viernes, 27 de noviembre de 2009

UN CAMINO CON SABOR A "EL NOMBRE DE LA ROSA"




A eso de las 4 de la tarde, cuando el sol aún estaba lejos de apagarse inicié mi ruta de, aproximadamente, 12 kilómetros entre Pinos Puente y Caparacena.
Los primeros quinientos metros vaticinaban una tarde de perros; de hecho, ha sido el primer día en el que he salido con marga larga -una camiseta técnica Asics de color azul mar con una disimulada raya lateral blanca, del mismo y logotipo de la marca también de color blanco-, que estrenaba hoy precisamente. Pero, inmediatamente, cuando avanzaba por un camino intermedio rodeado de olivos que siempre me ha sugestionado (hubo una época, ya lejana, en el que siempre me iba a correr por ese camino tras salir de la oficina. Posteriormente comía, mientras veía el genial comienzo de "El nombre de la rosa". Por tanto, ese camino - el ser vive de buenos recuerdos- me recuerda de una forma muy especial esta película-), el frío fue desapareciendo y el aire fue menguando, al tiempo que la zancada la presentía fácil y el avance rápido.
Vapuleado por mis pensamientos - prueba de que iba bien en todos los sentidos-, pronto penetré en la aldea de Caparacena. Veintitrés minutos marcaba el reloj. Así que fiel a la idea de hacer una hora completa, decidí avanzar en dirección al Pantano del Cubillas para dar la vuelta justo en el minuto 30 de recorrido.
La vuelta fue mucho más estimulante. Me sentí fuerte y con ganas, recortando en un minuto el regreso. Finalmente, cuando llegué al lugar donde estaba aparcado el coche, al final de la calle de Pinos Puente que me vio nacer, sentí satisfacción. Dicen que D'Stefano pronunció emocionado "Gracias, vieja", cuando comprobó lo mucho que le había dado el fútbol. Yo pronuncié otra frase: sencillamente: "gracias".

jueves, 26 de noviembre de 2009

COMENZAMOS MAÑANA


Aún me cuesta creer haber podido competido, tras cuatro meses en la cuerda floja (Entrada a meta en Monachil. Foto debida a Paqui -esposa de Roberto-)

¡Vaya semana! No he podido dar un paso desde la prueba de Monachil. Ahora bien, me resarciré en estos tres días del fin de semana, en el que podré hacer si me lo propongo y las musas me son favorables, alrededor de 30 kilómetros.
Además, desde la prueba del domingo, doy por concluida oficialmente la lesión, aunque aquí la oficialidad siempre tiene que ser oficiosa. Pero sí, ya no está alojado en mi mente el pensamiento negativo que te paraliza y oprime.
Tal y como veo las cosas en estos tiempos, el valor que doy al correr es muy otro. No busco la mejora como fin y soy capaz de correr en competición casi como en el entrenamiento.
Mi relación con el correr en estos momentos alcanza otra dimensión, percibiendo que esa acción ya no es sólo una actividad atlética sino una forma de vida definitiva a la que siempre hay que estar agradeciéndole su presencia.
Porque sentirse contento por el simple motivo de que mañana a eso de las 4 de la tarde me perderé por algún camino, supone algo más que hacer deporte. Palabra.

domingo, 22 de noviembre de 2009

COMPITIENDO, QUE NO ES POCO


Monachil por su entorno y ubicación, justo en la falda de Sierra Nevada, es un pueblo con encanto, al que llegar corriendo puede convertirse en un suplicio.

