viernes, 30 de mayo de 2008

PROYECTO FLORENS: X QUERÍA CORRER

Hoy, por fín, tras varios retrasos motivados por la actualidad más candente, abordamos una nueva entrada del proyecto Florens, ese ilusionante quehacer creador que un día nos propusimos mi Alter, Jesús Lens y servidor. Hasta ahora hemos glosado a figuras del deporte, que por un motivo u otro, en algún momento de sus carreras, han debido reaccionar ante un cambio de ciclo o circunstancias sobrevenidas. Asimismo hemos abordado personajes de ficción literaria e intentamos no alejarnos del mundo del deporte, o al menos que éste tenga un trasfondo determinado. Pero nos interesa algo más que eso: nos interesan circunstancias cambiantes, ciclos agotados, nuevas estrategias, la voluntad por mejorar o por sentirse arrastrado por derrotas o vorágines sobrevenidas. Buscamos que el deporte, la vida e incluso la opción socio-económica sea el móvil que mueva este proyecto. Y que al mismo tiempo se amplifique porque será una manera de ampliar nuestras miras e, hipotéticamente, de aportar anuestros eventuales lectores otra visión de la vida y del deporte.

En esta ocasión tendrá entrada un relato. Teniendo como protagonista a X, un personaje de ficción que un buen día me imaginé, basándome en la original entrada que hace pocos días introdujo Paco Montoro en su blog. Una entrada en la que hablaba de un tipo obeso y fumador, con el que compartíó banco público en la calle. Esa lectura hizo que viniera a mi mente el personaje de ficción X al cual intenté darle vida propia y asociarle un proyecto - el de correr - a pesar de las dificultades que le rodeaban, tanto a nivel de ambiente, como de amigos y familia. Y resultó lo que podés leer unas líneas más abajo. Espero que este personaje, alojado en la ficción más absoluta, pueda evocaros algo o, tal vez, a alguien. Es una posibilidad.

X QUERÍA CORRER



Dedicado con todo

mi afecto a Paco Montoro


X era un tipo gordo, pero sus amigos y su familia apostarían su hacienda para desmentir que lo era. Y quería correr. No podía hacerlo ahora, pero eso no importaba demasiado ¿Por qué no podía correr ahora? Por su volumen, por sus pulmones encharcados de humo, por sus hábitos alimenticios. Pero correría. Algún día.

Los hábitos que había atesorado con los años también eran un problema: una copa de brandy por la mañana tras el café, las tres o cuatro cervezas con su respectiva tapa antes de almorzar, el par de botellines de cerveza y los dos vasos de vino almorzando, el par de cubatas después del trabajo con los colegas del tajo, de nuevo las dos cervezas con la cena, y - ¿ por qué no ?-, el cubatilla tras la cena viendo tranquilamente la peli de la noche o el comienzo del programa del Buenafuente ese. En fín lo normal y cotidiano. Pero los fines de semana toda esa secuencia cambiaba: podrían dar las cuatro de la madrugada bebiendo ron y ginebra.

Y en cuanto a hábitos alimenticios, pues los de toda la vida, los que había copiado de sus padres, y éstos de sus abuelos, aderezados por los nuevos alimentos que sus pobres padres (nada más trabajar y trabajar) no habían conocido: ese delicioso sabor de las hamburguesas en McDonald’s; esas deliciosas patatas fritas, al alcance de la mano en cualquier tienda, esas riquísimas salsas, de roquefort, de pimienta verde, de mayonesa acaramelada, de ketchup, cosas deliciosas. Vivía tranquilo con toda esa vida que había ido engendrando a su alrededor: los colegas, con hábitos parecidos a los suyos; las diversas ceremonias que repletaban su agenda, cada fín de semana (¡ qué panzá de reír con los amigos! ¡qué punto cogemos! ¡que bien se lo pasan ellas, mientras nosotros nos arremolinamos en la barra y el tío del teclado canta, canta y canta! Todo eso debe ser la esencia de la felicidad). Pero nada de eso tenía que ver con ser gordo. O al menos no se consideraba como tal: nadie de su círculo se lo decía en momento alguno. Gordo era el colega Luís que pesaba 130 kg., y fumaba porque adelgazaba lo suyo. Gorda era su madre, lo había sido su padre, lo era su hermano mayor. Incluso sus abuelos. No había problema con eso. Es más, para todos él había sido el deportista, y aún acariciaba la idea juvenil de querer correr. Algunos de sus amigos que ahora compartían sus hábitos lo habían hecho con él por los caminos que circundaban el pueblo. Recuerda con orgullo que habían llegado a hacer hasta ocho kilómetros de una tacada. Eran los años deportivos, pero también años hedonistas, años en los que se estaba forjando una de las dos opciones: o dedicarse al deporte en el tiempo libre; o dedicarse a una vida más pasiva y hedonista. Optaron por esta segunda opción. Ya se sabe: el curro, la mujer, los niños..

Poco se podía elegir en aquel ambiente establecido en el pueblo. Si es que se quería elegir, que parece ser que no había demasiado interés en hacerlo.

Pero un buen día X, se fue del bar en el que se tomaba un par de cubatas tras la salida del curro, un poco antes de lo habitual. Y, claro, todos sus colegas se mofaron: que si te ha dado un toque la parienta, que si tu suegra, que si ya no aguantas, en fín, toda una lanzadera de frases típicas y tópicas que se vierten hacía el colega que se marcha el primero. Pero no, nada de eso que decían sus colegas le ocurría: se iba a correr. Le había estado dando vueltas toda la mañana. Y si probaba hoy mismo. Y si se ponía el raído chándal de la mili y comenzaba a trotar por el parque cerca de casa. Ya era hora de llevar a cabo esa ansia juvenil.

Claro, él no sabía que correr con un cubata recién tomado, junto a un voluminoso plato de patatas fritas, un almuerzo a base de morcilla, junto a tres botellines de cervezas, y un bocata previo a las doce de la mañana, sin contar con la copa de brandy con el desayuno, podría ser contraproducente. Tampoco sabía que correr con unas zapatillas de camping pesando 103 kg.., pudiera ser problemático. Así que tras 500 metros se refugió frente a un arbusto del parque cercano a su domicilio y comprobó que toda esa ingesta era mucha para un solo día. Al mismo tiempo, mientras se inclinaba para verter lo que el organismo no deseaba, comprobó que sus voluminosos gemelos adquirieron de pronto un tono morado. Se fue a casa pensando que debería de haber seguido en el bar con sus colegas. En definitiva, tenía 38 años y esa era su vida. De nada serviría esforzarse por cambiarla. Esas eran las reglas. Ese era el redil por el que él estaba destinado a pasar.

Pero no debería de desmoralizarse nuestro amigo por esa nimiedad; es más, debería de estar contento. Si el organismo rechazaba toda esa fastuosa ingesta de comida y bebida de todo un día es porque no lo necesitaba. Al menos no para correr. Pero ¿Y el dolor en el gemelo izquierdo? ¿Y ese color violeta que iba adquiriendo una tonalidad cada vez más oscura? A las 12 de la noche mientras veía la peli y con el pie extendido en el sofá ya no pudo resistir el dolor y fue a urgencias. Lo acompañó su mujer, que no paraba de reprocharle que no debería de haber hecho locuras (curiosamente no estaba para ella en la categoría de locura ingerir el líquido que ingería a diario).

El facultativo le preguntó si había hecho algún movimiento brusco. Y fue cuando comprendió que correr lo era. O al menos, lo era si no se había hecho con anterioridad, de una manera pausada (andar, correr, andar, correr). Se fue desmoralizado de urgencias. Pero se levantó cambiado. Soy otro hombre, se dijo.

Tras unos días de reposo y ocultando la cojera a sus colegas, volvió a la carga. En esta ocasión ya no fue al bar después del trabajo: se fue a correr. Pero no cometió la estupidez de hace unos días: corrió, andó, corrió y andó. Y nada le ocurrió a su gemelo. Llegó contento a casa. En vez de un cubata bebió agua, mientras que su mujer le miraba de soslayo entre preocupada y sorprendida.

Por las mañanas no se tomó una copia de brandy. La última la dejó llena en el mostrador. No tomó tres cervezas en el almuerzo: tomó solo una. Y la cena era más ligera que nunca. Y siguió corriendo.

A los pocos meses tuvo dos gastos extras: unas zapatillas de una marca algo así como Ascirt, que le encargó a un frutero del barrio que también corría; y una buena factura de Pepi la costurera que había eliminiado cintura de sus pantalones.

Su entorno social, lógicamente, se rebeló: sus colegas lo arengaban para que siguiera con ellos en el bar; su mujer se resistía a dejar de comprar morcilla y sus cuñados no comprendían que nunca tuviera tabaco. Es más, en ese fín de semana hubo dos celebraciones populares: una boda y un bautizo. De la primera se fue antes de que se abriera la barra tras el almuerzo. Ante las insistentes preguntas de familiares y amigos, X sólo decía que se sentía mal. Del segundo, tan sólo accedió a ir a la iglesia, y gracias a una razón fundamental: era el padrino.

