
A eso de las 4 de la tarde, cuando el sol aún estaba lejos de apagarse inicié mi ruta de, aproximadamente, 12 kilómetros entre Pinos Puente y Caparacena.
Los primeros quinientos metros vaticinaban una tarde de perros; de hecho, ha sido el primer día en el que he salido con marga larga -una camiseta técnica Asics de color azul mar con una disimulada raya lateral blanca, del mismo y logotipo de la marca también de color blanco-, que estrenaba hoy precisamente. Pero, inmediatamente, cuando avanzaba por un camino intermedio rodeado de olivos que siempre me ha sugestionado (hubo una época, ya lejana, en el que siempre me iba a correr por ese camino tras salir de la oficina. Posteriormente comía, mientras veía el genial comienzo de "El nombre de la rosa". Por tanto, ese camino - el ser vive de buenos recuerdos- me recuerda de una forma muy especial esta película-), el frío fue desapareciendo y el aire fue menguando, al tiempo que la zancada la presentía fácil y el avance rápido.
Vapuleado por mis pensamientos - prueba de que iba bien en todos los sentidos-, pronto penetré en la aldea de Caparacena. Veintitrés minutos marcaba el reloj. Así que fiel a la idea de hacer una hora completa, decidí avanzar en dirección al Pantano del Cubillas para dar la vuelta justo en el minuto 30 de recorrido.
La vuelta fue mucho más estimulante. Me sentí fuerte y con ganas, recortando en un minuto el regreso. Finalmente, cuando llegué al lugar donde estaba aparcado el coche, al final de la calle de Pinos Puente que me vio nacer, sentí satisfacción. Dicen que D'Stefano pronunció emocionado "Gracias, vieja", cuando comprobó lo mucho que le había dado el fútbol. Yo pronuncié otra frase: sencillamente: "gracias".