Compitiendo, que no es poco. Porque cuando casi descartas correr, competir se convierte en una utopía.
Pero la utopía se ha cumplido, con mejores resultados de los que me esperaba. Y, lógicamente, no me refiero al tiempo empleado que nada importaba, sino a la respuesta de la tendinitis aquilea. De hecho, desde el día de la lesión - el 8 de agosto- no había corrido más de 13 kilómetros seguidos (en una sola ocasión, además).
Sin embargo, necesitaba hacer esta prueba por varios motivos, siendo el principal poder comprobar que aquella tendinitis cada vez es más historia.
Y la prueba que tocaba para ese arriesgado test resultó ser una de las más duras del Circuito. Una prueba en la que hasta las bajadas poseían dureza, de tan pronunciadas.
La idea era correr como si de un entrenamiento más se tratara. Pero nunca se corre igual en competición que entrenando: la adrenalina está más a flor de piel y la marea humana de corredores te lleva en volandas. No obstante, siempre busqué ritmos muy cómodos.
Y lo conseguí, porque cuando está en juego el estado físico ninguna motivación puede ser más válida que procurar no lastimarte.
La prueba de La Amistad, cuando arranca en Monachil se convierte en muy dura, sencillamente por un motivo: hay que volver a la población del entorno de Sierra Nevada. Y esa llegada consiste en más de 3 kilómetros de subida ininterrumpida, sin obviar las muchísimas duras tachuelas que surgen a lo largo del trayecto.
No obstante, aunque mi propósito era mucho más modesto, mi reloj se detuvo en 1 hora 11 minutos y algunos segundos, bastantes menos de los previstos por mí, inicialmente. Sin embargo, hay que decir -tal y como comentábamos esta tarde Mario y yo por teléfono- que es probable que hayan sido algo menos de 15000 metros los recorridos, algo que nos lo podría confirmar alguien que llevara GPS.
Por tanto, no mucho más que contar; o tal vez sí. Desde el punto vista atlético, se trataba de cumplir un trámite necesario, además de un test que esperaba con fruición, pero en el aspecto personal he de reconocer mucha satisfacción por estar cada vez más cerca de saborear mieles de antaño.
El próximo test será la Media Maratón de Granada, el 13 de diciembre, prueba en la que procuraré buscar algo de más exigencia, siempre y cuando responda convenientemente en los entrenamientos, si bien no será el crono mi máxima prioridad en la prueba granadina.
Finalmente, daros las gracias a todos los que celebrasteis "mi regreso".

viernes, 20 de noviembre de 2009

CORRIENDO POR LOS VIEJOS LUGARES


El pantano del Cubillas siempre me ha parecido un lugar especial.

Correr es filosofía. Es literatura. Es vida. Pensaba en ello cuando esta tarde a las 15,20 iniciaba una ruta antigua. Una ruta de las que guardas buenos recuerdos, por lo excepcional del paisaje, por la aureola que desprende y por ser un recorrido redondo.
Justo el año pasado, más o menos por estas fechas, integre la ruta que rodea el Pantano del Cubillas en la rutina de preparación del Maratón de Sevilla y conservo nítido el recuerdo de haber dado dos vueltas a esos diez kilómetros y medio rodeado de nieve, agua-nieve y viento. Pero desde entonces no la había vuelto a hacer.
De hecho, ya casi pertenecía al mundo de los recuerdos y de lo onírico, porque tras la seria lesión del Aquiles comencé a deshojar hojas y cada una de esas hojas caídas era una ruta entrañable recorrida en los últimos años, pero imposible de volver a hacer.
Y, por fin, hoy he podido desandar el camino y he podido ir recogiendo esas hojas caídas. De ahí que correr sea un trasunto entre la literatura y la vida.
Y he vuelto a sentirme libre, dichoso. Porque correr me hace sentir de forma especial. Dejas atrás el tumultuoso mundo plagado de engaños e intrigas y a pocos kilómetros de la ciudad te integras y confundes con el paisaje. Miras al cielo y al suelo y te ves a ti mismo corriendo y observas como pugna con el viento la marca de tu pantalón de deporte o de la camiseta. Vuelves a imaginarte en el entorno y aciertas a comprender que eres tan sólo un individuo que avanza a través de la nada entre caminos y senderos movido por unos pulmones, un corazón y unas piernas.
Pero eso es lo mágico de correr. Eso, y saber que las batallas que creíste perdidas siguen reeditándose como desearías que ocurriera en otros aspectos de la vida. Pero me temo que la vida es mucho más ingrata que el correr. Y por eso corro.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

