Ya sabemos todos que este mes de agosto, que ya termina, es dilapilador como no hay otro. Demasiadas oportunidades se presentan para alejarse de nuestro "oficio" de corredor, además de las diversas oportunidades que se presentan, dada la calina y el buen tiempo, para salir de nuestra rutina de corredores, con salidas, a veces buscadas y otras sobrevenidas. Siempre digo que la diferencia entre nosotros, los populares, y la élite es infinita en resultados y rendimiento pero muy similar en predisposición a cuidarnos en el día a día, aunque -eso sí- disponemos de una ventaja de la que ellos no disponen: desmadrarnos de vez en cuando y moderadamente.

Así que para ocasiones en las que se ha de salir, he dispuesto de una especie de "kit de corredor" como desenfadadamente les suelo llamar a las prendas que necesito para correr y que en muchas ocasiones llevo en el maletero, principalmente, cuando acudo algunos días a algún lugar en el que voy a estar estático. Sin embargo no porto ese "kit" -por lo general- cuando hago otros viajes en los que tenga que exigirme más movilidad y necesite apurar el tiempo. Además, hay que ser respetuoso con tu pareja y olvidarte tú, y hacer olvidar a ella, que "estás siempre corriendo". No obstante, sí son bastantes las ocasiones en las que, ausentándome de casa, porto ese kit, que suele ser más o menos el que aparece en la foto.
Este fin de semana tocaba bajar a Salobreña, lugar por el que he entrenado (no había reparado en que también lo hace Chema Martinez, ya que posee vivienda en este bonito pueblo) en varias ocasiones y que el año pasado organizó por primera vez una bonita y dura carrera denominada "Toma del Castillo de Salobreña", y en verdad os digo que en pocas ocasiones he sufrido tanto como el año anterior subiendo esas bestiales rampas que conducen al Castillo árabe castillo. Para tomarlo.

Así que el sábado por la mañana opté por hacer una bonita ruta, mitad conocida, mitad desconocida. Es la que aparece en la fotografía de Google Earth. Iniciando la ruta desde el mismo paseo marítimo busqué las playas de La Guardia y La Caleta y desde allí inicié una trayectoria interior, atravesando la localidad y enfilando hacia la deliciosa Vega, situada entre la carretera Cádiz-Barcelona y la costa. Serpenteando por aquellas frondosas huertas, por un estrecho camino asfaltado fui disfrutando de una ruta nueva y desconocida, con la latente emoción de no conocer con exactitud donde acabarían aquellos caminos y que sólo disponía de mis piernas y mis pulmones para salir de allí hacia algún lugar de la costa; no obstante, orientándome en todo momento por las urbanizaciones de la playa: a mi izquierda las pertenecientes a Motril y a mi dereche las pertenecientes a Salobreña. Finalmente atravesé una seca y amplia rambla del río Guadalfeo que desembocaría en el mar si portara el agua suficiente y aparecí por un lugar más cercano a Salobreña que a Motril, a la altura del nuevo puente que atraviesa el río. Inmediatamente lo reconocí, porque fue allí donde me despisté en la prueba de Salobreña del mes pasado. Así que desde allí se enfila el comienzo del Paseo Marítimo y se vuelve de nuevo al punto de partida. En total, alrededor de 12 kilómetros.
Finalmente recordé el delicioso baño de la semana anterior en Rincón de la Victoria, con Antonio y Javí, y a pesar de que mi medio natural no es el agua, me dirigí hacia la playa, ya repleta de bañistas a las 12 del mediodía, y disfruté de un fresquísimo y relajante chapuzón, de manera que comprendí al instante el deleite que experimentan nuestros amigos malagueños cuando acaban su entrenamiento.
Durante todo el resto del sábado -sabedor que vendrían a lo largo del día cervezas y alimentos en abundancia- sentí la sensación de haber hecho los deberes correctamente, alegrándome sobremanera de portar ese kit, que en la medida que sea posible irá conmigo. Aunque, obviamente, no será portado a Berlín, ya que la ciudad alemana merecerá otro tipo de atenciones y oportunidad habrá -algún año- de correr la magnífica maratón de esta ciudad a la que está adscrito últimamente el gran Haile y donde el etíope está fulminando la marca mundial de maratón.