
..Y a lo grande. Grabemos en nuestra retina a este grupo de jugadores porque no es fácil que se repita asiduamente.
Acostumbrados a sufrir con la selección española, desde que al gran Arconada se le coló aquella pelota bajo el cuerpo lanzada, creo, por Platiní, siempre se ha sufrido. Favorita casi siempre y perdedora siempre. Pero hoy ha cambiado el rumbo de la historia.
De todas formas, la historia de esta tarde comenzaba en los cimientos de la sociedad, del pueblo. Una especie de unión popular: amigos con amigos, familia con familia o mezclados todos. La consigna era poder reunirse con seres queridos o apreciados y ver la final de la Eurocopa en comunidad. Y cada grupo, cada persona ha buscado las mejores opciones posibles. Terrazas de bares a tope, bares a reventar, teatros municipales tomados, salas de cines invadidas, plazas públicas abarrotadas, pabellones deportivos, campos de fútbol. O sea, cualquier espacio público era bueno para congregar el furor que se desataría a la hora del partido. Pero no han pasado desapercibidas las reuniones de amigos y de familia en moradas privadas. Y si el ser necesita estar en comunicación permanente hoy ha sido el momento perfecto para esa comunicación. Ni las ideologías, ni los nacionalismos, nada podría superponerse al impulso deportivo. Nada que no fuera razonable. Porque al margen de cuestiones ideológicas, planteamientos patrióticos o sentimientos encontrados, casi todo el mundo quería asistir al triunfo de ese grupo joven de jugadores que juegan como los ángeles ante la potentísima Alemania, correa de transmisión de tantas cosas buenas de la Europa actual y protagonista de una época oscura de la historia.
Por tanto, ganar hoy a Alemania era muy importante. Pero no sólo a nivel deportivo, también a nivel social, a nivel de la representatividad de España ante Europa y ante el mundo. En pos de una mejor posición del país y de sus habitantes. Porque el fútbol no es otra cosa que cultura popular, ese elemento del que todos participamos. Y es por eso que era tan importante alzarse con la victoria, con un reinado que durará dos años.
Y con ese ánimo y con esa sensación de vivencia particular nos dirigimos un grupo de amigos - Antonio, Ana, Javi, Nuria, Mati y yo- a casa de Abel, donde nos esperaba nuestro amigo, perfecto anfitrión en su acogedor piso y María del Mar.
Bien pertrechados de cerveza fría y viandas, formamos un grupo muy bien avenido que compartía fútbol, anécdotas sobre el correr, vivencias, diálogo y mucha, mucha armonía, mientras que todos estábamos atentos a la evolución de una España que tras unos minutos iniciales titubeantes, consiguió imponer su ritmo y su juego ante una Alemania, impotente durante muchísimos minutos del partido. Volvía a florecer la España del toque de balón, de la pelota controlada en defensa y en el centro del campo y del extremo peligro protagonizado particularmente hoy por un Torres que ha interpretado una táctica muy similar a la acostumbrada en su Liverpool inglés. De manera que el único gol del partido no pudo salir de la bota de otro jugador que no fuera de la suya.
Incluso llegamos a celebrarlo, voceando como cualquier hijo de vecino desde la terraza de la vivienda y brindando con un buenísimo vino de Jete. Tras ello alguien propuso -seguramente los miembros del grupo más jóvenes- pasarnos por la Fuente de las Batallas que en Granada ejerce de Cibeles, no sin antes secundar la idea de Antonio de volver al piso de Abel y pedirle dos litronas frescas de la nevera. Y con ellas nos dirigimos a ese céntrico lugar, donde mucha gente joven estaba eufórica pero, aún, comportándose. Otra cosa muy distinta será el número mínimo de desaprensivos que arrasarán fuente y mobiliario urbano.
Mucha bandera española. La mayoría correctas, sin alusiones preconstitucionales, a excepción de unas pocas. Y entre ellas, una republicana que vino anunciando feliz Nuria y que yo me alegré de ver cuando di la vuelta a la plaza. No está toda la esperanza perdida, sobre todo tras unas determinadas declaraciones que, al parecer, en su chochez probablemente hizo el borbón senior cuya noticia me fue comunicada por sms, de cuyo contenido aún no tengo noticias. Habrá que esperar a mañana para conocerlas en detalle, si es que eso es posible dada la mudez de la prensa oficial. Pero me imagino por donde irán. Propias de alguien que está obsesionado por mezclarse con el pueblo, que atiende entrevistas a pie de micrófono, algo que antes era del todo imposible escuchar porque los discursos y las declaraciones de la casa real siempre eran escritas por los fontaneros ideológicos de la casa. Pero ahora, muy mal deben de estar las cosas en cuestión de popularidad que el monarca, el principito y toda la estirpe se dejan abrazar, interrogar y agasajar como si fueran estrellas del pop o futbolistas de éxito, hasta el punto del detalle esperpéntico de ejercer de actores consumados haciendo cariñongas cuando la imagen se posó sobre los príncipes en el partido contra Rusia, algo que fue el hazmerreir de todo un Estado. Pero tiene el histrionismo, en ocasiones es bueno y en otras es nefasto. Depende de los actores. Pero muy positivo me parece que la monarquía vaya haciendo genuflexiones porque esa actitud puede ser la antesala de su finiquito.
Tras otear el ambiente, haber estado con unos excelentes amigos, y unos excelentes anfitriones llegamos a casa tras dejar a la ciudad ruidosa y alborotada, con la sensación de que los políticos hoy están de enhorabuena porque esta victoria del fútbol patrio permitirá llegar sin problemas hasta agosto sin necesidad de explicar qué está pasando en la economía y el atentado al bolsillo del español medio. Pero también con la sensación de que se ha recuperado un sentimiento. Un sentimiento que no sé bien como interpretar pero que parece agradar al pueblo.