AVANZANDO CADA DÍA



Los dioses me están siendo propicios.
Si viviera en tiempos del guerrero Aquiles, bien podría reconocer un pacto tácito con el dios Ares, por medio del cual mi compromiso de seguir derribando enemigos conllevaría una mejora considerable de esa parte vulnerable. Pero a día de hoy la solución tiene que ser otra. Que desde luego no conozco.
Haciendo abstracción de la literatura he de decir, clara y llanamente, que esa zona del pie que tan preocupado me ha tenido en los meses anteriores, está respondiendo perfectamente. Incluso, cuando supero la cifra de diez kilómetros.
Lógicamente, he hecho los deberes: reposo, vuelta a las plantillas expresamente diseñadas para mi pisada, especial cuidado de no calzar zapas desgastadas o maltrechas, abandonar -temporalmente, espero- las grandes cuestas, olvidarme de la calidad por el momento y estirar lo suficiente.
Muchos puntos a tener en cuenta, si bien no es difícil mantenerlos. De hecho, el estricto cumplimiento de todos estos puntos es lo que posibilitará mi permanencia en este deporte.
He ido dando los pasos precisos, sin aventurarme a incrementar de golpe el kilometraje, pero creo que estoy en disposición de poder participar el próximo domingo en la última, polémica y dura prueba del Circuito de Diputación de Granada: la prueba de La Amistad, que este año vendrá acompañada de numerosas rampas y un total de 15 kilómetros.
Allí estaré dispuesto a acabar la prueba al mismo ritmo que estoy entrenando actualmente, es decir, empleando una media de 5,05 5,10 el kilómetro. Además, la motivación de poder reencontrarme con la competición vendrá aderezada por la posibilidad de poder culminar las 10 pruebas mínimas necesarias para puntuar. De hecho, me gusta sobremanera acudir al acto de clausura y entrega de premios, ya que es una magnífica oportunidad de charlar con amigos y conocidos, algo que en las pruebas no siempre es factible.
Por tanto, nos veremos en Monachil, salvo catástrofe.

sábado, 14 de noviembre de 2009

DE NUEVO, DICIEMBRE



A ver si fuera posible tener un diciembre glorioso como lo fue el anterior, hace casi un año. Un diciembre que vino jalonado por la extraordinaria subida al Conjuro en compañía de una parte parte muy importante del grupo Verde y que se perfeccionó con esa mítica subida al Castillo de Moclín que tantas buenas sensaciones nos dio en aquella fría mañana de diciembre.
Atravesar aquellas carreteras locales y visualizar a lo lejos aquel históricos Castillo del mítico Reino de Granada fue especial para ese grupo de Verdes que mentalizados en una especie de Reconquista fuimos avanzando por aquellas rampas que dejaban a Tiena cada vez más pequeña y ridícula en aquella luminosa y fría mañana.
Especial también por la bonhomía de mi amigo Paco, que sin avisar y sin protocolo se erigió en suministrador de agua en las primeras rampas de Tiena, cuando más falta nos iba haciendo el líquido elemento.
Quedaron fotos de aquel evento como las dos que acompaño a esta entrada, aunque en un año atlético ocurren muchas cosas y se sufren muchas lesiones.
Este año también diciembre puede pintar bien. De hecho, fue otro diciembre de hace tres años cuando sufrí mi primera lesión paralizante en aquella ilusionante Media Maratón de Sevilla-Los Palacios en la que estaba seguro bajaría con creces de 1,30. Y camino de ello iba, pero me rompí sin equívoco alguno. Fue mi primera fisura en el gemelo o en el soleo, si bien luego llegaron las subidas a La Ragua y el Maratón de Sevilla, por no hablar de un sinfín de pruebas y entrenamientos.
Por tanto, no hay que dudar que las cosas pueden volver a enderezarse. De hecho, en este momento van por un camino correcto.
Veremos mañana en el segundo test de los 13 kilómetros, antes de lanzarme a los 15, a finales de la semana próxima.

