martes, 24 de abril de 2007

30º MARATON POPULAR DE MADRID


La portada que ilustra el Maratón de Madrid de 2007 muestra a un corredor que señala al cielo con una mano, mientras que con la otra intenta enjugar sus lágrimas. Aunque no se muestra, se deduce que acaba de llegar a meta. Justo a la derecha se muestra otra fotografía de dos chicas que corren sonrientes, por lo que deduzco que acaban de iniciar su carrera. Bien podrían ser estas dos fotografías antagónicas, el resumen perfecto del estado de ánimo en el que te involucras cuando corres una maratón. En mi caso el Maratón de Madrid.

Madrid es una ciudad mítica, mediática y popular. Y seguramente sean esos los ingredientes básicos que hacen de su maratón uno de los más seguidos del Estado. Unido a todo esto hay que destacar la veteranía en la organización y todo ese amplio espectro de detalles organizativos que hacen que esta prueba sea enormemente atractiva para el corredor ya que se siente verdaderamente protagonista. Me decía un amigo que debía ser impresionante cómo los grandes hitos referenciales de la ciudad – Puerta del Sol, Calle Mayor, Palacio Real, Torres Kio, etc.- presiden tu paso. Y es cierto, cuando lo vives, es algo espectacular.

Pero hay que decirlo: el trazado del maratón de Madrid es duro, muy duro. Lo decía horas antes Martín Fiz y la organización no lo ha negado en ningún momento. Por tanto, nadie debería de pensar que va a correr una carrera llana. En todo momento el trazado se convierte en un rompe piernas, llegando a ser en los kilómetros finales un verdadero calvario, particularmente –como relataré- entre el kilómetro 32 y 38 aproximadamente y una subida dura entre el 39 y el 40. De ahí que aconseje que nadie debiera de correr el Maratón de Madrid si no tiene clara su fortaleza física, particularmente, para afrontar esos kilómetros finales o vaya escaso de entrenamiento..

Mucho había leído acerca del muro y de que el maratón comienza verdaderamente en el kilómetro 30, si bien todo este tipo de cosas las relativizas por no haberlas vivido directamente. Consideras que son datos que escapan a la objetividad. Pero hoy puedo afirmar rotundamente que los expertos no se equivocan. Así que corroboro totalmente ambas afirmaciones ya que de ambas he tenido experiencia como luego relataré.

Terminé el Maratón de Madrid con el convencimiento de que no volvería a hacer ninguno más, particularmente cuando Mario y yo a la llegada pretendíamos sentarnos y no encontrábamos la forma ya que nuestras piernas las sentíamos como vigas. Pero llegas al hotel, te duchas, sales a la calle dolorido pero al mismo redivivo, tomas una Heineken en el primer bar que te encuentras, tomas otras mientras esperas el transporte de regreso a Granada, hablas con amigos y con familiares, montas en el autobús, te acomodas, conectas el Ipod mientras pasan raudos los edificios a ambos lados de la M-30, abres el periódico, y entonces, de forma distraída observas un folleto de los muchos que traes en el equipaje que reza: Maratón de Sevilla y te quedas mirando fijamente la ficha, el recorrido, los regalos y te dices cuando aún no has llegado a Valdemoro: “podría comenzar a entrenar en octubre”. Y es entonces cuando sabes que las endorfinas están ahí, más vivas y presentes que nunca, haciéndote olvidar el sufrimiento de los últimos diez kilómetros, y te dices: “chaval no tienes arreglo”.


Posibilitar que puedan correr 11.500 corredores exige un gran esfuerzo organizativo y humano, pero es algo que Madrid asume con compromiso y eficacia si consideramos los visto. La entrega de dorsales, la fiesta de la pasta, la propia organización de la carrera, con todo lo que eso conlleva, así lo atestigua. De manera que todo es grande en esta carrera.

Al llegar al Hotel Convención encuentras una inscripción en la entrada en la que se lee “Maratón de Madrid 2007”, y compruebas que todo dentro del recinto está referido a este evento, existiendo en todo momento un constante trajín de corredores que van y vienen. Incluso los alrededores del Hotel, situado en la exclusiva calle O’Donnel ofrece un panorama muy maratoniano.

En la planta en la que me ubican es difícil toparse con alguna persona ajena al maratón. Por el contrario existen maratonianos de toda condición y pelaje, venidos desde todos los rincones de España, siendo también destacada la presencia de muchos corredores extranjeros: comprobé la presencia de italianos, franceses, belgas, holandeses, alemanes, argentinos y de un sinfín de nacionalidades. Es una babel atlética. Además, comprobar la presencia de un maratoniano no es difícil dada su – nuestra – morfología cuando se llega a este estadio de entrenamiento: gente delgada, principalmente, con una delgadez muy característica de los corredores de fondo, que viene a ser como una seña de identidad que nos identifica.

