Retomando la arraigada costumbre de recorrer las distintas zonas de Andalucía, algo a lo que está constribuyendo este afán deportivo de correr allí donde se ofrezca, hoy ha tocado conocer el desierto de Tabernas, que dá paso a la entrada del Mediterráneo por Almería. El acceso desde Granada es fácil y rápido, una vez superada la ciudad de Guadix, sin que sea necesario dejar
No obstante, el viajero siempre tendrá oportunidad de visitar pequeñas poblaciones de marcado aspecto árabe, que de forma aleatoria surgen a ambos lados de la autovía. Entre las más cercanas podemos visitar
Ya introducidos en la provincia de Almería, la primera población con la que nos topamos es Fiñana, representada en bancales repletos de viviendas encaladas, de entre las cuales emerge una portentosa iglesia. También es posible visitar Abla, de trazado similar. Sin embargo, hoy nos detuvimos en Gérgal, población de no más de 1000 habitantes que cuenta con un coqueto y restaurado castillo árabe del Siglo XVI de propiedad y uso privado. Estando situados junto a la puerta del Castillo árabe, desde el que se observa la panorámica de la población, emerge de entre las altas sierras de
Siguiendo la ruta por
En la dirección de
Nos encontramos un pueblo bastante deprimido, probablemente agarrado aún a la esperanza de la mitificación que ofrece su desierto y su otrora tradición cinematográfica. También encontramos como destacable el inmenso ruido de ciclomotores y toda una pléyade de coches tuneados soltando un estruendo bacalaero insoportable, estampa esta que actúa como una franquicia por los distintos lugares de Andalucía. Por tanto, no era el sitio adecuado para buscar la tranquilidad que a veces necesita el viajero. Optamos por introducirnos en una taberna de sabor popular en la que convivían en rara armonía una joven que leía una novela sentada en una mesa de la mínima terraza, un grupo de trabajadores que por su acento y su idioma - me parecía mitad italiano, mitad portugués, mitad español, con ciertas entonaciones francesas - nos parecieron rumanos y un numeroso grupo de adultos y niños que gritaban a pulmón abierto -tantos los adultos como los niños-. El camarero que nos atendió nos dijo que la tapa especialidad de la casa eran unas patatas a la plancha embadurnadas de finas hierbas, abundante aceite y salsa al alioli. Decidimos probar la especialidad, que resultó sabrosa y abundante. Tras comprar una torta de hojaldre con almendras -hidratos, más hidratos- y una especie de chapata casera, optamos por abandonar la población con el pensamiento de que Andalucía podrá ser una, pero hay muchas.
Por la poca distancia merecía la pena visitar Almería y de camino enjuiciar el porqué de mi error en la búsqueda del Estadio Mediterráneo en ese azaroso Medio Maratón de Almería del pasado enero celebrado en un día de los llamados de perros. Así que al llegar al cruce de mi perdición en los infiernos Mati me miró irónica e interrogante. Efectivamente, en pocas rotondas es posible tantísima información tan profusa y tan clara acerca de la ubicación de
Hoy sí, mucho más relajado, fue posible dar un sabroso paseo por el centro bien cuidado de la ciudad de Almería, degustar sus sabrosas tapas y tomar un buen café cerca de un bien copiado malecón antillano y de la dársena del puerto. Así que mientras tomábamos ese café me era posible ver aún el paso de la carrera justo por la misma puerta de la cafetería, ubicada en un lugar destacado de la rambla que toma por nombre Avenida García Lorca. Que más podía pedir: me había reconciliado con la ciudad que tan mal me lo puso en su Medio Maratón y lo había hecho de forma generosa.
Después de hacer algunas compras de última hora en un centro comercial muy cercano al Estado de los Juegos del Mediterráneo, enfilamos de nuevo la dirección de Rioja, para buscar la salida de