Madrugaba los fines de semana para correr, pero aún no sabía que existían carreras los domingos. Corría alrededor de cinco kilómetros seguidos y había adelgazado 8 kilos.

A los 6 meses, el frutero le preguntó si le interesaría correr una prueba popular de 10 kilómetros. Y, claro, inmediatamente la declinó con frases, que son las mismas en estos casos, del tipo: no estoy preparado, ahí la gente corre mucho, estoy aún muy gordo, haré el indio. Nada, nada, le contestó el frutero, así hemos comenzado todos. Y X se fue con él a la prueba. ¿Y qué pasó? Que a X le encantó la experiencia, principalmente porque comprobó con estupor que tras él llegaban corredores. A la vuelta de la carrera no hacía más que preguntar al frutero cuando era la próxima.

A las pocas semanas, pareciera que todo su entorno social se le caía encima: toda la gente que le rodeaba parecía conspirar contra él: por su figura cada vez más delgada; por su abstinencia gastronómica y etílica; por su lenguaje más correcto; por sus silencios. En esos días comenzó a descubrir dos cosas que le dejaron boquiabierto: libros escritos para corredores y cosas de corredores en Internet. Lugares donde la gente que corre escribía sus experiencias. Al principio sólo leía blogs del tipo Diario de un Pateador o Correr para morir más tarde. Leía y callaba. Absorbía todo ese conocimiento que parecía atesorar esos corredores. Y entonces un mundo nuevo se abrió ante sus ojos. No podía imaginar que éste existiera, o lo que es más inexplicable: que existiera más allá del bar de sus colegas. En aquellos sitios de Internet y en los libros, hablaban de Maratones y Medias Maratones. Y las cifras kilométricas que leía le producían verdaderos ataques de angustia (¿21 Km..42 Km.. Díos..?.). Pero al mismo tiempo comprobaba que mucha gente corría esas distancias. Había corrido ya 10 kilómetros seguidos en varias ocasiones, pero de ahí a correr el doble va un abismo.

A las dos semanas corrió 12 seguidos y sufrió un mareo. El médico le dijo que había sufrido un problema de hipoglucemia y le explico cosas sobre alimentación, si se sometía a un ejercicio intenso. Le habló de carbohidratos, de bebidas isotónicas, de fibra. Nada de eso estaba antes en sus hábitos alimenticios, de manera que su mujer ya curada de espantos un día dijo que si quería comer esas marranadas que se fuera a comprarlas el sólito. Y eso hizo. Compró pasta de todo tipo, isotónico, marca Hacendado. Incluso unas bolsitas de algo que se llamaba “cola de caballo”, que el médico le había dicho tenía propiedades diuréticas. Todo eso tomó X y lo notó. Notó que su energía cuando corría era mayor, que aquellos hábitos anteriores eran un desastre y que debía desandar mucho si quería andar mucho también. Así que manos a la obra.

Tras muchas vicisitudes X es otro. No ve ya a muchos de sus antiguos colegas y no suele ser muy visto en las ceremonias. Ya se ha apuntado a un club, se ha suscrito a Runner y lee todo lo que encuentra sobre Media Maratón. Esta mañana pesaba 87 kilos.

jueves, 29 de mayo de 2008

LOS SÍMBOLOS DE LA HISTORIA (DIARIO IDEAL)

Amigos y amigas: siento incumplir de nuevo. Tal y como indica mi amigo y Alter Jesús Lens, la entrada del Proyecto Florens se retrasa un día más. Involuntariamente. Ya vaticinaba que iba a ser una semana movida para este blog y hablaba de la posible publicación de un artículo. Y éste ya está aquí. Se trata de una reflexión - de la que hablé en su día con Jesús Lens, tomando unas verdes o corriendo en esos primeros kilómetros de calentamiento -, sobre la Historia y sus símbolos. Es una reflexión que espero la podáis rebatir, argumentar, apoyar, en fín, lo que penséis sobre esta cuestión. No me es posible colocar la foto que sí ha insertado Ideal, en la edición en papel, argumento que da entrada al artículo.

Os reproduzco el artículo completo, así como el enlace por si deseáis leerlo directamente en la versión digital de Ideal. No obstante, los artículos leídos en papel siempre ofrecen al lector mejores sensaciones. Si optáis por esa vía tradicional y, desde mi punto de vista, preferible lo podéis hacer consultando Ideal, tanto en la versión de Granada como la de la Costa, Almería o Jaén.

Pero no olvidéis dirigiros a la parte última del periódico para leer el imprescindible artículo, perfectamente maquetado, de Jesús Lens sobre las secuencias de cine que nos han acompañado y nos acompañarán en nuestra vida. No obstante también podéis leer este artículo en su bitácora Pateando el mundo.
Pero recordar que justo debajo del artículo hablamos de un entrenamiento muy especial y muy aconsejable que seguramente os tentará hacer algún día.
SÍMBOLOS DE LA HISTORIA

LA polémica que surgió hace algún tiempo en torno a la retirada en Madrid de una estatua ecuestre de Franco por el Gobierno central, podría plantear interrogantes acerca del valor simbólico de estatuas de personajes tristemente célebres que se exhiben en calles y plazas de nuestras ciudades. Algo parecido ocurre con la toponimia.En mi opinión ensalzar con la presencia pública de una estatua a determinados personajes me parece obsceno; defender la no retirada de una estatua de estas características, incalificable. Distinto sería que existiera la posibilidad de que éstas estén contenidas en lugares públicos de visita -museos, exposiciones, etc., - donde sea posible seguir teniendo presente lo que nunca debió pasar -dictadores de cualquier pelaje, tiranos recalcitrantes,-.La colocación de estatuas de personas de esa ralea en lugares públicos es siempre polémica; en cambio, la preservación histórica, incluso simbólica, es siempre necesaria: ¿por qué olvidar lo ocurrido?Cosa distinta es el patrimonio legado consistente en obras civiles, militares o religiosas que no personifican a nadie, aunque, en determinados casos, también son testigos mudos de épocas desafortunadas de la historia. Obras que fueron realizadas a iniciativa de dictadores y tiranos para calmar la propia megalomanía y que en la mayoría de los casos se hicieron a costa de dinero público, desatendiendo de esa manera a quien más lo necesitaba para vivir (el pueblo), o bien, obras que exigieron en su momento una importante mano de obra mal pagada, obligada en la mayoría de los casos e incluso fenecida ante la dureza y el peligro de las técnicas de construcción antiguas. Todo eso podrá ser cierto, pero nada de lo construido meritoriamente a lo largo de la historia está exento de onerosidad. La cuestión acerca de si la construcción de todas estas obras -algunas de ellas verdaderas piezas artísticas-, obedeció a la idea de perpetuar una dominación por parte de un tirano o bien respondió a un verdadero impulso artístico siempre está presente, aunque son disquisiciones que el paso del tiempo se ha encargado de borrar, adquiriendo ya el carácter de patrimonio legado al tiempo que es historia testifical.En mi opinión, no creo que sea necesario que perdamos ese tipo de memoria histórica consistente en obras civiles, miliares o religiosas. Admiramos una catedral por sí misma, y el tiempo se ha encargado de borrar todo lo desagradable que la construcción de ésta haya podido conllevar, permaneciendo la esencia artística de la misma (independientemente de la carga religiosa que conlleve). Los acontecimientos del pasado, buenos o malos, después de que sucedan y pierdan su carga emocional o ideológica, seguramente, ya se integran en el concepto historia o en el concepto arte; o en ambas cosas, algo que negar no es posible. Es más, ya se convierten en materia de conocimiento y precisamente desde esta perspectiva es posible analizar lo sucedido con un carácter más científico: el que ofrece la distancia y la falta de arraigo sentimental. En ocasiones los sucesos históricos serán estudiados para que no vuelvan a suceder, en el supuesto de que lo sucedido haya servido tan sólo para empequeñecer a la persona y denigrarla; en otras ocasiones convendrá recordar lo sucedido porque ese hecho ha ayudado al ser humano en su devenir -el complejo sistema del acueducto romano, por ejemplo-. En definitiva, lo que ya ha ocurrido es historia y conviene tenerlo presente para bien o para mal. Si porfiadamente elimináramos todo lo que simboliza la historia de una país -España por ejemplo-, pocas serían las señas de identidad a las que acudir para poder interpretar esa historia, ya de por sí difícil de objetivizar. Para muchos, a modo de ejemplo, la llegada de los pueblos árabes a la península hispánica fue una invasión; en cambio para otros significó un avance cultural. Otros dirán que los verdaderos hispanos eran los visigodos, que además se convirtieron al catolicismo después de su militancia arriana; en cambio otros dirán que este pueblo llegó a nuestro territorio de manera no solicitada por los antiguos hispanos. Por todo, es conveniente identificar los sucesos pasados como algo que ocurrió sin más. Estudiarlos desde la óptica de quien desea conocer lo más objetivamente posible qué ocurrió. Sencillamente de eso se ocupa la historia y ésta no es nada sin el patrimonio heredero, pero -insisto- no considero que sea patrimonio histórico mostrar en calles y plazas ninguna estatua de cualquier personaje tristemente célebre, ya que no se persigue con ella mostrar estilo artístico alguno sino perpetuar lo que, tal vez, nunca debió existir.