Que todo estaba perfectamente organizado lo demuestra la fluidez en las distintas colas tanto para recoger el dorsal como la bolsa del corredor. La innumerable presencia de voluntarios posibilitaba que el corredor – al que se mima y protege – no sufriera tediosas esperas. Todo iba a un ritmo muy razonable. También ha sido un acierto la organización de la Expodepor y la feria de la Pasta. En esta última di buena cuenta de un buen cuenco de pasta y en aquella pude comprobar cómo los stands montados estaban totalmente dedicados al corredor, tanto en cuanto a material deportivo como a cuestiones relacionadas con la fisioterapia y productos específicos. Particularmente interesante la oferta de suscripción de la revista Runners y la tienda de MAPOMA. De sendas promociones me beneficié gustosamente, así como la dedicatoria del francés Serge Gerard, el único corredor que ha corrido los cinco continentes, que firmaba en el stand de Mizuno. Al preguntarle jocoso para cuando su próxima vuelta al mundo, éste sonrió divertido.

Acabado todo este recorrido con algún resuello dada la enormidad de los pabellones, opté por tomarme la tarde libre y visitar lugares emblemáticas de la capital, particularmente el sugestivo Madrid de los Austrías, del cual ya disfrutaba leyendo a Quevedo, mucho antes que la zaga Alatriste surgiera. No obstante, Madrid es enormidad por lo que intentaba en todo momento no cansar demasiado las piernas e ir ingiriendo productos y líquidos que fueran llenando las reservas de glucógeno, a pocas horas de la salida del Maratón.

Jose y quien esto suscribe no tuvimos la oportunidad de vernos dadas las distancias que separaban nuestro hoteles respectivos, así como la imposibilidad de vernos en la salida, dado que él se situaría en el cajón en torno a las tres horas y yo en el de las tres horas y media, aproximadamente. No obstante “nos marcamos” por teléfono durante estos dos días.

Por la noche, en los alrededores del hotel podían observarse grupos de corredores intentando buscar restaurantes que dispensaran pasta, el producto estrella en estas carreras, así que los pocos que dispensaban este producto como era de esperar se encontraban atestados. Finalmente pude encontrar algún sitio libre muy cerca del hotel, donde me dispensaron pasta y también proteína en forma de solomillo por lo que entendí que los “depósitos” deberían ya estar lo suficientemente llenos para correr 42 kilómetros a ritmo aproximado de 5 minutos el kilómetro. Lo demás lo aportaría el desayuno en torno a las 6 de la mañana.

Cuando bajé al comedor, algunos atletas africanos subían para sus habitaciones con naranjas y plátanos en mano, y pensé que a esas horas – en torno a las 6,15 – el comedor aún no contaría con mucha presencia de corredores. Craso error: estaba totalmente atorado. Sin embargo, no fue nada difícil poder tomar los alimentos que deseaba tomar, acompañados en todo momento de un par de cafés.

Por tanto, a eso de las siete me dirigí de nuevo a la habitación del hotel para iniciar los necesarios y siempre repetitivos ritos que llevamos a cabo casi solemnemente todos los corredores. A las 8,15 había quedado con los compañeros de club Luis y Manu, para dirigirnos a la zona de salida.

En la bolsa Adidas llevaba dos artículos de cada prenda necesaria para correr, y tuve claro desde el primer momento que correría con el pantalón técnico Adidas de color gris y, por supuesto, la camiseta de competición de Caja Rural; también sabía que correría con el buff de micro fibra a tipo de pañuelo, pero en lo demás dudaba: qué gafas utilizar, qué calcetines ponerme ¿los calcetines guante o los largos hasta la rodilla? Sin embargo la duda que más tiempo tardé en resolver era con qué zapatilla correr, ¿con las Asics Lhandret o con las Adidas Supernova? Así que me probé ambas y pisé fuerte e intensamente, decidiéndome finalmente por las primeras. Ya sólo faltaba aplicar la necesaria vaselina en las zonas de mayor rozamiento, la crema para los pies y la ingesta de los últimos sorbos de agua.