jueves, 12 de noviembre de 2009

PROGRESIÓN



Después de 3 meses, hoy he podido completar una ruta medianamente decente de trece kilómetros, tras acabar ayer el ciclo de los nueve kilómetros.
Y es que creo que estoy planificando correctamente mis entrenamientos y gracias a ello no estoy sufriendo recaídas en las lesiones del pasado mes de agosto.
Y por eso estoy contento, pero para nada entusiasmado, ya que las lesiones son menores de edad y las recaídas siempre son espadas de Damocles.
Vengo de hacer un recorrido de los que considero sagrados. La ruta desde Pinos Puente, atravesando la Vega y penetrando en Zujaira siempre me ha parecido un talismán por contar con interesantes ingredientes que posibilitan bien el rodaje, además de posibilitar también un ejercicio de cierta dureza en algunos tramos. Y todo ha sido superado.
Pero eso no quiere decir que esté totalmente recuperado. Eso se comprobará a partir de ahora con el incremento kilométrico.
El sábado hay una salida propuesta por la mayor parte del grupo de Las Verdes. Una ruta que me gustaría hacer. Pero se trata de una ruta de 18 kilómetros, distancia a la que quiero llegar de aquí a quince días si quiero seguir manteniendo esta sensata progresión y poder plantarme en el Medio Maratón de Granada para hacer un tiempo de 1 hora 45 minutos, máximo.
Si ya estuve durante varios días en los cinco o seis kilómetros, para una vez superados sin problemas pasar a los nueve kilómetros, distancia en la que me he mantenido durante varias sesiones, lo lógico y razonable es seguir porfiando en esos doce o trece kilómetros durante varias sesiones para alzar el listón a los quince kilómetros, y así sucesivamente. Por tanto, saltar de los trece a los dieciocho me parece algo descabellado.
Otra opción válida es cumplimentar el sábado no más de catorce, pero hay contar con la suficiente sangre fría de volver para atrás sabiendo que vas en armonía y sin síntoma de cansancio (el cansancio en grupo es más llevadero). En fin, todo un dilema.

martes, 10 de noviembre de 2009

PRIMERO CONTACTOS CON LA CALIDAD

El último entrenamiento sólo pudo significar una cosa: cada vez me siento más reafirmado en mi recuperación. Y significó también el primer contacto en mucho tiempo con algún atisbo de calidad.
Si hasta ahora he rodado con prudencia a una media no inferior a 5,15 el kilómetros, el pasado sábado por los caminos de la Vega en dirección a Ánzola pude observar que mis piernas ya podían ir en algunos tramos sobradamente por debajo de 5 minutos el kilómetro.
Igualmente, la respiración y el ritmo acompasado de las piernas era más resuelto, lo que significa que poco a poco el ritmo va llegando.
Probablemente integre esta ruta en mi nueva semana atlética. Si lo consigo podré volver al punto de comienzo en el que me quedé el fatídico 8 de agosto.


Mi semana atlética no comenzará hasta el miércoles. Por la tarde, temprano, no más allá de las cinco buscaré una ruta corta como preámbulo a lo que deseo sea más intenso los días posteriores.
Si la semana pasada pude acabar con 30 kilómetros semanales, en ésta que ahora comienza aspiro a alcanzar los 40, objetivo éste que me podría ya situar en una posición de comienzo para intentar alcanzar el ritmo de los pasados meses de junio y julio.

jueves, 5 de noviembre de 2009

YO TUVE UNA LESIÓN....



