No se me ocurre otro título que el utilizado para reflejar el sentimiento que ayer me vino a la cabeza cuando salía de mi buen fisioterapeuta, el que está consiguiendo que vuelva a correr. Tras muchos años corriendo y muchos kilómetros no había pasado jamás por esta travesía. Sí por infinitas lesiones, todas más o menos previsibles y localizadas, pero no que tras correr un kilómetro (allá por mediados de octubre) comenzara un fuerte dolor en la zona del gemelo y el sóleo de mi pierna derecha. Sabía, tras mucho tiempo corriendo, que no se trataba de la típica y clásica rotura fibrilar sino que había algo oculto, algo desconocido de procedencia incierta. La respuesta vino por parte de un buen traumatólogo y médico de medicina deportiva y del fisioterapeuta: hay descompensación muscular. También necesitas flexibilizar más ciertas zonas de las piernas e, incluso, veo algún problema en el psoas, dijo este último. En fín, que todo esto era nuevo para mí.
El fisioterapeuta decidió que corriera sesiones de no más de cinco minutos, mucho más despacio de lo habitual (y lo habitual era que últimamente iba despacio), y si no aparece dolor, incrementar en cada sesión cinco minutos. A la par hacer una rutina diaria de un equilibrado número de ejercicios de reforzamiento y de flexibilidad. Y como soy concienzudo cuando atisbo que podría dejar de correr si no llevo a cabo todo como se me indica, me lancé a hacer lo que me dijo. Al poco ya corría media hora y en la penúltima sesión una voz acudió a mi cabeza diciéndome: no te preocupes ya estás bien. La mente iba por un lado, pendiente de sus muchas cosas, nada atenta a la lesión y ese es el mejor síntoma de que todo va como la seda. Y así se lo dije al fisioterapeuta. Sonrió abiertamente y comprendió lo que le decía.
José Antonio, me dijo, en la sesión de ayer, para finales de enero ya podrás correr en torno a la hora. O sea, que con eso quería decir que mis navidades iban a ser de kilómetros como a mí me gustan y que iba a poder cumplir un año más con mi Mañanabuena.
La sesión de ayer en su consulta fue muy intensa. Aparecieron otros grupos musculares y otros ejercicios para hacer en casa. Y, en verdad os digo que desde que comencé a asistir a fisios, hace ya lustros, jamás ninguno había analizado de manera sistemática todo mi tren inferior. De hecho, le comenté la bondad de las ondas de choque para mi sempiterna y ya crónica tendinitis aquilea y se empleó enseguida dando los mil golpes aconsejados (algo así como martillazos), afirmando que no la veía mal del todo y que con eso bastaría para recomenzar. Se había debilitado la zona por no correr últimamente y es por eso por lo que me dolía últimamente más de lo habitual. Así que, amigos, soy un hombre nuevo, un corredor nuevo, que desea llegar a la senectud corriendo. Como es debido.