A las 8,15, Luis, Manu y quien esto suscribe nos marchamos animosos por calle O’ Donnel, en dirección oeste, hasta llegar a la salida en el Paseo de Recoletos donde el ambiente ya era enormemente festivo y la presencia de corredores portentosa. Grupos de corredores haciéndose la foto para la eternidad, corredores haciendo cola en los urinarios portátiles, corredores bromeando con corredores... y todo ello embadurnado por ese clima de alegre espera que siempre rodea a una carrera. Me sitúo entre el “cajón” señalado por un enorme globo de Corricolari portado por un corredor, que señalaba las 3 horas y media y el que señalaba las 3 horas 45 minutos. Mis previsiones se demostraron muy correctas.



LA CARRERA

En una carrera de 11.500 participantes sales andando, si bien lo importante es estar corriendo ya cuando pasas por la alfombra de salida. Y así fue, aunque en un principio no lo tenía claro. Como bien me comentó Jose, no estaba muy lejos de la salida, ya que tan sólo transcurrieron apenas 3 minutos desde que comencé a andar hasta que pasé por la alfombra.

Los primeros kilómetros siempre son de “basura” con constantes obstáculos humanos, si bien la generosa anchura del Paseo de la Castellana posibilitó tener el suficiente espacio vital, si bien intenté concentrarme en adoptar un ritmo constante desde los primeros kilómetros, teniendo la mente más en el “futuro” de la carrera que en el momento presente. Los primeros cinco kilómetros están situados justo en las Torres Kio, aquéllas que estuvieron en el centro de una época especialmente convulsa de España, salpicada por los primeros conatos de corrupción. Retengo en la mente al paso por este monumento a la estulticia financiera el gran manto de sombra que ambas proyectan, oscureciendo la zona de paso. No pude evitar recordar también la fenomenal película de Alex de la Iglesia, protagonizada por Santiago Segura, el día de la bestia, en la que la proverbial imaginación del director español otorgó a la forma de las torres una señal diabólica que anunciaba el fin del mundo. A pocos metros de allí, justo en el momento en que doblamos en dirección oeste, es posible contemplar los nuevos monumentos a la estulticia más reciente: la del pelotazo urbanístico, en el solar que ocuparan los recintos deportivos de la ciudad deportiva del Real Madrid. En su lugar surgen varias torres que pretenden pugnar con las de Kio y que simbolizan la prolongación del Madrid moderno. Estas torres en construcción fueron conocidas por el gran público durante los actos de homenaje dedicados a la selección de baloncesto tras obtener la medalla de oro en las campeonatos del mundo de baloncesto en Japón, celebrada y retransmitida en directo desde la Plaza de Colón. Se contemplaba cómo en el último plano del televisor ardían de manera espectacular, sin que afectara, por lo que se ve, ese incendio a su estructura.

Es en esa zona cuando coincido con Mario, paisano y amigo de este blog, con el que había entrenado un par de veces por la Vega de Granada. Desde ahí formamos pareja atlética durante todo el recorrido prácticamente, convirtiéndose en un guía de lujo, ya que al vivir y trabajar en Madrid me pudo ir explicando los distintos lugares por los que pasábamos. Por el conocí el paso por el barrio del Pilar, uno de los barrios más septentrionales de la capital y la entrada en los inmensos espacios verdes de la Ciudad universitaria de “La Complutense”, situada en la parte noroeste de la ciudad. En la avenida del mismo nombre, estábamos ya en el kilómetro doce y medio y nuestro ritmo suave, unos cinco o seis segundos por debajo de cinco minutos el kilómetros, nos permitía poder ir comentando aspectos de la zona por la que pasábamos, sin que en ningún momento sintiéramos cansancio. Un poco antes del kilómetro 15 entramos en la zona de Moncloa, punto en el cual la carrera vuelve a reentrar en dirección al centro de Madrid, pasando por la calle Feraz y Bailén. Es en esta zona en la que encuentras un Madrid iluminado con una luz muy especial, tal y como percibió Francisco Umbral cuando llegó a la ciudad desde su Valladolid natal. El paso por el Palacio Real, muy cerca del kilómetro 17 te ofrecía la posibilidad de pisar un Madrid decimonónico y eterno, lugar donde el poder no atribuido al pueblo aún se solapa con el verdaderamente soberano consagrado en la Constitución; lugar también donde el dictador elevaba su mísera voz cuando trataba de arengarse a sí mismo ante la muchedumbre en la Plaza de Oriente. El paso estaba repleto de güiris que aplaudían, seguramente sin saber muy bien que estaban asistiendo a uno de los maratones más populares del país. Enseguida se gira hacia la izquierda y se accede a la calle Mayor, a un Madrid que da entrada a otro Madrid, el de los Austrías, ese que tan bien ha retratado Pérez Reverte con su saga Alatriste; un Madrid antiguo y golfo, por el que siempre me ha gustado deambular de la mano de literatos como Quevedo. La calle Mayor tiene algo de pendiente pero no es apreciable, de manera que sin apenas concebirlo nos topamos con la Puerta del Sol, símbolo por excelencia de nuestras nocheviejas más ancestrales, una de las cuáles pudimos disfrutar no hace mucho.

