lunes, 30 de junio de 2008

¡SE HA PODIDO!...


..Y a lo grande. Grabemos en nuestra retina a este grupo de jugadores porque no es fácil que se repita asiduamente.
Acostumbrados a sufrir con la selección española, desde que al gran Arconada se le coló aquella pelota bajo el cuerpo lanzada, creo, por Platiní, siempre se ha sufrido. Favorita casi siempre y perdedora siempre. Pero hoy ha cambiado el rumbo de la historia.
De todas formas, la historia de esta tarde comenzaba en los cimientos de la sociedad, del pueblo. Una especie de unión popular: amigos con amigos, familia con familia o mezclados todos. La consigna era poder reunirse con seres queridos o apreciados y ver la final de la Eurocopa en comunidad. Y cada grupo, cada persona ha buscado las mejores opciones posibles. Terrazas de bares a tope, bares a reventar, teatros municipales tomados, salas de cines invadidas, plazas públicas abarrotadas, pabellones deportivos, campos de fútbol. O sea, cualquier espacio público era bueno para congregar el furor que se desataría a la hora del partido. Pero no han pasado desapercibidas las reuniones de amigos y de familia en moradas privadas. Y si el ser necesita estar en comunicación permanente hoy ha sido el momento perfecto para esa comunicación. Ni las ideologías, ni los nacionalismos, nada podría superponerse al impulso deportivo. Nada que no fuera razonable. Porque al margen de cuestiones ideológicas, planteamientos patrióticos o sentimientos encontrados, casi todo el mundo quería asistir al triunfo de ese grupo joven de jugadores que juegan como los ángeles ante la potentísima Alemania, correa de transmisión de tantas cosas buenas de la Europa actual y protagonista de una época oscura de la historia.
Por tanto, ganar hoy a Alemania era muy importante. Pero no sólo a nivel deportivo, también a nivel social, a nivel de la representatividad de España ante Europa y ante el mundo. En pos de una mejor posición del país y de sus habitantes. Porque el fútbol no es otra cosa que cultura popular, ese elemento del que todos participamos. Y es por eso que era tan importante alzarse con la victoria, con un reinado que durará dos años.
Y con ese ánimo y con esa sensación de vivencia particular nos dirigimos un grupo de amigos - Antonio, Ana, Javi, Nuria, Mati y yo- a casa de Abel, donde nos esperaba nuestro amigo, perfecto anfitrión en su acogedor piso y María del Mar.
Bien pertrechados de cerveza fría y viandas, formamos un grupo muy bien avenido que compartía fútbol, anécdotas sobre el correr, vivencias, diálogo y mucha, mucha armonía, mientras que todos estábamos atentos a la evolución de una España que tras unos minutos iniciales titubeantes, consiguió imponer su ritmo y su juego ante una Alemania, impotente durante muchísimos minutos del partido. Volvía a florecer la España del toque de balón, de la pelota controlada en defensa y en el centro del campo y del extremo peligro protagonizado particularmente hoy por un Torres que ha interpretado una táctica muy similar a la acostumbrada en su Liverpool inglés. De manera que el único gol del partido no pudo salir de la bota de otro jugador que no fuera de la suya.
Incluso llegamos a celebrarlo, voceando como cualquier hijo de vecino desde la terraza de la vivienda y brindando con un buenísimo vino de Jete. Tras ello alguien propuso -seguramente los miembros del grupo más jóvenes- pasarnos por la Fuente de las Batallas que en Granada ejerce de Cibeles, no sin antes secundar la idea de Antonio de volver al piso de Abel y pedirle dos litronas frescas de la nevera. Y con ellas nos dirigimos a ese céntrico lugar, donde mucha gente joven estaba eufórica pero, aún, comportándose. Otra cosa muy distinta será el número mínimo de desaprensivos que arrasarán fuente y mobiliario urbano.
Mucha bandera española. La mayoría correctas, sin alusiones preconstitucionales, a excepción de unas pocas. Y entre ellas, una republicana que vino anunciando feliz Nuria y que yo me alegré de ver cuando di la vuelta a la plaza. No está toda la esperanza perdida, sobre todo tras unas determinadas declaraciones que, al parecer, en su chochez probablemente hizo el borbón senior cuya noticia me fue comunicada por sms, de cuyo contenido aún no tengo noticias. Habrá que esperar a mañana para conocerlas en detalle, si es que eso es posible dada la mudez de la prensa oficial. Pero me imagino por donde irán. Propias de alguien que está obsesionado por mezclarse con el pueblo, que atiende entrevistas a pie de micrófono, algo que antes era del todo imposible escuchar porque los discursos y las declaraciones de la casa real siempre eran escritas por los fontaneros ideológicos de la casa. Pero ahora, muy mal deben de estar las cosas en cuestión de popularidad que el monarca, el principito y toda la estirpe se dejan abrazar, interrogar y agasajar como si fueran estrellas del pop o futbolistas de éxito, hasta el punto del detalle esperpéntico de ejercer de actores consumados haciendo cariñongas cuando la imagen se posó sobre los príncipes en el partido contra Rusia, algo que fue el hazmerreir de todo un Estado. Pero tiene el histrionismo, en ocasiones es bueno y en otras es nefasto. Depende de los actores. Pero muy positivo me parece que la monarquía vaya haciendo genuflexiones porque esa actitud puede ser la antesala de su finiquito.
Tras otear el ambiente, haber estado con unos excelentes amigos, y unos excelentes anfitriones llegamos a casa tras dejar a la ciudad ruidosa y alborotada, con la sensación de que los políticos hoy están de enhorabuena porque esta victoria del fútbol patrio permitirá llegar sin problemas hasta agosto sin necesidad de explicar qué está pasando en la economía y el atentado al bolsillo del español medio. Pero también con la sensación de que se ha recuperado un sentimiento. Un sentimiento que no sé bien como interpretar pero que parece agradar al pueblo.

sábado, 28 de junio de 2008

GENTE QUE PIENSA, GENTE QUE HABLA



En las relaciones entre individuos hay diversas formas de comunicarse. Y, seguramente, todas ellas son aprovechables y aconsejables. Ahora bien, cuando se convocan reuniones y hay un trasfondo literario y fluyen las ideas y las palabras de una manera espontánea y se va mucho más allá de las conversaciones meramente cotidianas, comprendes realmente que la persona, el ser humano, está haciendo bien los deberes. Porque muchos de esos deberes bien hechos se constataron en ese fabuloso encuentro BIL que solamente una mente inquieta y dotada para pensar de una manera distinta puede organizar. Y me estoy refiriendo al "alma mater" de esta vorágine literaria, que no es otro que mi apreciado Alter Ego, Jesús Lens, que irradia fuerza y sabiduría desde su bitácora y la eleva de categoría, sí cabe, trasladando todo ese buen quehacer a la dimensión física y real. Porque reales éramos quienes ayer nos dimos cita en el Bar Jaráiz, en uno de los lugares más bellos del Realejo. Un cálido lugar donde pensar, hablar, leer o sencillamente beber se convierten en actos espontáneos. Pero a ello contribuyeron de manera decisiva la buena armonía de la gente que allí se dio cita, arropando todos a dos personas excepcionales y talentosas, la escritora Rebeca Murga, que nos deleitó con un poético relato y el consagrado novelista Lorenzo Lunar, que es un tipo entrañable, un humorista metido a literario como se definía. Un escrito cubano de novela negra, que igual te contagia con su brillante verborrea, que se arranca a cantar boleros. Tan entrañable que a un servidor. un pelín nublado por la birra. le llegaron a contar tres abrazos de despedida. Pero no me iba. Y por supuesto, él tampoco. Nadie se iba en aquel pequeño grupo que salía de un local de la calle Ángel Ganivet, cuando las agujas señalaban ya las 4 de la madrugada. Y es que las horas pasaron tan rápido, que todo el mundo se negaba a reconocer que ya era hora de despedirnos.