UN ENTRENAMIENTO DE MONTAÑA


VISTA AEREA DE LA ERMITA DE LOS TRES JUANES

Hoy tocaba introducir una nueva entrega de nuestro ilusionante Proyecto Florens, pero permitidme amigos que lo sustituya por la pequeña historia del entrenamiento de hoy, muy especial por el entorno y por las caracteristicas del mismo. Y diré, que hoy Mario, Antonio y servidor hemos corrido. No significa que en otras ocasiones no lo hayamos hecho, pero la sensación que tuvimos, en las piernas, en la mente y en el corazón, es que nuestro recorrido de hoy no ha sido hecho en plan cochinero. Y no, porque el circuito no lo permitía; y no, porque hemos apostado fuerte en el mismo; y no, porque han sido 15 kilómetros trabajados y duros. Un entrenamiento de montaña.
La idea era ir a Pinos Puente, desde el Pantano del Cubillas y volver. Pero Mario soltó de golpe: ¿ Subimos a la Ermita de los Tres Juanes ? Y, claro, como lo mío no son las cue
stas, le respondí irónicamente: para Pinos Puente, también hay cuestas.Y las hay, claro que las hay pero, en mi opinión, nada comparado con la durísima subida que hemos hecho hasta ese lugar, rebosante de naturaleza y vistas, tal y como se aprecia en las fotografías enviadas por Mario.


COMIENZO DE LA ASCENSIÓN, DESDE EL CAMPO DE GOLF (Foto debida a Mario)

Lógicamente, Antonio encajó este reto con total felicidad y regocijo porque todo lo que sean cuestas lo valora como bienvenido toda vez que su objetivo es subir al Veleta en agosto. Así que nada pude objetar y me dije: "eres corredor, pollo, no empieces a poner escusas". Así que superado el campo de Golf y el engendro de edificaciones de
varios pisos alrededor, nos sumergimos en una continúa subida, con algún que otro descanso, hacia una zona de belleza inaudita: la conocida Ermita de Los Tres Juanes, situada en el término municipal de Atarfe.


PARTE MÁS ALTA DE LA SUBIDA, DOTADA DE IMPRESIONANTES VISTAS (Foto debida a Mario)

Mario y yo observábamos que Antonio subía con facilidad, intentando Mario y yo seguir su rueda, pero los tres subíamos y sufríamos al tiempo que disfrutamos de una excelsa naturaleza, por unos caminos forestales desarmados y rotos. Tras una subida venía otra y, posteriormente, otra, al tiempo que se iba divisando el pantano cada vez más empequeñecido. Si hace unos minutos éste era una gran bandeja de plata, unos minutos más tarde no era más que un plato iluminado de tonos grises y blancos. Al final de la subida ya sólo quedaba por atisbar la antena, el punto más alto de la zona, así que optamos por bajar a un ritmo contenido, intentando relajar las piernas, para un poco más tarde, en la zona llana, sin explicación alguna, al estilo más propio de este grupo de Las Verdes, Antonio y un servidor comenzamos a mover las piernas a un ritmo que en ocasiones ha podido estar en 4'15'' el mil, ritmo alto si consideramos que minutos antes habíamos expuesto gran parte del potencial muscular y anaeróbico. Sin pretenderlo estábamos ejecutando un farlek, simulándose algunos relevos en la marcha.
Finalmente enlazamos con la antigua carretera que conduce de nuevo al Pantano, siendo ya casi las 9 de la noche, cuando ya comenzaba el sol a dar el relevo al astro menor, embutido en las lógicas tinieblas de la noche. Llegamos a nuestros vehículos, estiramos unos minutos mientras comentamos el recorrido y nos despedimos los tres, sabedores que, como decía al principio hoy....hemos corrido.

De manera que para no introducir un exceso de texto, dejo para mañana (espero) ese anunciado relato -disculpa Jesús, disculpa Paco-, del tipo que quería correr, perteneciente a nuestro proyecto Florens.

martes, 27 de mayo de 2008

EL SONIDO DE LOS KILÓMETROS (By Javi, del grupo Las Verdes)



Javi aún no ha corr
ido un maratón. Pero podría hacerlo cuando quisiera. En su lugar, completamente endorfinado para hacer una tirada larga y en vistas de que el asimétrico grupo de Las Verdes se resistía, por unos motivos o por otros, a hacer esa anunciada tirada larga que ansiamos, ni corto ni perezoso - que no es nada de ambas cosas -, anunció en este blog de manera contundente, que ¡hala!, que se iba a hacer 31 kilómetros en soledad, como dándonos a entender que ya que estáis -lechones verdes-, dudosos, indecisos, ocupados, lesionados o descansando, me voy yo sólo. Y en la soledad de la velada del sábado rumió esa decisión. Cuando abrí mi blog en el portátil de Emilio, ya a las tantas de la madrugada, tras volver de tomar más de una y más de dos verdes, me encontré ese escuálido comentario de Javi, que ya presagiaba heroísmo y goticismo, algo que la intuición ya había ratificado antes de leer su excelente y sugestivo texto de su tirada de 31 kilómetro en la soledad del corredor de fondo, como escribiera Sillitoe. Pero no ejerzo más de prologador. Mejor os dejo con el trabajado texto de nuestro amigo, el cual podréis leer acompañados por nuestro mítico "Chariots of fire", de Vángelis, si pulsáis en la opción de la derecha de vuestra pantalla.

Prólogo de José Antonio Flores Vera.


-Dedicado a mis amigos de las Verdes, gente con mayúsculas. Algún día entenderéis cuánto os debo…
JAVI


No lo había meditado como debía. Sin duda a veces es mejor no mirar atrás, no pensar, seguir tus impulsos y tirar hacia adelante, con lo que sea. La tarde del sábado me estaba cargando mentalmente en exceso: agobio de trabajo, horas y horas delante del ordenador, cuadrando unidades didácticas y métodos pedagógicos, obligaciones ineludibles del opositor, por otra parte… Prudentemente decido no asistir a la carrera de Huétor, la cual había preparado y por la cual había pagado, dato trivial pero a su vez de gran peso cuando se trata de decidirte por un sí o un no. Ante la aplastante y negativa decisión –a mi pesar- reforzada por la duda de un gran número de “amigos verdes”, busco angustiosamente algo con lo que poder resarcirme al día siguiente, ya que irremediablemente extinguiría las últimas horas de un sábado radiante con la vista clavada en el monitor… Correr en compañía al día siguiente, ¡claro! Publico mi intención en la bitácora de José Antonio, pero equivocadamente planteo la posibilidad de hacer 30 Km., algo que realmente me apetecía, pero que a priori disuade a cualquiera que no tenga esa intención, aunque de ello me percato una vez que escribo mi propósito. Entre párrafo y párrafo, procurando que mi musa traductora no se vaya, miro una posible respuesta… Nada. Mi trasero comienza a dar pequeños botes en la silla, suspiro y me resigno a lo inevitable: al día siguiente no tendría compañeros. Lejos de desalentarme, saco pecho y me reafirmo si cabe con más energía: “mañana hago tirada larga”.

Cena a base de pasta y yogur. Comunico mi intención a Nuria: mezcla de incredulidad e indiferencia, con predominio de lo segundo. Creo que pensaba en otra cosa mientras se lo decía, por lo que consecuentemente consigo no darle más detalles de mi aventura, cosa que cotidianamente hago hasta aburrir a la pobre sufridora. Todo normal, salvo un detalle: nada en mí revela lo que me espera al día siguiente. Estoy impasible, creo que no me concentro en el camino del domingo, algo que otrora hice meticulosamente. Me acuesto tarde, incluso coqueteo con unas cuantas páginas del nuevo de Zafón, me hago el remolón con el MP4, Nuria duerme cual marmota sedada. Se me hace tarde, demasiado, máxime cuando quiero levantarme a las 8 y salir antes de las 9. Me da igual, duermo y unas horas después resulta que he dormido una hora y media más. El despertador nunca sonó.

¡Pero basta! Esto no es un cuento de intriga. Vayamos al grano. El nuevo día llegó. Desayuno frugal, equipación oficial verde (prevista para la carrera de Huétor), Camelback a medio llenar de isotónico, una barrita de muesli, un gel energético (gentileza de Antonio), el Polar calibrado, la cinta del pulsómetro convenientemente ajustada, gafas de sol, doble calcetín (siguiendo fielmente recomendación de José Antonio), Asics enfundadas… Meticulosidad, ahora sí, ahora siento y creo que voy a correr 30 Km., ahora siento ese cosquilleo, esa explosión contenida de endorfinas, un volcán casi en erupción, ese momento que llevo dos días esperando. Tan simple pero tan grandioso: voy a correr.