Acostumbrados a sufrir con la selección española, desde que al gran Arconada se le coló aquella pelota bajo el cuerpo lanzada, creo, por Platiní, siempre se ha sufrido. Favorita casi siempre y perdedora siempre. Pero hoy ha cambiado el rumbo de la historia.
De todas formas, la historia de esta tarde comenzaba en los cimientos de la sociedad, del pueblo. Una especie de unión popular: amigos con amigos, familia con familia o mezclados todos. La consigna era poder reunirse con seres queridos o apreciados y ver la final de la Eurocopa en comunidad. Y cada grupo, cada persona ha buscado las mejores opciones posibles. Terrazas de bares a tope, bares a reventar, teatros municipales tomados, salas de cines invadidas, plazas públicas abarrotadas, pabellones deportivos, campos de fútbol. O sea, cualquier espacio público era bueno para congregar el furor que se desataría a la hora del partido. Pero no han pasado desapercibidas las reuniones de amigos y de familia en moradas privadas. Y si el ser necesita estar en comunicación permanente hoy ha sido el momento perfecto para esa comunicación. Ni las ideologías, ni los nacionalismos, nada podría superponerse al impulso deportivo. Nada que no fuera razonable. Porque al margen de cuestiones ideológicas, planteamientos patrióticos o sentimientos encontrados, casi todo el mundo quería asistir al triunfo de ese grupo joven de jugadores que juegan como los ángeles ante la potentísima Alemania, correa de transmisión de tantas cosas buenas de la Europa actual y protagonista de una época oscura de la historia.
Por tanto, ganar hoy a Alemania era muy importante. Pero no sólo a nivel deportivo, también a nivel social, a nivel de la representatividad de España ante Europa y ante el mundo. En pos de una mejor posición del país y de sus habitantes. Porque el fútbol no es otra cosa que cultura popular, ese elemento del que todos participamos. Y es por eso que era tan importante alzarse con la victoria, con un reinado que durará dos años.
Y con ese ánimo y con esa sensación de vivencia particular nos dirigimos un grupo de amigos - Antonio, Ana, Javi, Nuria, Mati y yo- a casa de Abel, donde nos esperaba nuestro amigo, perfecto anfitrión en su acogedor piso y María del Mar.
Bien pertrechados de cerveza fría y viandas, formamos un grupo muy bien avenido que compartía fútbol, anécdotas sobre el correr, vivencias, diálogo y mucha, mucha armonía, mientras que todos estábamos atentos a la evolución de una España que tras unos minutos iniciales titubeantes, consiguió imponer su ritmo y su juego ante una Alemania, impotente durante muchísimos minutos del partido. Volvía a florecer la España del toque de balón, de la pelota controlada en defensa y en el centro del campo y del extremo peligro protagonizado particularmente hoy por un Torres que ha interpretado una táctica muy similar a la acostumbrada en su Liverpool inglés. De manera que el único gol del partido no pudo salir de la bota de otro jugador que no fuera de la suya.
Incluso llegamos a celebrarlo, voceando como cualquier hijo de vecino desde la terraza de la vivienda y brindando con un buenísimo vino de Jete. Tras ello alguien propuso -seguramente los miembros del grupo más jóvenes- pasarnos por la Fuente de las Batallas que en Granada ejerce de Cibeles, no sin antes secundar la idea de Antonio de volver al piso de Abel y pedirle dos litronas frescas de la nevera. Y con ellas nos dirigimos a ese céntrico lugar, donde mucha gente joven estaba eufórica pero, aún, comportándose. Otra cosa muy distinta será el número mínimo de desaprensivos que arrasarán fuente y mobiliario urbano.
Mucha bandera española. La mayoría correctas, sin alusiones preconstitucionales, a excepción de unas pocas. Y entre ellas, una republicana que vino anunciando feliz Nuria y que yo me alegré de ver cuando di la vuelta a la plaza. No está toda la esperanza perdida, sobre todo tras unas determinadas declaraciones que, al parecer, en su chochez probablemente hizo el borbón senior cuya noticia me fue comunicada por sms, de cuyo contenido aún no tengo noticias. Habrá que esperar a mañana para conocerlas en detalle, si es que eso es posible dada la mudez de la prensa oficial. Pero me imagino por donde irán. Propias de alguien que está obsesionado por mezclarse con el pueblo, que atiende entrevistas a pie de micrófono, algo que antes era del todo imposible escuchar porque los discursos y las declaraciones de la casa real siempre eran escritas por los fontaneros ideológicos de la casa. Pero ahora, muy mal deben de estar las cosas en cuestión de popularidad que el monarca, el principito y toda la estirpe se dejan abrazar, interrogar y agasajar como si fueran estrellas del pop o futbolistas de éxito, hasta el punto del detalle esperpéntico de ejercer de actores consumados haciendo cariñongas cuando la imagen se posó sobre los príncipes en el partido contra Rusia, algo que fue el hazmerreir de todo un Estado. Pero tiene el histrionismo, en ocasiones es bueno y en otras es nefasto. Depende de los actores. Pero muy positivo me parece que la monarquía vaya haciendo genuflexiones porque esa actitud puede ser la antesala de su finiquito.
Tras otear el ambiente, haber estado con unos excelentes amigos, y unos excelentes anfitriones llegamos a casa tras dejar a la ciudad ruidosa y alborotada, con la sensación de que los políticos hoy están de enhorabuena porque esta victoria del fútbol patrio permitirá llegar sin problemas hasta agosto sin necesidad de explicar qué está pasando en la economía y el atentado al bolsillo del español medio. Pero también con la sensación de que se ha recuperado un sentimiento. Un sentimiento que no sé bien como interpretar pero que parece agradar al pueblo.