Y de allí salimos, Mati y yo, con tres libros bajo el brazo. Tres novelas de novela negra, que devoraremos este verano y de las que hablaremos aquí. A esas horas ya había aconsejado a todo el mundo que corriera, que se hiciera verde. Hasta me parece que en un momento pletórico cuando ya iba por la enésima milnovecientos llegué incluso a aconsejar al camarero que también corriera, quer era muy sano, ante la media sonrisa y la cara de estupor del mismo, que bastante hacía el hombre por intentar atendernos a todos.
Particularmente interesante fue el sano ejercicio de conocer a seres que hasta ahora tan sólo sabíamos de ellos por su faceta virutal. Pero todos ganaron en vivo y en directo. Alberto Bueno, un chaval inquieto y jovencísimo, que pudiendo estar de botellón por las plazas y calles granadinas, salía del Jaráiz con dos libros bajo el brazo: La vida es un tango y Usted es la culpable, segunda y tercera novelas de la trilogía protagonizada por ese policía literario, buenazo y sensato, Leo Martín. Lo mismo que ocurrió con un tipo alto y delgado y con aspecto de guiri que apareció y pronunció pocas pero acertadas frases irónicas y brillantes. Se trataba del polifacético Martín Favelis, con el que tuve el honor de conversar un buen rato sobre el corredor y su mundo, ambos acodados a la barra. O el caso del agradabilísimo matrimonio formado por Alfa y El Pinar, gente muy sensata, que están en el mundo y nada le es ajeno. Con Alfa hablé largo rato sobre la república. Y por supuesto, de esta monarquía que los medios de comunicación se empeñan en proteger. Y de política hablamos, y mucho, con Javier Callejón, político de raza - y es algo que advierto porque en política estuve bastantes años-. Pero excelente fue también el trato con gente que no disponen de blog pero que demuestran conocer con exactitud muchas de las cosas de las que hablamos en los nuestros: Jorge, Rash, Pepe, Enrique, Fina...entre otros muchos que no advertían en absoluto la rapidez del reloj.
Y por lo vivido ayer, está demostrado que los BIL tienen futuro. Habrá más y más oportunidades para que se sumen amigos y amigas, a los cuales sólo se les exige un par de cosas básicas: que le gusten los libros y la buena cerveza. Y si es posible que sean buena gente, aunque atesorando alguna de las primeras, se presume esta última.

jueves, 26 de junio de 2008

ESPAÑA SE CONSAGRA EN EUROPA


Insisto. No albergo sentimientos patrióticos y no me parece especialmente emocionante que España llegue a la final, si bien son merecedores de ello. Son profesionales,excelentemente retribuidos que, a pesar de lo complicado que es, tienen la obligación moral y profesional de llegar lo más lejos posible. Pero hay una cosa que me desagrada sobremanera: que cada dos por tres aparezca la imagen de los príncipes restándole protagonismo a quienes realmente lo deberían de tener. Pareciera que Cuatro, aliada de la cosa socialista, tiene la consigna de que hay que volver a proteger a la casa real. Para enmendar las proclamas republicanas de Zapatero, quizá.
Pero dicho esto, hay que decir que sí me ha subyugado el juego de la selección española. Un grupo de jugadores que tocan deliciosamente la pelota. Que por primera ve en muchos años funcional perfectamente en todas las líneas. Que no dan una pelota por perdida. Que tienen instinto ganador. Y lo que es más importante: que juegan muy bien y marcan goles, dejando mal heridas a las selecciones que hasta el momento se han encontrado con la selección española.
El equipo español, por primera vez en mucho tiempo, casi desde los tiempos de Kubala, emociona.
Y hoy le han dado un baño a la potente Rusia. Una selección que probablemente no sea extraordinaria, pero que es muy buena selección. Una bloque compacto de jóvenes jugadores, que en el futuro ofrecerán grandes credenciales. Pero nada se puede hacer ante una selección como la española, que además de plagada de megaestrellas de dos de las ligas más importantes de Europa, se comportan en el juego como un equipo disciplinado. Un equipo trabajador. Un equipo ganador. Pero, insisto, no es de recibo que se asocie la imagen de los príncipes o de los reyes a este triunfo del deporte y, si se quiere, a la ilusión del pueblo español. Si la corona necesita apoyos que los busque en las urnas, no a través de la mediación cómoda del potente tubo catódico. Principalmente porque toda esa campaña a favor de la corona está descontextualizada, introducida con calzador, sin sentido ni lógica alguna. Estamos en un Estado democrático, en virtud del cual elegimos a nuestros representantes. Por tanto, nada hay que objetar acerca de la existencia de representantes del gobierno en los partidos de la selección española. Nos guste o no los hemos elegido democráticamente. A través de la cita electoral, cada cuatro años. Pero que se utilice la buena imagen de la selección española para irradiarla en la corona, me parece tercermundista y manipulador. No creo que el español medio necesite ya de representantes divinos para tirar para adelante. Por no hablar que todo ese trasiego de desplazamientos caprichosos sale del bolsillo del sufrido contribuyente español. En fin.
El próximo domingo España puede ser campeona de Europa. Ese título podrá tener o no tener importancia, pero sí servirá para situar a este país en un lugar predominante. Irá en beneficio de todos, nos guste o no el fútbol.
El fútbol español es una parte determinante de la cultura del país. Y, por tanto, que existan éxitos internacionales posibilitarán que el país se más considerado y con él el español medio. Opino.

martes, 24 de junio de 2008

LA NIEBLA vs EL INCIDENTE

En principio, no se trata de dos películas que rivalicen ni que tengan mucho en común, pero sí es cierto que ambas son coetáneas y tienen como nexo de unión el terror. Al menos un cierto tipo de terror. Ambas alejadas del terror de ultratumba, se dotan de una especie de miedo, que pudiera ser ancestral, cósmico, interior, desconocido, de otra dimensión. Un miedo que consigue - mucho más La Niebla que El Incidente- remover al espectador de su butaca. No obstante, no existe similitud en calidad, en estructura, en guión, ni tan siquiera en dirección. Hablamos de dos películas totalmente distintas que hemos visto en las dos últimas semanas.