Íbamos camino del paso de la media maratón y mi organismo se encontraba completamente incólume ya que el ritmo no era superior al de un entrenamiento tranquilo, en torno a 4,50 minutos el kilómetro. Ascendemos un poco por la calle Alcalá y llegamos de nuevo al entorno del paseo de Recoletos, lugar del que salimos unos diecinueve kilómetros antes. En un par de kilómetros pasaremos por la mitad del recorrido, la media maratón situada en la calle Juan Bravo que presenta un aspecto agradable y festivo. Un poco antes nos habían obsequiado con la sugestiva música de Vangelis, “Carros de fuego”, banda sonora de la película del mismo nombre, basada en la vida deportiva de dos atletas rivales. En ese momento mi cronómetro parecía haberse detenido y presto más atención a su mecanismo que a esa música totalmente idónea. Sinceramente, me hubiera gustado haber disfrutado mucho más de ella, pero no pudo ser, ya que me interesaba sobremanera no perder el control del tiempo de paso por referencias concretas. La media maratón la pasamos con mucha comodidad en un tiempo bastante discreto: 1,43, más de seis minutos por encima de mi marca en esa distancia, tiempo que considero adecuado, si bien mi intención era no pasar por debajo de 1,45.

Superada la media distancia, encaramos la larga y picada calle, paralela a Castellana, Príncipe de Vergara. Se trata de una calle que consta de unos 4 kilómetros, y a pesar de que no sufro en ella, es notable que tanto Mario como yo notamos su pendiente, algo que particularmente detecto y bajo, un poco el ritmo, toda vez que mi evolución en las cuestas no suele ser muy brillante y se me cargan demasiado las piernas. Así que le comento a Mario que voy a bajar un poco el ritmo de forma consciente. Cuando acaba esta calle ya nos encontramos en el kilómetro 25, sin que el ritmo supere aún los 5 minutos el kilómetro. Son calles muy anchas y la organización previendo el déficit de público opta por contratar músicos que estruendosamente animan nuestro paso. Fue posible contar con la presencia de cantantes de jotas, gaiteros, y bandas de muy distinto pelaje. Son esos motivos los que hacen grande una maratón.

Sé positivamente que voy camino del kilómetro 30 y que será en ese momento cuando comenzará de veras la prueba, dado que, además, jamás he superado esa distancia corriendo, así que procuro en cada uno de los avituallamientos hacerme con un botellín de agua y cumpliendo los cánones bebo dos o tres tragos e inmediatamente lo arrojo. En torno al kilómetro 25 opto por tomar una pastilla de glucosa pero siguiendo el consejo de Mario la acabo arrojando porque sus efectos no son inmediatos y es posible que haga el efecto contrario si no estás acostumbrado a tomar en carrera. Así que muy cerebralmente decido no tomar ni tan siquiera isotónico en los avituallamientos, sólo agua. Pasada la calle Príncipe de Vergara entramos en otra calle de similares características, que oscila entre el kilómetro 26 y el 30 aproximadamente. Se trata de la calle Arturo Soria. Esta calle presenta un trazado bastante suave y no encuentro dificultad alguna en superarla a una media de cinco o seis segundos por debajo de los cinco minutos el kilómetro. Incluso, nos encontramos con la sorpresa que en la nueva penetración en otro tramo de la Calle Alcalá - una de las calles más larga de Madrid -, nos esperará un tramo de unos dos kilómetros dotado de una pequeña bajada. Pero ya no habrá mas tregua. Comienza el verdadero Maratón de Madrid.