En 10 minutos he aparcado frente a la Clínica la Inmaculada. Lo tengo todo dispuesto, sólo siento que me falta algo: unos tiparrones con los que compartir unas buenas birras después de la odisea, ésos que en tan sólo unos meses se han instalado en mi vida y ya forman parte de mi propia idiosincrasia: echo de menos a “los de las verdes”. Me sobreviene una mezcla de pesadumbre y vigor: lo haré solo, será mi primera tirada larga, consciente soy de que voy a sufrir… Pero como dice Antonio en su ya célebre cita bélica: “Aquí se viene a sufrir”. Eso me dije y eso tuve que decirme a mí mismo algunas veces más en las más de dos horas y media que me aguardaban.

Casi sin enterarme ya estoy trotando. Un manto gris cubre la capital nazarí. Curiosamente observo que las nubes más amenazantes aguardan pacientes en la zona hacia la que me dirijo. Todo era perfecto… No podía pedir más, sin calor, unos 15º C, sólo me faltaba poner banda sonora a tan sugestivo entorno. Necesitaba evocar la melodía que me acompañaría al principio de mi trayecto, consciente de que cambiaría mil veces, como miles de estados de ánimo iba a albergar. Digo “evocar” porque no frecuento el MP4 cuando corro, me gusta escucharme, escuchar al mundo cuando corro… porque realmente suena distinto. Todo es diferente cuando empiezo a trotar. Opto por recrear un ambiente de goticismo urbano, me es fácil, la lluvia me trae a The Cure, “Burn”, b.s.o. de The Crow, una película que me cautivó cuando apenas tenía 14 años y aún hoy me provoca escalofríos, especialmente al escuchar su genial banda sonora. Es entonces cuando deseo que llueva. Prometo que lo deseé. Ya que había emprendido la aventura solo, había de ser completa. Mi travesía ya estaba en marcha…

Atravieso los apenas 3 Km. que me separan del camino de la Fuente de la Bicha con un ritmo triunfal, optimista, feliz, cruzando miradas con transeúntes que, prensa en mano, lanzan miradas incrédulas al “tío de la mochila corriendo”; después busco la complicidad de otros atletas, esas miradas anónimas con sonrisas a medio esbozar, pero que revelan que compartimos más que una simple afición… Es un viaje, y como tal me lo tomo. Me propongo disfrutar de su trayecto, y vaya si lo hago. Entre saludos, y mientras adelanto y soy adelantado por otr@s corredores/as o ciclistas, me repito “they keep calling me…”, ah, ahora vamos con Nine Inch Nails, tema también de la misma b.s.o. Me emociona especialmente, en la peli Brandon Lee va saltanto de tejado en tejado, mientras una incesante y monótona lluvia cae, sin impedir su sed de venganza… La adrenalina se me escapa por cada poro de mi cuerpo… Voy devorando Km., todo va bien, sólo vigilo rodar entre 4’40’’ y 5’20’’/km. El verdor del trayecto me evoca, paradójicamente, a una banda, End of Green; los arroyos, a Forest Stream; de repente ya estoy en Pinos Genil, y esa sensación de inmediatez me recuerda a otra ocasión en compañía de Abel, Antonio y Víctor… el paralelismo es casi milimétrico, pero faltan ellos. En su ausencia, la música… Suena Dredg, ya que prometí a Nuria que la llamaría cuando llegase a la fuente del pueblo… “Bug Eyes”. Pienso que apenas me pesan los 11 Km. y pico que llevo. Sé que para un corredor habitual no es demasiado, pero es que no notaba cansancio alguno. Bebí agua, bebí isotónica y engullí media barrita.

Reanudo la marcha por la margen paralela a la que había discurrido la ida. Nunca había ido por ahí, así que ¿por qué no añadir más incertidumbre? A mí, igual que a vosotr@s, corredores/as, los caminos nuevos e itinerarios desconocidos me atraen, me motivan, me impulsan a descubrirlos. Acertada decisión, pues por este lado el sendero se estrecha muchísimo, obligándote incluso a apartar la maleza para divisar el horizonte. Tras esquivar a dos ciclistas kamikazes (sigo pensando que eran unos kamikazes) prosigo mi camino, ahora con una pisada más endeble, menos decidida, pues los obstáculos del camino demandan más atención y me obligan a levantar más las piernas, como cuando vas corriendo atravesando un túnel oscuro… Continuas subidas y bajadas hacen que por momentos pierda mi compostura y buen hacer hasta ese punto, y me lance “a la conquista de la jungla”. No puedo evitarlo, las cuestas me retan, mi miran fijamente, y yo no puedo hacer otra cosa que lanzarme a ellas. Esto conlleva que mi velocidad haya aumentado, mi ritmo va a 4’15’’/Km., una insensatez cuando aún me quedan más de 14 Km. de trayecto. Al tiempo que voy más ligero, la b.s.o. se ha endurecido considerablemente: el camino ahora suena a Pantera, Slayer, Anthrax.

Una vez abandonada la selva y el ir y venir de corredores/as, vuelvo a territorio urbano. Recuerdo a mi pesar que no ha llovido una gota, y es entonces cuando empiezo a encontrarme con mi reto, sin duda mi “lucha” en la jungla me ha desgastado más de lo esperado y en torno al Km. 20 decido tomarme, sin detenerme, el gel que a Antonio le había ido “magnífico, magnífico, del Decartón, un pack de 5 a 6 €”. Lo acompaño de un buen sorbo de isotónico y seguramente el efecto placebo del potingue me hace otra vez echar espuma por la boca, me pongo a 4’02’’/Km. al tiempo que paso de nuevo a la altura de donde aparqué mi coche, lo miro, paso de largo sin apartar la mirada, y sí, me cuestiono lo inevitable: “¿Por qué no me paro ya, con 21 Km. en la chepa, me monto en el cochecito, tiro para casita y así me evito la parte desagradable del trayecto, ahora que aún puedo moverme?” En menos de un segundo me repito que vine a hacer no menos de 30 Km. y que… “¡aquí se viene a sufrir!”. Recuerdo incesantemente comentarios de mis compañeros de kilómetros, de todos y cada uno de ellos, pienso en cómo estarían ellos a estas alturas, qué dirían, con qué nos reiríamos, si Abel rompería hostilidades, si acaso hablaríamos ya… De repente esas hipótesis se desvanecen, estaba haciendo castillos en el aire, “estoy solo y solo voy a seguir”, bajo el ritmo y empiezo a toparme con mi particular muro. Me dio la bienvenida en el Km. 24 y manifestó su intención de no abandonarme.

Lo supe. Me estaba vaciando, el sol empezaba a azotar implacablemente, el sudor se colaba entre las gafas y entraban en mis ojos… ¿qué pasa…? ¿Y la música? Vaya, parece que la fatiga es una sensación que se olvida una vez que uno termina su trayecto, pero vuelve, vaya si vuelve. Hizo acto de presencia en el peor momento, en una parte donde el camino es pedregoso, arenoso, polvoriento… voy camino de la fábrica lechera Puleva, pero creo no llegar jamás… Ahora no encuentro atletas, si acaso un par de ciclistas domingueros furtivos, pero no sabría decir con precisión, pues ya estaba mal… el dolor, hasta entonces imperceptible, se manifiesta en tobillos, cuadriceps, tibias; la mochila me sobra, aún puedo respirar pero mis pulmones no agradecen el continuo presente de oxígeno, incluso me aborda una indigestión que me hace regurgitar la barrita… Se apagó la música (creo que me vino a la cabeza la infame melodía del Chikilikuatre ése, así que la pájara amenazaba con ser monumental) y se encendieron las alarmas: deseaba parar, necesitaba parar. Me autocomplacía diciéndome que con 27 Km. ya estaba bien, si apenas me entraba líquido por la boca… Paraba, estiraba, tomaba aire y luego a seguir… No sé cómo pero no lo hice, no me detuve, conseguí derrotar a mi vulnerabilidad, me derroté a mí mismo, sin duda, mi propio peor enemigo. Skid Row, Nirvana, Rise Against… Agresivos riffs de guitarra y dobles bombos me espolearon, me levantaron, me arrojaron a la cara la fuerza que necesitaba… Seguí, tambaleándome un poco como iba, y contemplo atónito que ya estoy casi en el Hipercor y voy a… ¡4’25’’!. La locura es total, las endorfinas están en el punto álgido de la fiesta, creo que grité, recordé a Nuria, Abel, Antonio, Jesús, José Antonio (sin cuyo blog nada de esto sería real, curioso como lo virtual hace las cosas reales), José Manuel, Mario, Paco el Compae (que en este momento me fotografiaría diciendo “Amos, maricona, que ya está hecho”), Víctor y todos y cada unos de los momentos vividos con ellos. Sacando fuerzas no sé muy bien de dónde, esprinté y pasé los cruces casi temerariamente, convencido de que los coches se detendrían ante tanta convicción, llegué al punto de partido, volvía a ver mi Opel, pero veo que el Polar no llega al Km. 31, estoy exhausto, pero mi terquedad me hace correr aún unos metros más hasta que la precisión digital de la tecnología me dice y me recuerda que este domingo, tras 2 horas y 36 minutos, hice 31 KILóMETROS. Sonó Chariots of Fire, Vangelis, claro.