La Niebla está basada en un relato corto de Stephen King. Y casi todo lo que emana basado en este autor suele ser sinónimo de terrorífico, sobrenatural, extraño. Esa es su forma de ver el mundo. O al menos es como lo plasma en su abundante literatura. Y resulta que, en principio, uno podría no prestar demasiada atención a esta película. Podríamos pensar antes de verla que es una película de las muchas que se hacen.



Una película básicamente comercial, concebida para llenar cines y, por consiguiente, hacer caja. Pero un buen día alguien te la aconseja - en este caso cómo no, fue Jesús Lens a través de su activa bitácora -, y a pesar de que no vas al cine - ya no - decides buscar un rato en la agenda un día de semana, quedas con unos amigos - en este caso Antonio y Ana - y le dices a Mati: ¿ nos vamos a ver La Niebla ?



Desde el primer minuto comprendes que se trata de una película distinta. Al menos distinta a lo que habías preconcebido. Una historia fantástica. Sin duda. Pero que no nace como tal. Conocemos lo que es amanecer con niebla. Sabemos lo difícil que es manejarse en ese estado, pero no sabemos mucho más. Por ejemplo: ¿ qué hay al otro lado ?



Una mañana -cualquier mañana- vas al supermercado. Todo muy cotidiano y habitual. Pongamos que acudes a un Mercadona o a un Lidl. Y fuera persiste la niebla. Todo normal. ¿ Todo normal?



H.P. LOVECRAFT

Me gustó de la película el miedo cósmico que emana de la misma. Porque siempre me han gustado las historias de H.P. Lovecraft. No leo a King, pero sí a Lovecraft. Y contemplar una película
que te evoca al literato norteamericano ya desaparecido me pareció fascinante. El miedo cósmico de Los Mitos de Cthulhu, El horror de Dunwich... Toda una larga y siniestra obra, en la que el terror cósmico está muy presente. Por eso me gustó mucho La Niebla. Pero también por el trasfondo de la película. Afuera está el horror. Pero también está dentro. En nuestras cabezas. En nuestras creencias. En nuestra actitud ante el miedo ancestral o presente. Ante la vida, en definitiva. Todo eso, destilado a través de unos brillantes diálogos, que no permiten demasiadas concesiones a la ciencia ficción o a los arreglos visuales informáticos, hacen de este película un clásico. Al tiempo. Pero sobre todo no se muevan de su asiento hasta el final. Porque de esta película nada hay que perderse, pero menos que nada, el final. Increíble. Impresionante. Imprevisible.
Avalada por un excelente director, Frank Darabont, un experto en la obra de King, que ya atesora éxitos, tales como La Milla Verde o el excelente guión de Cadena Perpetúa.
No os perdáis la excelente reseña en Pateando el mundo




Pero otro caso totalmente distinto es El Incidente. Iba advertido por anteriores obras de M.Night Shyamalan. Cuando vi El Bosque me fascinaron los primeros diez minutos (sobre todo la escena de la comida familiar en el campo y la mirada de terror de los comensales hacia esos ruidos desconocidos allende del bosque. Me fascinó ese movimiento de cámara) y determinadas escenas, esporádicamente brillantes, que intentan recrear una buena historia, anteriormente novelada. Pero desde mi punto de vista mal enhebrada.
Con El Incidente me ha ocurrido igual. Diez minutos iniciales mágicos, terroríficos diría yo. Y determinadas escenas muy brillantes (la escena de los albañiles me lo pareció), pero poco más. Poco tenía sentido en la historia y si algo ya estaba totalmente fuera de sí es la particular historia de la parejita con niña incluida. Nada que ver con la película.Y si en La Niebla el final hace que la película gane kilates, aquí el final deprecia aún más el film.



El director nacido en La India, desde mi modesta opinión, nada ha hecho de mérito desde El Sexto Sentido. A veces da la sensación que pasa más por ser un gran director de cortos o de traillers, pero que el metraje de una película le queda demasiado largo.
El Incidente es una buena historia. Una historia que contada y conducida de otra manera podía haberse convertido en una excelente película.
No os perdáis la excelente reseña en Pateando el mundo.


lunes, 23 de junio de 2008

LIBROS, LIBROS.....LIBRES




Como algunos ya conoceréis, Jesús Lens, articulista, bloguero, corredor y dotado de una mente que no para ni para correr, ha organizado una cita bírra-libresca muy interesante y original. Un lugar de encuentro en el que, a todos los que nos gusten los libros y/o las cervezas (y yo creo que en esos dos grupos nos hayamos la mayoría), deberíamos de estar allí.





El lugar, el cómo, la forma, es mucho más ilustrativo leerlo directamente en Pateando el mundo, bitácora de mi Alter Ego Virtual y cada día más físico también. Por tanto, amigos Verdes, no Verdes, Verdosos, o de cualquier tipo, color y forma, que gusten disfrutar de buena compañía, de buenos libros y de buenas cervezas, nos veremos el próximo viernes, 27, en lugar y hora que Jesús nos indica en su bitácora.

domingo, 22 de junio de 2008

A SEMIFINALES POR MÉRITOS PROPIOS



Comentaba al principio de la Eurocopa de Suiza-Austría, que ya no me emociona el fútbol. No como antes. Pero esta noche más que emoción uno ha sentido que se ha hecho justicia. Porque se ha vuelto a ver a unos jugadores que por unos minutos se han alejado del mercantilismo de sus clubes, de sus opciones millonarias para recalar en un club o en otro. Esta noche se ha visto un equipo entregado. Humilde. Trabajador. Ante una Italia que ha entregado las pocas opciones que ha tenido desde el principio practicamente. Y ante ese panorama no podría darse otro resultado que éste.
Además, se ha hecho historia. Al ganar a Italia en un partido oficial después de más de ochenta años.
A hacerlo a través de los penaltíes, que parecían vetados para España. Y sobre todo a eliminar complejos de ediciones anteriores, tanto en Eurocopa como en Mundiales.
Nos alegramos porque, insisto, se ha hecho justicia. Sólo ha habido un equipo. Y porque hubiera sido injusto que la nación transalpina se hubiera clasificado.
Son los actuales campeones del mundo pero, particularmente, hoy sólo ha existido un equipo en el campo.





Te fijas en Casillas, en su tranquilidad, en su sencillez y en su seguridad y sabes que otros aires corren en el fútbol español. Al menos a nivel de selección.
Nos hemos vuelto a reencontrar con el fútbol. Pero no es la emoción lo que ahora atesoro. Insisto, es la razón. La justicia.
El jueves España juega ante Rusia. Una Rusia que ofreció la peor cara ante España y su mejor cara ante Holanda. Se podrá ganar y se podrá perder, pero seguramente nos encontraremos ante una selección que luchará y buscará la pelota. Alejada de las marrullerías de Italia. En cambio, todos estábamos temerosos que Italia hoy buscara ganar por los medios a los que nos tiene acostumbrados: la confusión, lo trapisondo y las malas artes de un país que ha atesorado lo mejor y lo peor a lo largo de la historia. Todos teníamos en la retina la nariz ensangrentada de Luís Enrique que nos postró a todos en la impotencia y en la injusticia.
Ojalá la actuación de España nos vuelva a reencontrar con el fútbol puro, aquel que nunca debió perderse.

sábado, 21 de junio de 2008

CAMBIO DE CICLO Y DESCANSO.