Hasta el kilómetro 32, este corredor disfruta de buenísimas sensaciones, llegando a sentirse eufórico cada vez que miraba el reloj. A ese ritmo consideraba factible parar el tiempo en la meta en torno a las 3 horas y 25 o 27 minutos. El razonamiento era fácil: encontrándome al principio del kilómetro 33 con un tiempo en torno a las 2 horas y 41 o 42 minutos y considerando que en los 10 últimos kilómetros emplearía a lo sumo 49 o 50 minutos, la idea de bajar de 3 horas y media estaba a mi alcance. Pero esa es la grandeza y la miseria al mismo tiempo del correr. Conoces lo que has hecho hasta ese momento, pero es imprevisible lo que puede suceder en los siguientes metros. Así que con la moral de un neófito a pesar de ser consciente de haber bajado algo el ritmo, me dispuse a correr esos últimos diez kilómetros como si se tratara de una carrera corta del circuito, o bien, un mal entrenamiento de uno de mis circuitos por la Vega de Pinos Puente. Pero es entonces cuando esta mítica prueba te mira a la cara y te sonríe burlonamente. Así que comprendes de repente que esos 10 últimos kilómetros que quedan hasta el 42, se parecen a esos 10 kilómetros de tu bucólico recorrido por la Vega, igual que un huevo a una onza de chocolate, y despiertas de pronto ante la tragedia que tienes delante de tus ojos. Tampoco cuentas con que es justo por esos lares cuando la organización ha querido incluir una de las pendientes más picadas de todo el recorrido en la Avenida de Arcentales. Además, el calor en ese momento es algo más consistente, y para colmo aún no sabes –aunque lo presientes- que tienes por delante el muro, el cual no tarda en llegar.

Observo cómo no soy víctima de pájara alguna, pero la mente no va ni las piernas tampoco. La subida no cesa y comienzo a ver a muchos corredores que optan por parar y estirar en los bordillos de las aceras unos y otros continuar andando. Por los gestos del numerosos público comprendo que son los momentos más dramáticos de la carrera, así que bruscamente observo que muchos corredores buscan a voluntarios que porten reflex en la mano, al tiempo que otros son atendidos de mareos o lipotimias en las aceras. A simple vista puede parecer que narro un panorama dantesco propio del campo de batalla, pero esa narración es fiel a los hechos vividos. Es el momento que había observado en películas y documentales, en los que se observa a corredores destrozados, las calles totalmente mojadas, los corredores empapados de sudor y agua, y muchos de ellos procurando andar reticentes. Así que temiendo lo peor bajo ostensiblemente el ritmo a unos seis minutos el kilómetro, contándome alzar los pies del suelo.

Miro obsesivamente las pancartas que anuncian los kilómetros y compruebo con sorpresa que aún estamos en el 35. En condiciones normales, los 7 kilómetros restantes saben a muy poco, pero en las circunstancias del maratón esos 7 kilómetros son una pesadilla. Es entonces cuando un fuerte dolor en el muslo interior izquierdo casi me deja sin respiración. Sin duda, estaba intentando superar el muro y el cuerpo y la mente se estaban revelando a marchas forzadas. Es cuando todo tu ser te dice casi a voces que emules a otros corredores y te detengas, pero sé cómo funciona mi esquema de valores y comprendo que no lo haré, a no ser que el persistente dolor muscular vaya a más, algo que veía como muy posible. Asustado ante tamaña idea bajo aún más el ritmo y acudo con ansiedad a una chica voluntaria para que me aplicara reflex. Ésta presta y ágil apuntó con el aerosol a la zona que le indicaba, al tiempo que aplicaba un corto pero intenso masaje que sorpresivamente hizo que desapareciera el dolor por completo. Sabía que volvería a reaparecer pero también que ya me encontraba en el kilómetro 39. Son momentos de caos y confusión. La estampa era épica: muchísimos corredores andando y otros muchos atendidos que los voluntarios que no daban a vasto, al tiempo que los muchísimos espectadores formaban un minúsculo pasillo muy similar al que atosigan a los ciclistas cuando suben el Tourmalet o l’Alpe d’Huez. Pareciera que lo más selecto y animoso de todos los espectadores que nos han acompañado a lo largo y ancho de Madrid estuvieran concentrados en esos escasos tres o cuatro kilómetros que conducen a la meta en el Retiro. Sus fervorosos y pasionales gritos de ánimo son tan contagiosos, que después en la meta comenté a Mario que creo que son los verdaderos artífices que consiguieron que corriera dos kilómetros agónicamente. Ellos te llevan en volandas a la meta, porque es tan intensa su devoción que no quieres pensar ni tan siquiera en fallarles. Estoy buscando el kilómetro 41 pero no lo veo, sólo a un público enfervorizado. Y ya no puede fallar. No he venido a Madrid ni he llevado a cabo tres meses de entrenamiento específico para detenerme a falta de un kilómetro y algo. Además me movía enormemente poder dedicarle la llegada a dos seres queridos que ya no están entre nosotros, pero el dolor en el muslo volvía a reaparecer, así que antes que buscar más agua decidí que mis ojos se centraran en algún voluntario con reflex en la mano. Y allí estaba la chica que me salvaría. Ésta no sabía a donde acudir, ya que éramos muchos los que hubiéramos dado nuestra vida y nuestra escasa hacienda por unos milímetros cúbicos de árnica. Le señalo la zona y me suelta una buena cantidad de líquido milagroso que me permite afrontar el último kilómetro, si bien sigo sin ver el 41. El público nos dice que ya no queda nada y, efectivamente, entramos en el Retiro por la entrada del principio de O’Donnel y comienzo a ver los primeros arcos publicitarios, sin saber exactamente cuál sería el definitivo, “el de Adidas, el de Adidas”, gritaba el gentío, algo que se agradece ya que el primero de ellos es rojo – de cervezas Mahou- idéntico al del Circuito de Diputación de Granada, y la mente en esos momentos se alía con cualquier diablillo que sea capaz de seducirla mínimamente. Pasamos este arco, pasamos otro de Telefónica y finalmente el tercero – el de Adidas- ya indica la meta, la cual atravieso alzando dos veces el dedo índice al cielo.