FCO. JAVIER SERRANO MARTOS


ORGANIZANDO EL TRABAJO PARA LOS PRÓXIMOS DÍAS

Amigos y amigas, se nos acumula el trabajo. Por tanto, intentemos coger un poco de aire, mostrar un impulso vital y organizar todo lo que está por venir para esta sufrida bitácora en los próximos días. Veamos:
1) Nuestros amigos, además de correr - y muy bien, por cierto - están escribiendo. Lo hicieron Víctor y Antonio a petición mía, y narraron sus gestas en MAPOMA. Y ahora lo hace Javi, que tuvo una especie de "subidón" atlético-musical-literario, y nos ha envíado un sugestivo texto de su experiencia kilométrica musical del domingo. Será este texto el primero que subiremos. Esta misma tarde.
2) El miércoles, ya en la tarde noche, subiremos a esta ajetreada bitácora una nueva entrega del Proyecto Florens, que compartimos Jesús Lens y un servidor. En esta ocasión, hemos dado una vuelta de tuerca y la nueva entrega consistirá en un relato que - todo hay que decirlo- me inspiró algunas de las secuencias que narraba Paco. Pero no desvelaremos más nada hasta mañana, tan sólo su sencillo título: X quería correr.
3) Volveremos a referirnos al contencioso de la carrera de Huétor Tájar, y comentaremos algo acerca de la solución dada por la organización en cuanto a los tiempos de carrera que aparecen en la clasificación que, finalmente, decidieron publicar, no sin las reservas oportunas hacía la puntuación de esta prueba en el global del circuito. Y hablaremos también de los entrenamientos habidos y por haber del grupo de Las Verdes. Esas locuras planteadas de largas rutas, insufribles subidas..
4) Seguiremos con un repaso de las pruebas atléticas que habrá en los próximos días. E intentáremos deshojar la margarita de si Ragua sí, Ragua no; Úbeda-Baeza sí, Úbeda-Baeza, no. Y las próximas carreras del Circuito. Hablaremos de todo ello.
5) Probablemente también introduzcamos un nuevo artículo escrito por servidor, y hasta es posible que alguna reseña libresca o cinéfila. Y no me resisto a abordar de nuevo la poesía, que como la música amansa a propios y extraños.
6) Y -como diría Antonio-, lo que haya o esté por venir -añado yo-.

domingo, 25 de mayo de 2008

XXI PRUEBA DE FONDO "EL ESPÁRRAGO" (24/05/2008)


Rara carrera. Y raros prolegómenos.
Hasta un par de horas antes no sabía si asistir o no. Durante la semana no había hecho gran cosa, pero lo poco que había hecho me había dejado las piernas más que tocadas. El miércoles 400x8, entre 1'20'' y 1'27'', siendo el intervalo más común 1'22'' y el viernes por la mañana 15 kilómetros a ritmo alto los primeros 10 - en torno a 4'35 el mil- y los últimos cinco a un ritmo inferior, soportando el fuerte calor de la Vega. Y todo eso me dejó tocado. De manera que no sabía qué hacer. Pero finalmente acudí, siguiendo el consejo que daba Paco Umbral, el cual decía que ante la duda, optar siempre por la coordenada de menor resistencia.
Pero ¿me alegro de haber acudido? Sí, decisivamente, sí, a pesar de las circunstancias trágicas o cómicas, según lo veamos. A estas alturas la mayoría de los corredores, asistentes o no, conocen el sonado incidente en cuanto a "las dos carreras", que hubo el sábado por la tarde en la próspera y bonita población de Huétor Tajar. Una carrera que pasa por ser dura, pero que en esta ocasión no contó con la fuerte calina del año anterior, aunque sí con un fuerte viento, que en algunos tramos contrarrestaba el esfuerzo de nosotros, los corredores. También se sentía el frío en la localidad esparraguera.
Al final, la tensión era evidente. Mucha indignación de corredores perjudicados y comprensión de otros no afectados, pero que también se sintieron molestos de forma callada al comprobar cómo sus ritmos se vieron afectados por el ritmo de otros corredores que venían de alguna parte desconocida, de lugares remotos, como aparecidos de otra dimensión, y además indignados, hasta injuriosos en algunos casos. Tal era la confusió
n, que momentos hubo, en ese cruce de caminos en el que se juntaron varias tandas de corredores, cerca del kilómetro ocho, que unos corredores se acusaban a otros de recortar, mientras que los injuriados les recordaban a los otros que eran ellos los que se habían perdido, que lleváis ya muchas carreras, que estéis más atentos a las señalizaciones, que parecéis novatos. Pero nadie llevaba razón. "Uno de los Controladores abandonó su puesto y eso provocó la confusión", dijo la organización ¿Pero cuántos kilómetros de más hicimos los perjudicados? Según la organización más cerca de 2 que de 1 y medio.
Quien esto suscribe fue uno de los perjudicados. Iba a Huétor a hacer 11 kilómetros pero acabé con 13 en mis
piernas. Pero no fuí el único. Según me comentó Francis Tovar, exceptuando a los dos marroquíes que iban en cabeza tras el coche de apertura, todo el grupo que perseguía a éstos se desvió por la ruta remota. Y así hasta un total de 80 ó 90 corredores. Los 80 ó 90 corredores de cabeza que se perdieron en esa dimensión desconocida y, como en aquella película de extraterrestres, de nuevo aparecieron, en el kilómetro 8 de la prueba, no sé si abducidos o no, pero sí muy contrariados. Pero vivirlo directamente fue mucho más impactante que leerlo aquí. Una experiencia, primeramente trágica, pero a medida que lo comentábamos al final de la prueba, se fue tornando cómica. A lo que hay que sumar las exquisitas bromas con Jesús Lens, con mi compae Paco o la cara de estupor de José Manuel que nada sabía de lo sucedido.

Mucha gente me decía que denun
ciara esta situación en el blog. Me lo decía gente que me conocía y gente que no me conocía, pero sabía de la titularidad de este espacio virtual. Y he de reconocer que inicialmente no lo encajé deportivamente, pero a medida que pasaba el tiempo, conociendo que en nada me perjudicaba -tan sólo ese sabor agrio de saber que había hecho un tiempo oficial muy aceptable- comencé a verlo de forma relativa, de forma deportiva. En realidad, no había sido culpa directa de la organización sino del individuo que abandonó su posta. Pero sí hay que reconocer que ese abandono puede ser fruto de una desidia mucho mayor: no elegir a personas competentes para colaborar en una prueba de fondo, que sí merece todo el respeto, la dedicación, el tiempo y la puesta en escena de varios cientos de corredores, que se desplazan de distintos lugares de la provincia y de fuera de ella. Aunque sí tengo que denunciar lo más indignante: el comentario de un miembro de la organización, que lejos de pedir disculpas dijo sin inmutarse que llegábamos en nuestros tiempos. Imposible que así fuera: habíamos hecho casi 2 kilómetros más. En fín.
Pero sí perjudicó a alguna gente. Por ejemplo, Francis Tovar llegó sexto, cuando en condiciones normales podría haber alcanzado podio sin problema. O el veterano E ó F, que llegaba a m
i par y que suele ser casi siempre carne de podio igualmente y, claro, se sentía ultrajado y vilipendiado. Es comprensible esa indignación.
Pero fueron impagables las bromas. Con Jesús. Con Paco. Al primero le decíamos que había preparado muy bien la prueba para deleite de su Sacai y si era cierto el comentario que circundaba acerca de si un tipo alto se le había visto merodear por el circuito la tarde antes cambiando cintas y cruces. O la impagable ironía de Paco, cuando decía "¡esto se queda
como está!. He llegado a apenas dos minutos tras de ti. Meli, me ha dicho que casi llegamos al mismo tiempo..." Y es cierto, son hechos evidentes, sin discusión alguna. Incluso recuerdo la sinceridad de un chaval joven, metido en carnes, que comprendía que no era cómodo llegar al mismo tiempo con gente que suele llegar entre ocho o diez minutos antes que tú. Por lo tanto, el tema estrella en la llegada era evidente.