Como en otros asuntos de la vida, en la faceta de correr necesito también detenerme, descansar, recapitular, vislumbrar las causas y los efectos, alejarme para ver mejor la perspectiva. Reinventarme.
En otros asuntos puedes cambiar de hábitos. Si eres lector habitual, es posible descubrir nuevos autores, nuevos estilos, nuevos puntos de vista literarios, nuevas formas de pensar en ensayos o nuevas visiones históricas de acontecimientos pasad
os. Si te interesa la música, nada tan negativo como estancarse. En mi caso, siempre necesito explorar nuevos autores de los estilos musicales preferidos e incluso abrir los oídos a nuevos estilos.
En todos los aspectos, buscar siempre la innovación, el dinamismo. Tanto en el trabajo como en el estudio. Como en las relaciones personales. Como en la relación con el mundo. De manera que cuando se tiene claro que existen tres o cuatro básicas que le acompañarán de por vida, insisto, hay que detenerse y mirar la perspectiva como
haría cualquier buen pintor o un buen arquitecto. Porque también nuestras acciones se convierten en obras. Nuestras obras. Y es importante renovar esa perspectiva.
Correr forma parte de mi existencia y, como todos sabemos, es una actividad absolvente pero también repetitiva. De ahí que en este tipo de actividades siempre haya que hacer un pequeño parón que no sólo posibilite descansar físicamente sino también psíquica y animícamente. Y eso es lo que ahora he decidido: buscar una óptica nueva distinta. Saber si lo que hasta ahora ha sido válido lo será en lo su
cesivo; y lo que es más importante, saber con exactitud si lo que haré en el futuro es lo conveniente. Saber con exactitud si deseo esforzarme más o no. Si me conformo con el nivel actual. Si quiero plantarme nuevos retos. O simplemente, si lo que deseo es correr por correr o emocionarme con nuevos retos.


Llega un momento en el que es conveniente descansar y reflexionar.

Cuando corrí hace una semana en La Ragua, hasta horas antes de la inscripción era un mar de dudas. Se agotaron las hojas de la margarita y no sabía a qué acudir para decidirme. Y esa onerosa decisión, sin saberlo, abrió un ciclo, hasta que el otro día lo comprendí a la perfección subiendo por las duras rampas que conducen al Torreón de Albolote con Antonio y con Víctor. Pero nada tuvo que ver con el fuerte ritmo a que nos tienen acostumbrados nuestros guerreros Verdes, en todos los terrenos, pero muy en particular en las subidas. Eso es algo que tengo asumido: tengo más edad, más kilos y tal vez menos condiciones. No tengo ningún problema con eso. El problema es que no podía con mi alma subiendo a mi propio ritmo. Y eso me alarmó. Las piernas se quedaron exentas de energía y no las sentía y subía con muchas dificultades, más gravosas que las habituales en este tipo de cuestas. Es más no era ni sombra de quien subía por allí quince días antes. Posteriormente en la bajada observaba como corría solamente por inercia y me quité la camiseta solamente porque mis amigos se la quitaron pero no porque yo sintiera esa necesidad. Y eso me preocupó. Es más, jamás había sentido necesidad de atiborrarme de agua como esa tarde. En fin, síntomas muy extraños, alejados de los experimentados en un entrenamiento en condiciones extremos, que no fue el caso. Así que cuando llegué al coche me dije: vas a parar una temporada, lechón.
Un cambio de ciclo, que tanto apasiona a Jesús Lens. Pero un cambio de ciclo modesto, alejado de aspectos socio-económicos. Sólo un cambio de ciclo en cuanto a correr.
Y tan clara ha sido la decisión, que ni siquiera he reparado en la prueba próxima del Circuito. Si me detengo, lo hago con todas las consecuencias.
Pero ¿ para cuando estaré en marcha ? En principio me he dado tan sólo una semana, pero es probable que sean alguno días más. Al cabo de ese tiempo, supongo que ya tendré decidido si decido crecer como corredor, estancarme o incluso retroceder porque no quiero tentar la posibilidad de una lesión, o lo que es peor un desánimo genérico que me lleve a olvidar correr.
Y os aseguro que no es nada exagerado que ocurra este fenómeno cada equis tiempo en nuestra actividad de corredores. Como ocurre en el trabajo, en las relaciones personales. En la vida.

viernes, 20 de junio de 2008

TOCA DESCANSAR UNOS DÍAS

Esta tarde subiendo al Torreón de Albolote con Víctor y Antonio lo he visto claro: estoy totalmente vacío de energía. Un número de carreras ininterrumpido trás la lesión, un par de subidas al Torreón, la prueba de Órgiva, la Media de montaña de La Ragüa y la subida de hoy. No doy para más y necesito cargar las pilas. Para colmo hoy he subido, con escaso éxito, con los dos guerreros de nuestro grupo de Las Verdes. Los que más suben, los que más en forma están. Y se me han atragantaron las dantescas subidas hasta el monumento árabe. Una sombra del que subía alegre y potente hace 15 días en compañía de Mario. Incluso bajando percibía que las piernas estaban vacias y que incluso la falta de energía afectaba a la percepción del entrenamiento. Si he podido continuar ha sido porque el ritmo de bajada era suave y, por qué no decirlo, existe ya el suficiente oficio que posibilita que las piernas vayan solas aunque las piernas y la mente no acompañe. Para colmo nunca había pasado tanta sed en ruta. Sed, debilidad, ganas de ingerir algo dulce. Además del reinante calor de esta tarde, subiendo al Torreón con casi 30 grados de temperatura.


Paco y José Manuel se han estrenado esta tarde en la fuerte subida al Torreón

Así que no he podido esperar más y en el camping existente junto al Pantano preguntamos a un operario donde beber agua, y hacía el grifo indicado me lancé como alma que lleva el diablo, lo cual posibilitó una semi serie de 500 metros hasta nuestro punto de finalización, en el Restaurante Romero. Y allí nos esperaba mi Compae Paco, que venía con José Manuel de subir también al Torreón, por otra ruta distinta. Y es que la fiebre de la subida, imprimida por Antonio, se ha instalado en todo el grupo. Cada uno a su ritmo, pero todo el mundo le está tomando apego a machacarse en las cuestas.

Guardemos los bártulos durante unos días. Carguemos las pilas....

Por tanto, mi propósito es descansar. Rodar muy suave tras tres o cuatro días de descanso total, pero principalmente descansar. Recargar de nuevo las pilas. Porque el cuerpo avisa y hay que saber escuchar.


....Y cuidemos el cuerpo, que es el único que poseemos.