Ya he llegado. Ya soy maratoniano. El tiempo –quizá era lo de menos en ese momento-: 3 horas, 39 minutos y 48 segundos, empleando casi una hora en los últimos diez kilómetros, algo que intentaré ocultar a Emilio.

La primera idea que pasó por mi mente cuando llegué a meta -he reconocer con sinceridad- fue: “no vuelvo a correr más un Maratón” algo que también me pareció ver reflejado en la cara de Mario, que había llegado tres segundos antes. Cabizbajos nos dirigimos ambos a la zona de refresco, buscando obsesivamente alimentos y bebidas para recuperar, de la bolsa que nos había sido entregada. “Parecemos las muñecas de famosa” pronunció Mario; y era cierto, ya que no era posible ni tan siquiera sentarnos dada la rigidez de las piernas.

Pasaron los minutos, pasaron las horas y aún veíamos corredores llegar. Comíamos, bebíamos e intentábamos recordar los momentos más duros o más determinantes. Sabíamos que las dos cuestas últimas habían sido terribles, de forma que en un maratón más llano, tal vez, hubiera sido menos traumático, pero esto es Madrid y merece la pena todo ese sufrimiento para poder correr aquí.

Ya en la ducha del hotel comprobé que había llamado Jose conocedor que el debut en esta prueba se convierte en un sublime acontecimiento. Posteriormente me indicó que había mejorado su tiempo, deteniendo el reloj en ¡algún minuto por debajo de las tres horas! “Increíble Jose”, le solté. “También lo es tu primer maratón en el tiempo en que los hecho, cuando hace muy poco ni tan siquiera querías ni hablar en hacerlo”, me vino a decir. Llevaba razón. Posteriormente llamó Mati, que había calculado que ya haría tiempo que habría terminado. “No te creas, aún están llegando corredores”, le dije.

Cuando dejé el hotel y salí a las calles madrileñas, estando el día claro y veraniego como llevaba meses sin ver, busqué donde tomarme una merecida Heineken para comenzar a saborear lo hecho. No sabía muy bien que significa lo que había hecho, pero sabía que era algo muy peculiar.

Una vez en al autobús VIPS de vuelta, cómodamente sentado, escuchando la Banda Sonora de Los Chicos del Coro y leyendo el periódico, intenté valorar objetivamente si lo que había hecho merecía la pena. Sabía que no hace mucho estaba muy distanciado del maratón, y ahora era uno de esos locos que corren 42 kilómetros de una tacada. Lo importantes es que me sentía satisfecho conmigo mismo. Eso era lo que contaba.

Por último, vuelvo a destacar la enorme organización de este evento y el gran número de voluntarios, así como el esfuerzo mostrado en la bolsa del corredor, repleta de motivos y detalles publicitarios, desde revistas hasta desodorantes, pasando por barritas energéticas o glucosa. Muy destacable la camiseta de competición verde, marca Adidas conmemorativa del 30 aniversario del Mapoma y los dos trofeos entregados: uno de metacrilato de diseño muy refinado y una medalla dada en la bolsa a la entrada en la meta.

16 comentarios:

Paco Montoro dijo...