Pero eso no es lo importante. Lo importante es cómo hicimos la carrera, después del duro varapalo del año anterior, con pájara incluida.
Este año iba advertido, si bien es verdad que ni venía de correr un maratón, ni hacía el fuerte calor del año anterior. Además, se había retrasado una hora la prueba. En general, corrí con muy buenas sensaciones, con sensación de potencia, con una respiración cómoda, incluso en las cortas pero duras rampas. Y, sobre todo, muy concentrado en el ritmo, en los tiempos de paso por referencias autogestionadas y, lo que e
s más importante, sin caída de ritmo en ningún momento. Un comienzo suave, para ir subiendo el ritmo progresivamente.
El paso por el kilómetro 6, superada la parte más complicada del circuito, entre el kilómetro 4 y 5 apróximadamente, lo hice en algunos segundos por debajo de los 25 minutos, en torno a los 4 minutos y 6 ó 7 segundos el mil. Sin embargo, no sentía la debilidad que sí sentía en esos momentos el año anterior. El paso por el kilómetro 7 estuvo por debajo de los 29 minutos, y fue a partir de ahí cuando creo que pudimos coger la ruta equivocada, aunque hubo voces que indicaron que la confusión pudo estar ante
s, algo que desestimo por completo por la siguiente razón: si ese paso por el kilómetro 7 estuvo en torno a 29 minutos, no es de recibo que el paso por el kilómetro 8 lo hiciera marcando el cronómetro el minuto 39 y algunos segundos, lo que supondría haber hecho ese kilómetro en 10 minutos apróximadamente. Unas sencillas operaciones aritméticas demostrarían que a un ritmo de 4' 6'' o 4' 7'' hubiera servido para hacer dos kilómetros sobradamente. Pero, en fín, es algo que ya no importa. Lo importante -en mi caso, que nada me jugaba a nivel de podio- era saber si podría mantener ese ritmo a pesar de incluir dos kilómetros más.
Lógicamente, al percatarme de esa confusión en ese fatídico kilómetro ocho, hubo un conato de parar -algo que hubiera sido estúpido-. Por suerte, no llegué a tomar esa decisión, pero sí es posible que el ritmo decreciera un poco. Los corredores también corremos con la mente. O mejor expresado: la mente es la que suele planificar la carrera ad
elantándose al organismo. Así que ese mazazo hizo estragos, por lo que hubo que hacer de tripas corazón para seguir a ese armónico ritmo. Y creo que lo conseguí en parte si se observa la media final. El total recorrido estuvo en torno a los 13.200 o 13.300 metros por lo que la medía final fue entre 4'02 a 4'06 el mil.
¿Hubiera sido posible haber dejado la media en 4 minutos el mil de haber hecho los 11 y - casi - y medio, en ver de esos casi dos kilómetros más? Nunca lo sabré, aunque honestamente creo que no hubiera estado fácil.

Amigos lectores y corredores/as: muchos de vosotros me alentabais en la línea de llegada a que denunciara esta
situación. Finalmente he optado por explicar con la mayor objetividad posible, pero inspirándome en mi propia carrera, que es lo que tengo más a mano, lo sucedido ¿Denunciar para que todo mejore? Siempre. ¿Cargar las tintas más de lo pertinente? No creo que sea lo más conveniente.
Quienes organizan este evento son instituciones enamoradas del deporte. Participan en la organización corredores que han sido de élite -caso de Sánchez Vargas, al que observé contrariado. De hecho, el también hizo la ruta equivocada-, y personas volcadas en el atletismo. Este circuito es de los pocos que existe en España y hacemos muy bien por
denunciar para mejorar, no para destruir, pero de ahí a buscar responsables en donde no los hay existe un gran abismo. Un Controlador no estaba donde debería de estar y eso es responsabilidad tan sólo de esa persona. Ahora bien, sí hay que manifestar a Diputación y a Ayuntamientos organizadores que se deben de elegir bien a las personas encargadas de estos menesteres. Si los Ayuntamientos se muestran alegres para organizar eventos populares como Semana Santa, procesiones, fiestas, galas veraniegas, dietas, coches oficiales y demás eventos, también deberían de considerar seriamente que a quienes nos gusta correr valoramos positivamente que respeten nuestra afición, a la que solemos dedicar tiempo, dinero y alguna que otra rencilla familiar. Eso es todo.

PD: Comunicaros la nota que me pasa mi club Esquí Caja Rural, a través de Alejandro Casares.
Mañana lunes, a las 11,30, se celebra un acto en la sede de Caja Rural - en la Carretera de Armilla- de magna importancia. Se trata de la asistencia de nuestro campeón "Paquillo", el cual va a ser patrocinado por Caja Rural y dedicará camisetas a todo aquel que quiera pasarse por la sede. No os lo podéis perder, a pesar de que es un horario y un día laboral. Hay que arreglarse para ir como sea.

En días próximos hablaremos de esa exigente Media Maratón Calahorra- La Ragua, de la que obtuve información y se me pidió que informara ayer en Huétor Tajar.

FOTOS DEBIDAS A LA CÁMARA DE PACO. LA MAYORÍA HECHAS POR MELI, CON LA PRESENCIA DE LA PEQUEÑA MARIA, MUY PRESENTE EN LAS CARRERAS ¿SERÁ CORREDORA EN EL FUTURO? SI LO FUERA, NO HABRÍA QUE PREGUNTARSE POR QUÉ.

viernes, 23 de mayo de 2008

EXPERIMENTOS CON LA REALIDAD



Estamos de fiestas en Granada. Unas fiestas que nunca coinciden en fecha concreta. A veces son en junio, por lo que siempre las hemos relacionado con los exámenes finales. A veces son en mayo, como en esta ocasión. Y eso ocurre porque tiene relación con no sé aué de la Semana Santa. A ver si alguien más entendido en fiestas de guardar nos lo consigue explicar. El caso es que, obviamente, recomponen de una manera u otra la vida diaria, sobre todo a nivel laboral. Y eso hace que los que no somos devotos de fiestas, de multitudes, de ruido, de salidas nocturnas -excepto las ocasionales-, aprovechemos para otras cosas: para leer, para correr, para ver cine, para pasear, para viajar. En fín, para ir en dirección contraria a la mayoría, que en estos momentos en los que escribo atiborra el ferial, las casetas, los columpios, hasta altas horas. Me parece muy bien porque yo también lo hice en su momento. Es más, como he dicho aquí en alguna ocasión y saben mis conocidos más antiguos, hasta dirigí las fiestas de mi localidad, Pinos Puente, durante cuatro años, si bien aquella función era más política que devota, todo hay que decirlo. No obstante, puse toda la carne en el asador para que el pueblo que me vio nacer tuviera unas fiestas dignas, a pesar de los muchos errores que seguramente cometí. Es normal.
En fín, q
ue era necesario aprovechar este parón para hacer todas esas cosas que antes comentaba. Y salimos de nuestra ciudad. Y corrimos en horario de mañana. Y leímos hasta más tarde. Y vimos cine, sin los agobios del despertador al día siguiente. Y paseamos. Y todo eso nos ha quitado las ganas de correr en Huétor - todo hay que decirlo-. Pero seguramente corramos. No sé.
El miércoles por la tarde tocaron unas series: 400x8, haciendo la más lenta en 1'27'' y la más
rápida en 1'20'', siendo el tiempo más común 1'22''. Nada de otro mundo, pero sí muy necesarias para romper la costumbre de los rodajes, aunque éstos se hagan a ritmo alegre e incluso competitivo.

LAS
SERIES





Cuando hago series
no puedo evitar sentirme mísero. Mísero y poco dotado genéticamente para este deporte. No sé si os ocurrirá, pero en las series de 400 -como bien dice Antonio- se sufre lo indecible y es en esos momentos cuando comprendes que estás muy limitado para rendir todo lo que quisieras en las ocho sesiones. Son mortíferas, venenosas, durísimas, asesinas pero son...imprescindibles si queremos mejorar. Nada que no conlleve sufrimiento aporta calidad y mejora. Por eso hay que hacerlas. Aunque se muera en el intento. Esa es nuestra opción, esa es nuestra apuesta.
Y esta mañ
ana ha tocado tirada de 15 kilómetros.

LA TIRADA

No ha sido una tirada dantesca en cuanto al número de kilómetros, pero sí en cuanto al trabajo desarrollado en ella, sobre todo por el calor sufrido. A un ritmo nada desdeñable de 4'45'' el mil, sobre todo si consideramos que las condiciones atmosféricas han sido duras en la última media hora de recorrido. Comencé tarde, a las 11 y cuarto de la mañana, y el calor a las 12 por la Vega ya era destacable, sobre todo sin haber tenido la posibilidad de tomar ni un mínimo sorbo de agua por el camino. El ritmo en los primeros 10 kilómetros estuvo situado, en torno a los 4'35'', pero subió de manera alarmante a partir de ese momento, siendo los últimos cinco difíciles por el calor imperante. Pero existieron buenas sensaciones. Existió potencia, pero también la percepción de fuerte cansancio en la zona de las rodillas, que casi me hace desistir de la carrera de mañana, si no hay la recuperación necesaria.