....Pero todo parece indicar que la estoy superando.
El pasado miércoles volvía a los caminos para devorar esos mismos nueve kilómetros que ya devoré el lunes a mediodía. La tarde ya estaba oscura y los caminos quietos y expectantes ante la inminente aparición de la luna, que ya dibujaba sus claros perfiles en el horizonte.
Reconozco que me sentí intruso ante tanta quietud pero también advertí cierta complacencia entre las hojas de los árboles. Eso me hizo sentir bien.
Minutos antes salía del coche y comenzaba a cambiarme. Ojeé a mi alrededor y contemplé demasiada quietud y ni un alma alrededor. El Pantano del Cubillas es una zona apartada de la población y sólo en días soleados y no demasiado tarde se contemplan paseantes y algún deportista. Entonces no pude evitar preguntarme la sempiterna frase de que qué hago yo aquí. Además sentí pánico al pensar que la recuperación todavía estaba en su fase álgida y pudiera ser que la oscura noche me encerrara en su seno en tierra de nadie. Son esos momentos de desasosiego en los que un corredor vocacional decide seguir siéndolo.
No lo pensé un segundo más y comencé a trotar. El camino inicial entre los pinos era aún más oscuro y el perro que todo vigila ya se estaba retirando a sus aposentos.
Quien conozca la zona de la que hablo comprenderá que es un lugar orográficamente roto y sin orden alguno, algo similar a como debió ver el terruño grisáceo y con color ceniza el gran Scott Fitzgerald en el "Gran Gatsby". Una ruta que por esos motivos me engancha sobremanera.
Sabía que encontraría el Camino del Cortijo de Santa Rosa aún más misterioso, tanto por sus características como por el avance de la tarde. Y así fue. De hecho, los pocos pájaros otoñales ya habían elegido su rama preferida y los imaginaba hinchando su pecho para crear una conjunción con Morfeo. Atravesar esos campos en tierra de nadie sólo era posible corriendo. Y allí estaba yo, solamente con mi corazón, mis pulmones y mis piernas.
La vuelta por Caparacena despertó mis sentidos aún más. La tarde oscurecía y poco remedio había ya para esa situación. Iba perdido en esos pensamientos, oteando el paisaje, tranquilo. Cansado pero tranquilo.
Y cuando llegué de nuevo al coche pensé con enorme gratitud que todo ese mosaico de sensaciones y pensamientos sólo era posible desarrollarlo si no existía preocupación alguna por el talón de Aquiles.

lunes, 2 de noviembre de 2009

COMO DORIAN GRAY


Tras la cuarta salida a los caminos, parece que mi faceta de corredor se está normalizando. Tras la última salida del mes de octubre el pasado viernes, el primer día de noviembre, volvía a hacer treinta minutos por los caminos y carril-bici paralelos a la Circunvalación de Granada, desde La Bobadilla.
Al día siguiente, pasadas las dos de la tarde del día 2 noviembre, me atrevía con una ruta más dura y más larga que transcurre desde el pantano del Cubillas a Caparacena, para volver por el mismo camino. Nueve kilómetros que han supuesto una prueba de fuego a mis dolencias, siendo éstas inexistentes.
De ahí que ya pueda ir entonando una nueva victoria contra las lesiones, sin que aún deba entonar la canción demasiado alta.
Otras facetas del correr están ausentes lógicamente: la falta de ritmo, la irregular respiración....todas esas cosas que se pierden fácilmente. Pero es placentero volver a trazarse una nueva meta y seguir avanzando. Lo peor que le puede pasar a un corredor es lesionarse. Todo lo demás: la falta de forma, la falta de tiempo, la falta de ganas, la climatología, el ajuste de comidas... todos esos aspectos mundanos no importan ni impiden poder correr. En cambio las lesiones te dejan completamente seco y vacío.
Yo podría firmar ahora mismo un hipotético pacto con el diablo y erigirme en un Dorian Gray, en el que podría perfectamente renunciar a competir o a no hacer tiradas kilométricas, a cambio que me permitiera correr casi a diario ¿ No creéis que sería un buen pacto ?
Porque poder correr, poder hacer deporte, para muchos de nosotros, es un antídoto contra muchas cosas que nos rodean. Y si nos eliminan ese antídoto nos encontramos inermes.
Todos sabemos que correr es sinónimo de libertad. Desplazarse a través de senderos, de caminos, es un privilegio en los tiempos que vivimos.
Muchos otros preferirán lucrarse, corromperse, castigarse el hígado o los pulmones, amasar por amasar. En cambio, para nosotros lo importantes es que no nos falte ese antídoto. Cuestión de gustos.