Las sensaciones de ho
y en la subida han sido nefastas. Veía que mis compañeros subían con mucha facilidad e incluso se alternaban entre ellos de manera poderosa, mientras yo veía que ambas isquiotibiales se dormían hasta perder las fuerzas por completo. Les costaba a ambas piernas ni tan siquiera aguantar el peso, mucho menos arrastrar con él. Y lo percibí claramente: no tienes fuerzas lechón, no das más de sí. Por tanto, a descansar toca. A recuperar con flexibilidad, con paseos, con estiramientos. Todo menos correr en unos cuantos días. Hay que rendirse a la evidencia.

miércoles, 18 de junio de 2008



Hemos dado un paso más subiendo ese bestial Puerto de La Ragüa. Para muchos, hemos sido unos osados; para otros, unos locos. Y es que de ambas cosas se compone el correr: de osadia y de locura.
Ahora bien, no se dan esos pasos de manera inconsciente. Antes hay horas y horas de entrenamiento, de dedicación. Ha habido con anterioridad, medias maratones, maratones - en algunos casos -, y múltiples carreras. De manera que cuando el corredor o
tea el calendario y descubre una carrera como ésta, es posible que no la incluya en la agenda de manera directa pero guarda la información. Es así como comienza el mecanismo de toma decisión de este tipo de carreras de gran dureza y resistencia.



Releía la última entrada de nuestro común Proyecto Florens, escrita por mi Alter Ego Jesús Lens y consideraba que en ella están contenidas muchas ideas y cosas sabias que van desgranando ese mecanismo que nos hace correr y avanzar. De ahí que considere imprescindible esta lectura para todos aquellos que os preguntáis - nos preguntámos- como un individuo desde la nada, o desde el trote más tranquilo y relajado, decide un día dar un paso más y subir un Puerto como éste. Nos os perdáis esa lectura.

El Proyecto Florens es una iniciativa de Jesús Lens y José Antonio Flores.

domingo, 15 de junio de 2008

1ª MEDIA MARATÓN DE MONTAÑA LA CALAHORRA-PUERTO DE LA RAGÜA



Pasó el miedo. Pasó el terror. La incertidumbre de los días anteriores. La inquietud que hicieron que este corredor escribiera una especie de testamento pre-Ragua (¿ presentía que no saldría vivo de esa épica carrera?).
Sin embargo, la dureza i
intuida no era fruto de una imaginación calenturienta. Principalmente la dureza en los últimos siete kilómetros, que es cuando la prueba te mira a la cara de manera inmisericorde.
Pero empecemos por el principio.


Excelente estampa verpertina de La Calahorra a la salida del Restaurante "El Manjón".