LA CARRERA DE HUÉTOR TAJAR





Desistir porque la carrera de Huétor Tájar - Javi -, no es una carrera blanda. Lo ha dicho Víctor y lo comentan muchos corredores: es una carrera en la que se sufre. Tal vez por el clima, tal vez porque no es completamente llana, tal vez por la hora....no sabría explicar el motivo. Tal vez sea una mezcla de todos los citados.
De todas las pruebas realizadas el año anterior, fue en ésta en la que sufrí una tremend
a pájara que me dejó maltrecho la mayor parte del recorrido. Estaba recién venido de la Maratón de Madrid y, lógicamente, estaba tocado pero no era algo que percibiera conscientemente. Así que desde el primer momento ponderé un ritmo alto, que me pasó factura a partir del kilómetro 5 aproximadamente. Esos seis kilómetros últimos fueron un calvario. Una pájara como digo en toda regla, influyendo muy negativamente la fuerte calina existente. Este año se retrasa la prueba una hora, por lo que mi apreciación debió de ser muy general. De todas maneras no es una prueba larga -11 kilómetros- y si se mantiene la mente fría en los primeros kilómetros, el resto puede ser muy asumible.

EXPERIMENTOS CON LA REALIDAD




Como decía, esta mañana disfruté de mi tiempo libre y fuí a Pinos Puente a hacer esos 15 kilómetros glosados. Y la realidad es que los corredores, a veces, de manera inconsciente, no observando que no siempre hablamos entre nosotros, solemos decir - sin fanfarronería, por supuesto- a personas que no son corredoras, que venimos de hacer unos cuantos kilometrillos ¿Cuántos kilómetros?, te preguntan. Y contestas como el que habla del tiempo: 15; ¿15?. Y claro, te sientes en la obligación de explicarlo.
Y es eso lo que ha ocurrido esta mañana. Hablaba con algunos miembros de mi familia - mi madre, mi hermana y una sobrina- y se producía esa conversación que cito en el párrafo anterior. Y me digo: por qué no traslado todo esto que hablamos los corredores al mundo de quienes no lo son. Así que decidí experimentar con la realidad, alejado de blogs como éste, de libros técnicos, de charlas con corredores.
Así que el experimento consistió en subirlos en el coche y preguntarles ¿Tenéis treinta minutos?, y a renglón seguido mostrarles la ruta exacta de 15 kilómetros corrida una hora antes y observar sus exclamaciones, escuchar sus comentarios. Es de esta manera como se perciben las sensaciones, las exclamaciones, los comentarios de personas que no son corredoras, al tiempo que nos permite asomarnos a la realidad tal y como la ven quien no corre. Haced la prueba y seguramente os sorprendáis de cómo valoran nuestra actividad quienes están ajenos a ella.

martes, 20 de mayo de 2008

EL MAPOMA SEGÚN ANTONIO

EL COMIENZO

Tras una semana de nervios y de lento transcurrir del tiempo, entre proteínas e hidratos, llegó, al fin, el viernes por la noche. Con todo preparado para la aventura, y antes de irme a la cama, me relajé viendo Carros de fuego. Imaginaros, me veía a mí mismo integrando el grupo de corredores e identificándome, secretamente, con alguno de ellos, de tal guisa que cuando terminé de ver la película pensaba, que me pongan el maratón ahora mismo que lo corro, qué se ha creído el muy hideputa. Con estas ensoñaciones me fui a la cama, sabiendo que me esperaba una larga noche por delante. Y así fue, a pesar de descansar, los nervios, esos compañeros de toda mi vida, me hacían que cada hora y diecisiete minutos, caprichos del reloj biológico, levantase la cabeza en busca de los números rojos de mi despertador deseando, al contrario que la canción, que ese maldito reloj marcase las horas.

EL VIAJE

Por fin sonó, quiero recordar que era una canción animada y que auguraba una gran aventura, pero siendo sincero sonó un bip infernal. Con un salto salí de la cama y movilicé a Ana de una forma tiránica, pero en mi ímpetu no había tiempo para arrumacos y carantoñas. Me eché algo al coleto y enseguida estaba sacando el coche del garaje, encontrándome a las siete de la mañana esperando a que llegasen todos. Tras un pequeño desliz de Daniel, que no voy a repetir, nos encontramos los tres corredores y mi sufrida mujer en camino a Madrid. El viaje fue realmente agradable, hablando de muchos temas siempre entre risas, pero durante los silencios me abordaban las dudas, ¿estaré realmente preparado?, ¿pincharé?, ¿será el ritmo el adecuado? Y mil cosas más que me atormentaban, por todo ello me di cuenta de lo positivo de compartir la experiencia con tan buena compañía. En estas llegamos a Madrid y, gracias a la buena orientación de Daniel, ahorramos con creces el tiempo perdido por su sueño. Si no lo digo reviento.


LA PREVIA

Allí estábamos, en la casa de campo, los tres compañeros de carrera, y Ana de rebote, dispuestos a dejarnos engullir por los prolegómenos del MAPOMA, y no nos defraudaron, la primera en la frente, veinte minutos de cola, los cuales, sumados a mi impaciencia, sólo servían para imaginar los tesoros y misterios para el corredor que encerraba aquel pabellón. Siendo sincero lo que allí se encerraba me decepcionó un poco, a pesar de montarme en una máquina infernal que me sacudió como un potro de tortura. Fue en la casa de campo cuando comenzamos a darnos cuenta de la dureza del MAPOMA, pues algunas de sus cuestas pasaban por allí y pudimos verlas, pero nos sentíamos fuertes todavía y las proclamas de Daniel aún sonaban en mis oídos y en los de Víctor, a mi señal ira y fuego. Así, después de pasar por la feria del corredor y empezar a ver las cuestas que nos machacarían al día siguiente nos fuimos al centro de Madrid, y allí en el hotel fui quemando las horas hasta la cena, entre un rato de descanso, estiramientos, preparar la ropa del día siguiente y una ducha (además de innumerables visitas al servicio para soltar lastre, nervios, y preocupaciones). Para cenar nos fuimos a Sol y desde allí, nuevamente gracias a Daniel, a un estupendo buffet de pasta a rellenar los depósitos de hidratos. Al salir de cenar fuimos dando un paseo, aprovechando que zonas del recorrido estaban por allí cerca. Al recorrerlas tuve la impresión de que Madrid, ciudad que conozco bien, y quizás debido a las obras de Gallardón, había sufrido un proceso de compresión que había provocado la aparición de nuevas cuestas por toda la ciudad y, preocupantemente, todas hacia arriba. Creo que la misma impresión cruzaba la cabeza de Daniel y especialmente la de Víctor, curiosamente lo de intentar bajar de 3 horas ya ni se planteaba. En estas cavilaciones llegué al hotel y me preparé para pasar otra noche toledana.

EL DÍA D


Llegó el día, me levanté cansado, con ganas de seguir durmiendo pero con una alegría enorme, como la del niño que sabe que tras la puerta del salón están sus regalos de Reyes, en mi caso tras la meta estaba el regalo, aquel que llevaba esperando cuatro meses de duro entrenamiento y algunos años en los que la idea de hacer un maratón rondaba mi cabeza como un sueño íntimo, que no me atrevía a compartir con nadie. Sabía que cuando llegase la noche sería maratoniano, y que al fin pertenecería al club de Filípides, también había espacio para el desasosiego y la duda, preguntándome si podría hacerlo, pero sabía que lo iba a poner todo y en caso de flaqueza estaba dispuesto a vender caro el pellejo. Con estas ideas en mi cabeza nos plantamos en la salida, temprano, viendo corredores deambular por las calles buscando una cafetería. Un café, una nueva visita al servicio, la séptima en veinticuatro horas y llegamos a Colón, donde junto con mis compañeros de aventura comenzamos el ritual de preparación para la carrera. De la plaza del descubridor nos desplazamos a la meta y empezamos a darnos cuenta de dónde estábamos, la BRIPAC cayendo del cielo, la gente, muchísima gente, con zapatillas y dorsal dirigiéndose como una riada al punto de salida. En la cola, faltando aún veinte minutos para la salida hablábamos de muchas cosas que no recuerdo, pues creo que era sólo una manera de estar distraído. Sólo recuerdo dos cosas, pedirle vaselina a una señora para untarme los pezones, momento en el que mi di cuenta que no era corredora y a lo mejor podía malinterpretar mi petición, y una extraña sensación en mi vejiga, la cual achacaba a los nervios. En estas sonó el disparo y con ella empezaba la carrera, tras tanta espera llegaba la hora de la verdad, la hora H.