Correr un maratón es una experiencia inolvidable, y como te comente no hace mucho el monstruo del maratón se nos sube a la espalda. Hay es donde comienza la carrera, es hay donde uno demuestra la clases de corredor que eres. Todos sufrimos, desde el primero en llegar hasta el ultimo.
Yo llegue el sábado en autobús y después de coger el dorsal, comida de la pasta y dar una vuelta por la feria del corredor, me fui al hotel, deje las cosas y me marche para la filmoteca, Cine Doré, vi El verdugo de Berlanga, y a continuación la oscarizada como mejor película extranjera en su tiempo Menphisto de Zsarvo.
Al día siguiente llegué a las 8,15 hora para dejar la mochila en los camiones guardaropa, aquello era una locura de gentes, pero muy bien organizado.
Pasaron tres minutos cuando pasé por debajo del arco de salida y a partir de ahí intente de llegar a los globos de 4 horas, sobre el km cuatro los alcancé y fui con ellos hasta el km 36, pero los gemelos los llevaba como piedras y no tenía mas remedio que parar tres o cuatro veces a estirar.
Es la primera vez en diez años de corredor que hago mas de tres horas 33 de carrera, pero te puedo decir que disfrute como en todos los maratones, por no decirte que mas, pues no fui con la presión de hacer marca, sino de terminarla. Mi idea era de hacer 3h 50, pero a partir del treinta y tantos supe que no iba a ser posible y me dediqué a terminar lo mejor que pude.
Hace un momento he escuchado un comentario de uno que corrió el Domingo comentando que la mejor experiencia es la del primer maratón, no estoy de acuerdo porque después de haber terminado diez, he sentido las mismas sensaciones en todas.
La vuelta en autobús para Málaga, fue super relajante, aunque los pies los tenía hinchados y los gemelos doloridos me cargue en el trayecto el libro de Grahan Greene El tercer hombre, magnífico libro y buenísima película.
Saludos y ha recuperarse, como dice Tony Lastra;
No corras durante 8 o diez días, salga con su pareja, trasnoche te lo has merecido.

Anónimo dijo...

Enhorabuena, una vez mas has conseguido que disfrutara y sufriera una carrera, en este caso "la madre de todas las carreras", te aseguro que leeré y releeré la crónica hasta sudar, lo dicho con dos narices,

UN ABRAZO!!!

Alfonso dijo...

¡ Bravo por tu maratón! Y Bravo también por el comentario. La descripción de los diez últimos kilómetros ha sido emocionante. Yo, todavía corredor novato, no me podía imaginar ese campo de Marte que describes. Pero ahí reside la grandeza de la superación personal. Pues supongo, que cada corredor, en la soledad de esos últimos kilómetros echa un pulso a los límites que la naturaleza nos impone, sin más armas que su orgullo y su coraje.

Enhorabuena de nuevo.

Mario dijo...

eso pense yo por la tarde cuando al fin logre llegar a casa (profunda es la linea 6 de metro nunca voy fijo en las escaleras automáticas, ese día si), mientras veia EVA AL DESNUDO, tirado en posición vertical, 1/2 maraton de granada en octubre, febrero maraton en sevilla

Neke dijo...

Bueno, José Antonio, ya estás en el Olimpo de los maratonianos y además has entrado luciendo un crono inmejorable, que más te puedo decir que darte la mas sincera enhorabuena. Puedo asegurarte que me alegro muchísimo de que alcanzases tu meta, más aún en una carrera de la que la gran mayoría de crónicas que he leído, destacan su dureza este año, no por nada la frase más leída ha sido me apeo de Madrid.

Yo espero imitarte el año que viene, en el hecho de debutar en Madrid que no en el tiempo :-).

Un abrazo

José Antonio Flores Vera dijo...

Paco: Una pena no habernos podido conocer. Es bastante complicado. Estuve pendiente del atuendo que me explicaste ibas a llevar, pero no fue posible. Enhorabuena por tu "enésimo" maratón. Sufrí Paco, pero también disfruté de lo lindo. Es algo único. Es cierto, que correr con algún problema físico mina mucho el ánimo. A mí me ocurrió sobre el kilómetro 35, y pensé que iba a suponerme parar. Al final, aflojas el ritmo y tiras como puedes.Por cierto, muy acertada a Cine Doré. En el poco tiempo de que disponía opté por engolfando viendo libros. Seguimos en contacto.

Edu: Te quiero ver pronto ahí en la distancia mítica. Lo mejor es ir mentalizándote y cuidarte mucho. No sé si iré a la carrera de la Amistad, igual optó por la Media de la Ruta del Renacimiento de Ubeda-Baeza ¿tú que harás?

Alfonso: Gracias por seguir este blog y celebro que te hayan emocionado esos últimos diez kilómetros, que efectivamente fueron épicos, o al menos, así los viví. Sigue entrenando con ánimo. Saludos.

Mario: Ya pensamos en Sevilla, no tenemos arreglo. Pero habrá que entrenar un pelín más ¿no crees? Ya lo planificaremos.

Paco: Sé de tu progreso y estoy convencido que correras el próximo año en Madrid. Mi consejo: culmina tres o cuatro medias más hasta entonces y ya estarás en el camino. No te preocupes por el tiempo, es lo de menos.
Por cierto ¿ irás a la media del Renacimiento ? Yo estoy por ir.