Llegar a una población que acoge una prueba de montaña contiene elementos diferenciadores. Inmediatamente observas todo el contorno elevado que hay alrededor. Inmediatamente vimos a Víctor.Antes, mientras esperábamos a Javi y Antonio, que quería ir a La Calahorra por Madrid (jeje,), Jesús y yo nos fuimos a buscar un bar para tomar un café en una plácida pero ya perturbada tranquila mañana del pueblo de la zona del marquesado. Encontramos un bar y al poco un cliente se dirigió a nosotros: "¿José Antonio Flores?" Era Gregorio, conocido amigo bloguero. Y descubrimos una perfecta imagen de corredor curtido, fibroso y definido. De hecho, su buena carrera ha posibilitado que se subiera al podio como corredor local. Enhorabuena, de nuevo. En cuanto llegué intenté imaginarme a donde subiríamos dentro de un rato, pero no es fácil, ya que lo que emerge al sur de La Calahorra no es otra cosa que la grandiosidad de Sierra Nevada. No obstante, un miembro de Los Trotanoches, que han colaborado en la organización, nos apuntó señalando con el dedo: "allí hay que subir". En ese momento apenas estábamos saliendo del pueblo y se nos heló la mirada. Pero no era el momento de pensar en eso. Lleguemos antes a Aldeire.
Aldeire es el primer y último pueblo que hay que atravesar antes de penetrar en ese fresco bosque, cuyos caminos forestales nos dejarán 13 kilómetros más arriba en la mortífera carretera de montaña. Esos 13 kilómetros no son difíciles para un corredor que esté medianamente entrenado. Excepto alguna rampa subida de tono, la ruta se hace cas
i agradable, aún siendo sabedores que casi todo el rato se sube, en mayor o menor grado, excepto en los últimos tres kilómetros, que se nos regala una bajada perfecta. Una bajada que no es lo suficientemente intensa y apenas existe impacto para la musculatura, que habrá de estar intacta unos kilómetros más adelante.
Sin embargo, como decía, no todo en esa ruta de 13 kilómetros es agradable. Agradable es la pasional naturaleza que se percibe, los frescos arroyos que, seguramente, recogen el deshielo de la Sierra; e incluso el suave clima. No obstante, en los primeros nueve kilómetros existen zonas de dureza significativa. Las rampas que surgen lo hacen sin previo aviso. Son rampas que dibuja el propio terreno sin consideración a quienes circulan por ellas corriendo. Surgen, se extienden, se doblan y desaparecen. Todos los ingredientes para ir quebrantando poco a poco piernas, los pulmones, el corazón y la confianza.
En
una de las primeras, no demasiado larga pero sí intensa, perdí algo de confianza. Percibía las piernas pétreas y pesadas. No cansadas pero sí estáticas. Pero el ritmo que llevaba era conservador, a razón de 5'10 el kilómetro, promedio que aumentaba a medida que se absorvían kilómetros.
Pero curiosamente, en torno al kilómetro 7, en una de esas rampas, tras atravesar un arroyo, me sentí muy bien. El reloj no marcaba todavía las 10,30, llevábamos 40 minu
tos de carrera y la temperatura era perfecta. Un leve frío se percibía a través de la pie y eso daba alas a las piernas. Tuve la suerte de llegar a la altura de Antonio, un amigo de este blog, y percibí que su ritmo de subida era el adecuado para conservar las fuerzas. Y con él subí toda la cuesta. Una vez arriba y tras detenerme a evacuar, sin suerte, comenzó la bajada de tres kilómetros. A esas alturas ya no veía a Antonio, Víctor y Javi de Las Verdes, que iban más adelantados. Un poco más atrás quedaron Jesús y Paco Montoro, que decidieron hacer los primeros kilómetros más conservadores y con los que circulé hasta Aldeire practicamente.
Me encontraba bien. Feliz de haber decidido correr esta carrera como vaticinaba Antonio y esperanzado ante lo que nos esper
aba. Las cuestas no son mi fuerte, pero hasta ese momento no había tenidos problemas, ya que me había mentalizado para ir conservador. Nada que ver con el ritmo que solemos -cada uno adaptado a sus posibilidades y condición física- desarrollar en carreras más cortas o con menor dificultad orográfica. Así a ese ritmo, las cosas funcionaban perfectamente. Incluso opté por seguir siendo conservador en la bajada. Sin duda, había interiorizado perfectamente que a esta prueba había que rendirle respeto.
Pero acabó la bajada y salimos a la carretera de montaña, en dirección al Puerto de la Ragua. Y eso fue ya otra carrera.
Sin embargo, no sé bien por qué, pero asumí con optimismo las primeras rampas. Proba
blemente porque venía de refresco en esa bajada y porque el ritmo hasta ese momento había sido muy conservador.
La interpretación
de esas rampas y ese optimismo fueron un punto catalizador de lo que posteriormente ocurrió, y ahí residió parte de la mala estrategia en esos 7 kilómetros finales, los más duros sin lugar a dudas de esta Medio Maratón de Montaña. En esos momentos ya no venía conmigo mi compañero de la subida anterior, y el número de corredores - no han llegado a 200 los participantes-, a esa altura de carrera no era masiva. Subiendo el Puerto de Montaña, era muy fácil ir en soledad, si acaso acompañando o viéndonos acompañados unos cuantos metros con algún corredor. También contaba con un dato fundamental: el calor. Habíamos salido minutos antes de un camino forestal, cuyos árboles ofrecían sombra en muchos tramos del recorrido. Pero ahora la apuesta era claramente contra la carretera empinada y el fuerte sol, que en ese momento - en torno a las 12 del mediodía- caía sobre nuestras cabezas. No se trataba de un calor tropical, ya que a esas alturas el clima no suele ser caluroso, pero en altura los rayos del sol adquieren unos puntos de perversidad. Es algo que los montañeros saben perfectamente. Y lo saben perfectamente mis hombros en este momento.
Los kilómet
ros 14 y 15 son duros, pero no de una dureza extrema. Sin embargo, a partir de ese último kilómetro, justo a la altura del avituallamiento en el que dispensaban sandía, además de agua, comienza a ser mucho más exigente la subida. Y mucho más que se tornará, cuando abandonemos la carretera general y nos desvíen hacia una carretera mucho más estrecha y mucho menos uniforme. Es en esta pequeña carretera cuando las rampas ya si son dantescas y comienzan a aflorar las balizas propias de la alta montaña. Hasta ese momento, lógicamente, el ritmo había decaído, para intentar adaptar éste al terreno, pero las fuerzas seguían, sino intactas, al menos no desaparecidas. Sin embargo, temeroso que esos cinco últimos kilómetros fueran aumentando en dureza opté por tomar el gel energético que portaba.
Pero la march
a era bastante optimista, lenta pero optimista. El gel era tan sólo una prevención, que tomado con el tiempo suficiente podría, al menos, hacer el "efecto placebo". Pensé que habían comentado que los últimos kilómetros serán prácticamente llanos, pero tenía mis dudas. Sin embargo, ese dato, pensado de forma efímera, se convirtió en la clave de mi posterior actuación.
Subía entre el
kilómetro 16 y el 17 y las rampas parecían competir en dificultad. Pensaba -o tal vez deseaba- que si los últimos kilómetros eran llanos, estas rampas estarían a punto de fenecer. No obstante, el terreno parecía indicar otra cosa. Se daba una curva y aparecía otra rampa y la vista observaba una larga subida recta e inacabable, que se agotaba en otra curva, donde otra nueva rampa, aún más dura, daba entrada a otra larga subida. Y en esas condiciones, ya más mermado de fuerzas, la psicología se encargó del resto.
Veía que algu
nos corredores se detenían y andaban. Pero nunca me ha gustado andar en una prueba. Siempre lo he interpretado como una autotraición. Pero fue clave pasar a la altura de un corredor bien definido del club de atletismo de Baza, al que ya había observado andar en varios kilómetros anteriores. Sin embargo, siempre iba por delante mía. Su estrategia era la siguiente: andaba y salía fuerte, para posteriormente andar y volver a salir fuerte. Y así sucesivamente. Por tanto, aún esperanzado de que llegara la zona más llana y convencido por la estrategia de este corredor, sin pensarlo demasiado, a pesar de no ir extenuado ni con ausencia total de fuerzas, opté en un pis pas por andar con él, convencido que a los pocos metros comenzaría a correr de nuevo. No me detuve en ningún momento, tan sólo intercambié correr muy lento por andar rápido.
Ya digo, que andar en una carrera jamás me ha gustado. En el Maratón de Madrid, había muchos corredores que andaban casi más rápido que yo corría, en los últimos kiló
metros, pero yo no consideraba oportuno andar. Pero esto es una carrera de montaña y sé positivamente que los atletas suelen alternar el andar con el correr. Y de ahí esa convicción casi espontánea. Y nos pusimos a charlar. Me comentaba Fran - que así se llama este corredor- que prefería tomarse este tipo de carreras de este modo. Que no lo hacía porque estuviera demasiado maltrecho, sino que de esa manera descansaba mejor y alternaba el andar con el correr. Y me convencí que era correcta su reflexión. Estábamos casi en el kilómetro 19 y andamos hasta pasado el 20, con la idea de comenzar a correr a partir de ahí, si bien cuando vas andando, tal vez lo que menos desean las piernas es volver a correr. Ya habíamos descartado el terreno suave final. Eso ocurre en llano, por lo que en altura mucho más. Comprobamos que andando íbamos al mismo ritmo, si no más que algunos corredores que iban corriendo muy penosamente. Es cierto, que la mayoría nos adelantaban pero su acción duraba enormemente. Fue en ese momento cuando pasó Paco Montoro corriendo. Iba a buen ritmo. A mejor ritmo que muchos de los corredores que veíamos a esas alturas. Me preguntó que cómo iba y le contesté que había decidido andar. Le pregunté por Jesús. Se ha quedado más abajo, quiere ir más tranquilo, me contestó nuestro amigo malagueño. En ese momento sentí el deseo de seguir sus pasos, pero iba andando cómodo y recuperando de manera espectacular. Además mi andar y el de mi acompañante era rápido, algo que posibilitaba no perder demasiado tiempo.
Al final de una curva en alto vimos a un grupo numeroso de personas y alguien nos ind
icó que por allí estaba la meta. Y fue en ese momento cuando comenzamos a correr. En mi caso muy penosamente. Llevaba las piernas muscularmente muy rígidas. Habían perdido tono muscular. En unos minutos estábamos atravesando la meta, con un tiempo empleado de 2 horas y 12 minutos, aproximádamente. Cuando llegué aguardaban Javi y Antonio, a quienes abracé. Antonio está pletórico por lo que barrunté que se había salido. Y efectivamente, nuestro amigo de Las Verdes hoy se ha convertido en un ser de otro planeta: ¡¡1 hora y 50 minutos!! si no me rectifica. Un tiempo bestial, que denota una fuerza descomunal en este tipo de terrenos. Javi denotaba un gesto más serio, pero también estaba feliz. A pesar de que había sufrido, desde el kilómetro 15 ha hecho un tiempo de 2 horas y cinco minutos, si no me rectifica. Víctor había clavado el crono en 2 horas justas, habían sufrido según nos contaba bastante a partir del kilómetro 18. Jesús llegó con un tiempo excelente (¡¡Chapeau para nuestro verde más valiente!!): 2 horas, 17 minuto y 44 segundos, sin haberse detenido en ningún momento. Llegó con la mirada perdida. Bastante cansado. Lo ví dirigirse haciaa el agua y la sandía como una exhalación.
Increibleme
nte llegué muy fresco. Cansado pero fresco. Y fue en ese momento cuando comencé a reprocharme haberme puesto a andar; me reproché que lo me hubiera hecho sin las fuerzas me hubieran abandonado por completo, como sí ocurrió la semana anterior en Órgiva. Me decía que no tenía que haber parado, porque las fuerzas físicas - no tanto las psicológicas por lo explicado anteriormente con relación a la falsa percepción del final de carrera y el terreno llano-, no estaban aún agotadas. Es más, descubrí que tal vez por el efecto del gel, la sensación de frescura la obtuve nada más llegar a meta. Cometí un error estratégico. No haber considerado las razones que me hicieron andar hubiera sido lo más correcto. Seguramente hubiera llegado más tocado, pero hubiera corrido ese kilómetro largo. En fin. Queda mal sabor de boca, cierto desasosiego y cierta sensación de fracaso. Pero sobre todo queda cierto enfado por haber comenzado a andar cuando las fuerzas no estaban tan mal. De todas formas, lo importante es haber llegado, en un tiempo que considero mucho mejor que el que vaticinaba, de acuerdo con las referencias que había leídoo para este tipo de medias maratones. Un tiempo que considero bueno a pesar de haber ido conservador y asustado por lo que pudiera pasar en una carrera de tanta dureza. Todo eso es decísivo a la hora de fijar y mantener un ritmo de carrera. Que duda cabe.
Fuímos a La Ragüa y volvimos con la sensación de haber acabado una durísima prueba. E
so es lo importante. Una prueba, en lo esencial, muy bien organizada, por cierto.


