraviesa frondosas hazas y hacemos un dibujo, muy parecido a la forma de la letra U, buscando de nuevo Pinos Puente, pero seguimos sin llegar al pueblo, sino que volvemos a hacer la ruta de Alitaje, volviendo a pasar de nuevo por la ruta en dirección a Sierra Elvira. Llegados de nuevo a Alitaje, nos dirigimos a Pinos Puente, volviendo de nuevo a hacer la U, en dirección Anzola, que una ver dibujada, ya sí, llegamos de nuevo al punto de salida: Pinos Puente.

Hoy se trataba de comprobar la respuesta de los grupos musculares inferiores, así como comprobar cómo funcionaría la mente. Ha sido una tirada muy dura, pero lo más importante era comprobar que ambas cosas han funcionado bien, por lo que esos doce kilómetros restantes que completarán MAPOMA, se atisban como optimistas si no surgen problemas siempre acechantes en este dinámico mundo del correr.
Para la prueba de Madrid contaré con aspectos positivo y otros negativos. Entre los primeros hay que destacar el hecho de correr por una ciudad totalmente entregada a su maratón y en la que será muy dificil ir sólo. Además, la competición -aunque siempre es más exigente- te ofrece una especie de "alas" que te arrastran kilómetros. Entre lo negativo: la propia distancia y el hecho de tener que contar con alguna dificultad en forma de subida algo picada, precisamente en los kilómetros finales, según me cuentan.
Es positivo comprobar cómo el soleo duele algo en los primeros pasos, cuando se comienza a correr y duele, igualmente, cuando llego a la fase de descanso, una vez hecha la ruta, si bien no molestando durante todo el trayecto. Pero por lo demás, las piernas han respondido bien, gracias en parte a la frecuente aplicación de frío ayer, después de comprobar cómo los doce kilómetros del sábado por la tarde mostraron unas piernas muy cansadas. Por eso, cada día estoy más convencido que las piernas podrán ir bien o mal, en parte por la respuesta que obtengamos de la mente. Hoy la mente ha estado fuerte y solícita, pero es algo que no se puede jamás predecir.

jueves, 5 de abril de 2007

NUESTRA PARTICULAR PROCESIÓN DE JUEVES (SANTO)

Durante todo el miércoles ha llovido en Granada y su área - aun no constituída legalmente - metropolitana de manera ostentosa. Habíamos quedado Mario -futuro maratoniano: se estrena en MAPOMA, como servidor-, y yo a las 10 de la mañana en la gasolinera de Villarejo para hacer una tirada larga por la Vega granadina. Incluso mi compañero de tirada me había envíado un correo, que no leí a tiempo, sobre la posibilidad de dejarlo ante la persistencia de la lluvía que, además, habrá perjudicado a los caminos de la Vega. No obstante contra todo pronóstico meteorológico allí estábamos ambos dispuestos a recorrer varios términos municipales, recorrido que podréis seguir, genéricamente, en la foto que os adjunto la cual podéis ver más ampliada si pincháis en ella. Así que la ruta hoy variaría con relación a la última tirada. También llegamos a Santa Fé, pero en esta ocasión bordeando el sur de la población, buscando adentrarnos en Purchil, que junto a Belicena y Ambroz forman el municipio de Vegas del Genil. Atravesamos Purchil, que se nos presenta a esta hora de la mañana tranquilo, limpio y coqueto, en dirección de nuevo a Granada, optando por la opción de entrada a través del barrio de Bobadilla, barrio del extraradio de la ciudad en la vertiente suroeste, que suponía la antigua entrada a la ciudad desde Málaga. Desde el puente de la A-92, que coíncide también con la linea ferroviaria, hasta la llegada de nuevo a Villarejo dista 1,5 kms. que optamos por hacerlos más rápido que el resto del recorrido, que no obstante ha estado bastantes segundos por debajo de los cinco minutos el kilómetro.
Durante todo el trayecto el tiempo climatológico ha sido bastante adecuado para correr, si bien ha "chispeado" en algunos tramos. Particularmente, la opción de descansar durante tres días, debido a las molestias en el soleo de la pierna izquierda, acompañando al descanso de aplicación de frio en la zona afectada, han posibilitado que las molestias hayan desaparecido de forma notable, no impidiendo el trote en ningún momento, si bien sí he percibido las piernas bastante cansadas, probablemente como consecuencia de la acumulación de kilómetros el pasado fin de semana.
Mañana habrá descanso absoluto. Sin embargo el sábado y el domingo deberán ser activos. Para el sábado trazaré una ruta suave de no más de doce kilómetros, dejando una nueva tirada de veinticinco kilómetros para el domingo. En total no será posible llegar a los 60 kilómetros semanales, debido a las molestias indicadas, pero sí aseguraré dos tiradas largas al menos.
Para la semana próxima habrá que ir pensando en bajar el volumen kilométrico, o al menos, como bien me aconseja Jose y Francis Tovar, repartir esos kilómetros en más días, algo que siempre posibilita una mejor recuperación.

martes, 3 de abril de 2007

QUEJAS CIUDADANAS


Como ya conocéis los más antiguos - que no viejos - del lugar además de correr -que no sólo de correr "vive" el corredor-, intento cultivar mi afición a la literatura, por lo que suelo escribir columnas de opinión en algunos medios de comunicación, tanto virtuales cómo en papel. Uno de esos medios es Ideal. Y es precisamente en este medio en el que ha aparecido hoy un artículo que se refiere y reflexiona sobre las "muy sui generis" quejas ciudadanas, que así se llama el artículo। Siempre aconsejaré, a quien lo tenga a mano, la lectura en papel, que es infinitamente más placentera -considerando que lo sea leer mi artículo-, pero sé que no siempre es posible tener a mano un ejemplar, bien porque no se ha encontrado o bien porque desde el lugar desde el que seguís esta bitácora no es posible encontrar este periódico. Por tanto, si existe interés en su lectura bastará con pinchar el siguiente enlace:

http://www.ideal.es/granada/prensa/20070403/tribuna_granada/quejas-ciudadanas_20070403.html


Pues bien, redireccionándonos al mundo del corredor, apuntar que acabó un fin de semana agotadora, con una acumulación de 54 kilómetros, a razón de una media de 18 por día, sin apenas recuperación. Pero era lo que había que hacer, si bien el resultado ha sido una pequeña molestía en el soleo izquierdo que - supongo- desaparecerá con la aplicación de frio -según me aconseja el quiromasajista que de vez en cuando me trata-, estiramiento y, eso sí, un par de días de descanso. Dada la proximidad de MAPOMA, no son momentos de hacer locuras, si bien esta semana de pasión también vendrá cargada de kilómetros. Espero.