El MARATÓN

Casi andando cruzamos la alfombrilla de salida, más de un minuto después de la cabeza de la carrera. Intentando no perder a mis compañeros daba las primeras zancadas de las miles que sabía que todavía me quedaban por delante. Intentaba, en esos primeros kilómetros, hacer un examen general de la situación, hacía algo de calor, pero las vistas de Madrid conquistada por corredores hacía olvidar los inconvenientes. En cuanto a mi estado, me encontraba muy animado, pero me daba cuenta que sentía las piernas muy pesadas por la ingesta de carbohidratos, y lo que yo achacaba a los nervios no era tal cosa, ¡me estaba meando! En los primeros kilómetros Daniel con una fortaleza impresionante se separó de nosotros y nos quedamos, Víctor y yo, intentando coger nuestro ritmo, entorpecido por la marabunta de iguales. Fue en estas cuando tras divisar el globo de 3:30, y casi darle alcance, tuve que parar para miccionar, en un seto, con un montón de corredores, me alivié y proseguí mi marcha esperando poder encontrar de nuevo a Víctor, cosa que fue sencilla pues él también había parado. No nos preocupó en exceso la pérdida de unos segundos pues sabíamos que había tiempo y distancia para recuperar lo perdido. Los kilómetros seguían pasando y no sólo habíamos cogido el ritmo, sino que incluso íbamos por debajo de lo proyectado y con unas sensaciones buenísimas. Pese al calor, las sombras hacían que la temperatura fuese agradable, lo que comenzaba a quedarnos claro es que no había muchos llanos, o bien hacía arriba o hacía abajo, el maratón comenzaba a mostrar su perfil. En mi cabeza aparecía la altimetría de la prueba sabiendo que lo duro comenzaba a partir del 36, en el mejor momento. Sin duda es, desde el kilómetro 5 hasta la media maratón, la parte que te hace querer esta prueba, sigues disfrutando, vas a un ritmo asequible, las endorfinas me daban estupendas sensaciones, e iba con mi compañero de maratón, perfectamente sincronizados en la marcha, casi me recordaba un desfile, devorando kilómetros a muy buen ritmo y atravesando lugares míticos. Recuerdo haber escuchado la banda sonora de Carros de fuego y sentirme emocionado, sabiendo que en ese momento no hubiese querido estar en ningún otro lugar del mundo ni haciendo ninguna otra cosa, mientras que inconscientemente apretaba el paso. Así vimos, o nos vieron pasar Gran Vía, Sol, Ferraz y el Palacio Real. Sobre el kilómetro 18 me di cuenta de que mi vejiga me haría parar de nuevo, maldiciendo en arameo por el exceso de hidratación, mis ojos comenzaban a buscar el mejor emplazamiento para una rápida parada estratégica, que si entre dos coches, que si junto a un árbol. Al final fue un árbol, en un coqueto parquecito, el que recibió mis fluidos. Apretando la vejiga ante un chorro que se negaba a cortarse, terminé apresuradamente y salí en pos de Víctor, al que en mi ofuscación adelanté y si no llega a ser porque él me avisó no hubiese visto. Recuperamos el ritmo y nos dirigimos hacia la media maratón, la cual pasamos entre risas.


Ahora comenzaba la segunda mitad de la carrera, el viaje hacia lo desconocido, pese a haber sufrido un momento malo en el kilómetro 20, cuando iba tras las elegantes zancadas de Víctor, al pensar que me quedaba más del doble, afrontaba, ahora, ya con mi compañero, esta segunda parte con fuerza y ganas. Cruzando las cicatrices de la M-30 y entramos en la Casa de Campo. Un nuevo paraje nos acogía, atrás quedaba la ciudad con sus amplias avenidas y edificios, encontrándonos ahora, dos verdes, envueltos por el verde. Fue aquí cuando empecé a notar que Víctor comenzaba a bajar el ritmo, me costaba trabajo creérmelo, Víctor el indomable aflojando. Traté de averiguar qué le pasaba y vi que su mirada había cambiado, faltaba la seguridad que antes había mostrado, intenté tirar de él y animarle, pero creo que más bien conseguí lo contrario. Marcamos un par de miles casi a cinco, yo apretaba pero veía como no me seguía, él me decía que tirara yo, pero me negaba a hacerlo, quería que hiciésemos juntos la carrera. Al fin, en el 25, decidí tirar ante su insistencia, apreté el paso y me alejé con un nudo en el estómago, habíamos entrenado mucho y muy duro juntos, y hablado, en más de una ocasión, de hacer lo posible por terminar apoyándonos hasta el final. Me dolía separarme de él, pero sabía que nuestros caminos, aunque idénticos, debían separarse y que a estas alturas del negocio cada uno debía enfrentarse solo a sus propios demonios. Así, me despedí de mi amigo y salí dispuesto a enfrentarme al hombre del mazo y saltar, si era posible, el muro del maratón.

Fue a partir de ese momento donde empezó la carrera, apreté los dientes y con ello el ritmo y comencé a adelantar a muchos corredores. Me sentía bien, fuerte pero sobre todo con muchas ganas, sólo pensaba en que tenía que terminar, seguir la cadencia rítmica de mis zancadas y confiar en llegar al final. En estas llegaron las primeras cuestas duras, las sorteé bien, y me dirigí cruzando nuevamente el manzanares hacia la ciudad, que se presentaba imponente en lo alto de lo que parecía una montaña coronada por el Palacio Real. Los kilómetros seguían pasando y cobrándose su peaje en mi cuerpo, pero el clamor y el ánimo que el pueblo de Madrid nos daba hacía mucho más llevadero la pesada carga de los kilómetros. Pasó el 30, el 35, y con ellos la sensación de adelantar a mucha gente, pero el sufrimiento comenzaba a hacer su presencia. Si antes dije que los primeros kilómetros te hacen querer al maratón, esta nueva fase te hace amarlo, se apodera de tu alma, es sólo la voluntad, el triunfo de la voluntad sobre el cuerpo y la adversidad lo que te hace seguir corriendo. Es en esos momentos donde pensaba que no me iba a rendir, había corrido y sufrido mucho para llegar hasta aquí y tenía claro que no pensaba cejar en mi empeño. Era el deseo de terminar, y por qué no decirlo, los cojones, los que impulsaban mi cuerpo hacia la meta. Pese a ello, en el kilómetro 38, en Atocha fue donde comenzó mi calvario. El cansancio me vino de golpe, la respiración no podía acompañar las exigencias de mi corazón y de mis músculos, todo ello comenzó a provocar una agonía en mi interior. Es difícil diferenciar los conceptos de sufrimiento y de agonía hasta que no has hecho un maratón, el sufrimiento es dolor, pero la agonía es la sensación de morirse por dentro. Con estas sensaciones llegué al kilómetro 40, a partir de aquí la angustia fue indescriptible, e incluso pensé en bajar conscientemente el ritmo, cosa que descarté inmediatamente sintiéndome mal, conmigo mismo, por haber pensado semejante idea. Aquí se viene a morir decía el capitán de Salvar al soldado Ryan. Parecía como si las imágenes de la película se aparecieran en aquel momento, corredores destrozados con una mueca de sufrimiento inenarrable en sus rostros, alguno en el suelo recibiendo maniobras de reanimación. Afortunadamente el cerebro, en esos momentos, recibe mucha menos cantidad de sangre y oxígeno de la que normalmente necesita y estas impresiones no hacen mella. Corrí aquel endiablado kilómetro, a pesar de todo, en 4.30 y tras cruzar el 41, la cuesta, que duraba ya cuatro kilómetros, dejó su paso a un llano que dejaba entrever la entrada al Retiro. Al verme tan cerca apreté el paso, sufriendo muchísimo pero enormemente emocionado, pues sabía que mi meta estaba cerca. Las lágrimas de emoción querían aflorar en mis ojos.

Como describir la entrada al Retiro, la gente animándote como si fueses un gladiador romano, la meta que casi podía verse y de repente escuché mi nombre y vi a Ana, Nuria y Javi animándome. Con las últimas fuerzas que tenía alcé los brazos, sonreí y con un cambio de velocidad, digno de una serie de 400, me dirigí hacia el fin. Crucé, ni sonrisa, ni brazos en alto, ni nada, me sentía vacío, vencido y solo, de tal forma que tuve que pararme, agacharme contra una valla y romper a llorar como un niño. En aquellos momentos todo se me vino encima, el sufrimiento por el que había pasado, los muchos kilómetros acumulados, días con viento, lluvia o frío en los que había salido a correr, a pesar de todo, pensando sólo en el maratón. Todo esto salía ahora de mi y también el recuerdo de mi amigo y compañero Juanjo, muerto unos meses atrás, cuyo sueño era hacer un maratón y por el que había pronunciado, mirando al cielo, un va por ti amigo, al comienzo de la prueba. Cuando comencé a andar, noté como las piernas se volvían de cristal, o llenas de fragmentos de éste, y como cada movimiento suponía un nuevo dolor. Intentando dar los pasos necesarios para salir de allí escuché de nuevo mi nombre y vi a Daniel con una sonrisa de orgullo en su cara, nos fundimos en un abrazo, le confesé que había llorado y él me dijo que también. Estuvimos hablando e hidratándonos un rato hasta que vimos llegar a Víctor, también llorando como una magdalena. Nos abrazamos los tres y sinceramente lo recuerdo como uno de los mejores momentos del maratón, aquel capaz de resumir la aventura en la que nos embarcamos al comienzo de esta narración.

Al final mi tiempo fue 3:14:37, con lo que había superado mi objetivo. El resto del día lo pasamos sobre nuestras maltrechas piernas, pero con una sensación de orgullo en mi interior que hacía merecer todo lo pasado. Pero a pesar de todo, salí con la sensación de no haber alcanzado mi límite, no creo poder haberlo hecho mejor, pero sí haber dado más.

Nos vemos en el Veleta.