¿ Se adivina quién ha corrido la prueba ?


Javi, dudoso ante la explicación de la subida al Veleta de Antonio. Jesús desmarcándose.

El tercer tiempo -como se suele decir- fue francamente más prosaíco. Bajamos en autobús Jesús y yo. Mientras que Victor, Javi y Antonio bajaron con un inglés en su coche. Pero que e
so nos lo expliquen ellos. Tan sólo sabemos que Victor no encontró asiento en el autubús y tuvo que bajar y con él Antonio y Javi, ante la mirada de desazón de Jesús y mía.
No obstante, todos llegamos pronto a La Calahorra, a eso de las 13, 30. A esa hora ya habían llegado desde Granada, Nuria, Ana, Sacai y Mati, mientras que Jesús y yo fuímos a adecentarnos a los servicios del restaurante que luego nos colmaría de buenas viandas.
Tras lo
s cambios de ropa, los saludos con corredores conocidos, la recogida de la bosa del corredor, por cierto, muy bien dotada, incluyendo hortalizas, camiseta técnica, bolsa de tela, podómetro y cinta para el pelo. Se anunció un sorteo de productos pero, a pesar del esfuerzo de la organización, los minutos pasaron raudos y no se veían gestos ni productos. Así que habiendo ya comunicado en el Restaurante "El Manjón", que iríamos a comer sobre las 15,00, optamos por no esperar a la paella que anunciaban y nos fuímos al cómodo frescor del salón del local.
Y comenzaron a circular platos, verdes, risas, anécdotas y buena compañía. Hasta bastante tarde.



¿ Foto ganadora ?

Ya casi a punto de marc
harnos apareció Gregorío para invitarnos a un café a una casa de unos amigos, muy cercana al restaurante. De manera que tras la foto para el concurso de la Semana Negra de Gijón, que se observa en el blog, compartimos charla y unas excelentes cerezas con Gregorio, esposa y sus amigos, a quienes saludamos desde aquí.
Excelente jornada la vivida hoy. Una gesta destacada -hoy sí- y unas estupendas
viandas en compañia de ese grupo de Las Verdes, cada vez más alocado a la hora de afrontar nuevos retos. Pero echamos de menos a los ausentes. A Abel, a Paco, a Mario y José Manuel, con sus respectivas parejas.
Seguramente, muchos de vosotros, amigos, esperabáis como agua de mayo esta crónica, temiendo por nuestra superviviencia, hasta el punto que Mario me envíaba un SMS pidiéndome que me fuera a un Ciber para anticipar algo.
Como diría aquel periodista, así ha sido y así os lo he contado.

No os perdáis la fresquísima y genial crónica de Jesús. Y no dejéis de visitar la que hace Paco Montoro y Gregorio.

viernes, 13 de junio de 2008

REFLEXIONES ANTE LA RAGUA.

No estoy pensando obsesivamente en La Ragua, pero tampoco puedo decir que no me produzca algún desasosiego. Se trata de una prueba que marcará una etapa. Como la marcó la primera media maratón que hice. Como la marcó el Maratón de Madrid. Crecemos, por tanto. O al menos, eso espero.




Ha sido una semana distinta. Distinta en entrenamiento. Distinta en sensaciones. Al principio de semana había planificado subir al Torreón de Albolote, una altura importante de los alrededores de Granada, obviando lógicamente Sierra Nevada y su entorno. Pero al final no lo hice. El martes percibía que las piernas las sentía cansadas tan sólo con subir escaleras -no suelo utilizar ascensores- y me pareció una señal de alarma ese dato. No llegar con las piernas frescas a La Calahorra se convertiría un problema. Como ya lo fue el llegar cansado a Órgiva. Así que opté por hacer 12 kilómetros suaves y en llano.
El jueves consideraba acertado hacer 17 kilómetros por la Vega, con alguna dificultad, no importante, pero dificultad al fin y al cabo. No obstante, el excesivo respeto a ese puerto de 2.030 metros de altura, también me hizo desistir. Dar más kilómetros a las piernas quizá fuera contraproducente. En su lugar opté por hacer 10, entre Pinos Puente y Caparacena, incluyendo algunas cuestas, sobre todo para no perder demasiado tono muscular adquirido en las semanas anteriores. Diez kilómetros a un ritmo muy suave, no bajando de los 5' el mil. Además aproveché para estrenar con las Kayano, que hay que decirlo, se comportaron perfectamente.




Decía que no me ha obsesionado demasiado saber que el domingo tendré enfrente, amedrentándome, las rampas de La Ragua, pero sí atesoro algunas preocupaciones: a la debilidad que experimenté en Órgiva, al tenue pinchazo que me está aportando el soleo izquierdo desde ayer. Y me quisiera detener en este último dato.
Me ha aterrorizado pensar que en algún momento pudiera ocurrirme como en Los Palacios. Espero que no. Resulta
que ayer tras estrenar muy suavemente, a pesar de que durante el entrenamiento nada percibí, en casa sentí un ligero pinchazo en la zona indicada. Al levantarme esta mañana ese pinchazo no era importante, pero lo presentía al andar. Y al llegar a casa no dudé en ingerir una gragea de Traumeel al tiempo que me apliqué Flogoprofen. Sé que esas acciones han sido producto del miedo, pero también se trata de aportar precaución. Y cierta sensación de tranquilidad, ante el milagro homeopático.

Muchos de los corredores que lean este blog en general, y en particular esta entrada, podrán interpretar que quizá sean demasiadas las prevenciones, pero han de saber que quien esto suscribe es tan sólo un corredor popular de lo más normal. Uno más de los que hacen bulto en las carreras. Un tipo al que le gusta correr por correr y que consta de muchas limitaciones, a pesar de que exista en ocasiones algún que otro resultado que, hipotéticamente, pudiera parecer meritorio. Pero, claro, todo dependerá de quien lo intérprete. Para un corredor novato podrá pensarse que corremos rápido y entrenamos duro, pero para un corredor avanzado - y ya no digo de élite- el resultado apenas llegará a ser modesto. Y es a esa segunda tesis a la que este corredor se abona. Uno corre por afición e intenta cuidarse lo máximo posible, pero cuando se enfrenta a estos grandes retos (maratón, carreras de montaña), surge la inquietud y la ansiedad, sabedor que uno sólo es un corredor nórmal, popular y aficionado; y que en todo caso la grandeza sólo vendrá de la mano de lo que sea capaz de sufrir, de una mente fuerte que sepa asumir ese sufrimiento. De ahí, que el miedo a desfallecer, a debilitarse a mitad de carrera o a lesionarse estén siempre presentes. Es una de las muchas circunstancias que nos diferencian de la élite.
Pero allí estaremos. Porque lo hemos decidido. Porque queremos crecer. Porque queremos hacer esta carrera, an
tes de que sea demasiado tarde. Porque queremos materializar la imagen idealizada del corredor que sufre corriendo por un puerto de montaña. Porque queremos ser testigos reales de que es posible hacer algo más que lo que hacemos de ordinario. Por todo eso vamos a La Ragua. Por querer asumir todo eso es por lo que experimenté tantas dudas. Por todo eso me costó tanto tomar la decisión. Como me costó hacer un maratón. Como me costó enviar mi primer artículo a la prensa. Como me costó presentarme a unas oposiciones. Como me costó hablar en público por primera vez o hablar ante una cámara de televisón. Como me han costado los grandes decisiones que he tenido que tomar en mi vida. Porque soy humano. Porque no soy nada extraordinario y las cosas me cuesta hacerlas como a todo hijo de vecino. Como me cuesta subir cuestas.



Pero también sé que tengo en Mati un apoyo inquebrantable, que no desfallece, a pesar de la dificultad de convivir, con la anarquía, el pensamiento contrario, la acción inoportuna, la decisión casi
siempre equivocada, la visión distorsionada, entre otras rarezas e incongruencias.



Y es igualmente cierto q
ue para muchos menesteres importantes de la vida uno, casi siempre, ha estado bien acompañado. De grandes personas. De espíritus elevados. De personas generosas. Escribo y sé que siempre podré intercambiar reflexiones con un espíritu muy elevado, el de Jesús Lens.

Que corro y asumí el gran reto de correr el Maratón de Madrid, pero tuve la suerte de compartír esa inquietud con Mario, que también corría esa prueba por primera vez. Creé este blog en soledad e inmediatamente obtuve respuesta, en un principio a través del ánimo y los comentarios de Jesús Lens y, posteriormente, de la inquebrantable fidelidad de Paco Montoro y otros amigos y como colofón de lujo de ese maravilloso grupo de Las Verdes, con los que comparto comentarios, entrenamientos y carreras. Y conocer a los miembros de este grupo ha sido entrar en contacto también con espíritus muy superiores. Cada uno de ellos de distintas características, tanto para correr como para enfrentarse a a la vida, y con cada uno de ellos he establecido una perfecta comunión. A algunos ya conocía. De hecho, mi mejor amigo, el de toda la vida, el de la infancia, está entre ellos: mi compae Paco; a otros les conocía de referencias más o menos directas o indirectas, caso de Mario, con el que compartí - como decía - horas de entrenamiento y una Maratón, además de ser del mismo pueblo. Incluso conocía a José Manuel, principalmente a través de su hermana. Y a Víctor le conocí un poco antes, por su relación con Pinos Puente. Pero no conocía al resto: a Abel, a Javi a Antonio. Y con ellos existió desde el principio un perfect entendimiento, hasta el punto que la relación parece más antigua de lo que es.



De hecho, con Antonio - y con Ana - he compartido, hemos compartido Mati y yo-, hace unos días una velada de cine ( algún día hablaré de la Niebla, la película que vimos), y unas Verdes, como trasfo
ndo de conversaciones intensas y amenas. Como lo hacen los viejos amigos. Y hemos tenido oportunidad en varios ocasiones, dada la proximidad de nuestros respectivos trabajos de tomar un café y varias cervezas. Como ha sido el caso de ayer viernes, 13 de junio. Nos hemos llamado. Hemos hablado con frecuencia. Nos hemos organizado para vernos. Como ha ocurrido con Abel, el primer Verde del blog, que ha visitado mi lugar de trabajo y hemos compartido cervezas y conversación en Oliver, en alguna ocasión con Maria del Mar. Esa relación cercana ha sido bastante común en la relación con los demás integrantes del grupo, y no sólo a nivel de quienes corremos sino también de quienes nos acompañan en nuestra vida y la comparte. Entre ellas, entre nuestras novias y mujeres también ha existido esa química.


Y no es fácil. No es fácil que personas que comparten probablemente una sola afición demuestren esa proximidad y descubran que comparten muchas más cosas en este proceloso mundo de vanidades y cartón piedra. Es obvio que cada uno es distinto, cada cual tiene su carácter y sus sueños, pero hemos convergido en muchas cosas y eso es lo importante.




Y cinco de ellos estaremos corriendo en La Ragua. Luchando contra un terreno dantesco. Sufriendo. Pero también motivados por nuestra mutua presencia. Lo sé.



Y el gran cirujano de esa catarsis, que duda cabe que ha sido Antonio, que hoy me asustaba cuando me insinuab
a que yo correré en el Veleta. Pero no, eso ya sería demasiada catarsis, ya que esa sólo podría venir de la mano de una especie de onanismo aplicada a la decisión final de correr en la magna montaña. Y estoy alejado de esa tesis. Pero al mismo tiempo la capacidad politóloga de Antonio, nacido y dotado para ese tipo de acciones de convicción (alejate Javi de esas sutiles palabras de nuestro amigo malagueño), podría dar sus frutos.
De manera que la suerte está echada. Mario comentaba que podría haberse apuntado. Seguro que hubiera acertado. Como hubera acertado Abel. Y Paco y José Manuel. Pero hay que respetar el parecer de cada uno.
Pero la recompensa será enorme. Un rincón de La Calahorra nos aguarda trás la carrera, lleguemos o no lo hagamos. Estaremos con nuestras parejas. Un grupo de amigos. Personas que en esta selva que es la vida, un buen día deciden redirigirse su atención. Y correr. Y beber. Y comer. Espero que allí estemos, si no corriendo, al menos degustando unas viandas, la mayor parte de nosotros. Porque luego habrá mucho que contar, mucho que recordar. Antes que sea demasiado tarde.