Neke dijo...

Lamentablemente, me resulta imposible acudir a la media del Renacimiento, con las ganas que le tenía a la carrera, pero después de estar 3 semanas parado por la lesión en el tensor de la fascia lata, no me da tiempo a recuperar la forma para el evento en cuestión. Mis planes van un poco más allá en el tiempo, allá por el 19 de mayo se celebra la media de Almansa, que goza de muy buena fama entre los populares, así que si te animas, ya sabes :-), yo ya me he inscrito (www.mediomaratonalmansa.com).

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Soy un corredor habitual del circuito de Cruzcampo y ha sido tambien mi primer maraton, suscribo en mi sangre lo que tu has comentado, pero quiero destacar alguna cosa, la primera la gran cantidad de gente en las calles, te sientes protagonista, la segunda que a la llegada dije que nunca más y hoy que las agujetas estan empezando a mejorar ya estoy pensando en el siguiente.

angel luis dijo...

José, gracias a tu magnífica crónica de la carrera has hecho que la vivamos como si la hubieramos corrido. Sin embargo, para el año próximo confío en emularte en distancia no en tiempo.
Sinceramente, tu cuidada descripción nos ayuda a animarnos de cara a la entrada en la maraton.
Pedazo de blog.
Nos vemos en La Amistad ( en Alhama no pude estar).
Saludos

Mario dijo...

los últimos 5 km nos pusieron en nuestro sitio, pero no hay que olvidar los pletóricos 35-37 km que hicimos, lo cual indica que la preparación que hemos llevado no iba tan descaminada... quiza alguna cuestecilla más tanto para arriba como para abajo.... y para cuando 42.195 metros en granada?

José Antonio Flores Vera dijo...

Paco: He oído hablar de la media de Almansa, y parece una buena opción que habrá que pensar, si bien me concentraré de nuevo en el circuito y si estoy recuperado correré en Ubeda (son tantas las posibilidades).

Antonio: Enhorabuena por tu primera maratón. Y llevas razón, hoy también siento una mejoría apreciable y estoy convencido que correré otra maratón. El público en Madrid, un 10.

Mario: No entrenamos nada mal, si acaso nos hubieran venido bien mas kilómetros y algo más de cuestas, al menos para no sufrir en esos fatídicos últimos 5 kilómetros.
En Granada, al parecer, hubo un buen maratón, pero recemos para que al menos conserven la media, ya que la han sacado del Circuito. Por cierto ¿recuperado ya?

Ángel Luis: Gracias por tus palabras. Te animo a que corras el próximo año. Podría ser muy buena idea que corrieras el maratón el proximo año. Si hablas con Luis Ortiz, te animará seguro. Escribir para mí es casi tan emocionante como correr. Espero que nos veamos en La Amistad si no voy a la media del Renacimiento que es el mismo día. Saludos.

Paco Montoro dijo...

Jose Antonio me fue imposible de estar en la fuente de Colón, el caos de gentes era impresionantes, ademas tenía que dejar la mochila en los camiones.
Ahora que ya se me está pasando las agujetas en cuadrípces y gemelos, estoy pensando en mi siguiente carrera, me es imposible hacer fuengirola y estoy pensando de hacer La Amistad.
¿Sabes si me puedo apuntar el mismo día de carrera y puedo correr aunque no esté apuntado en el circuito?
Por cierto, ayer tarde estuve viendo 300 en el cine, si te gusta el género fantástico e histórico no te la puedes perder. Saludos

José Antonio Flores Vera dijo...

Paco: También estoy ya recuperado, pero no correré hasta el domingo probablemente.
Puedes inscribirte en la carrera de La Amistad, sin necesidad de estar previamente inscrito en el Circuito. El reglamento dice que tendrás que hacerlo como fecha tope el jueves anterior y, excepcionalmente, una hora antes de la carrera (pero esa excepción casi siempre es la norma). Te indico la dirección para que consultes el reglamento de la carrera http://www.dipgra.es/deportes/gpf/tr_amistad07.pdf
El día de la carrera de la Amistad, se celebra la media maratón ruta del Renacimiento en Ubeda-Baeza, y había pensado en ir, todo dependerá como me encuentre. Lógicamente, si no acudo a Ubeda iré a la Amistad.

Efectivamente, sí es de mi interés el cine fantástico y tengo pendiente de ver 300 ya casi todos los la habéis visto hablais bien de ella. Que vaya bien esa recuperación.

Mario dijo...

nada de dolor en las piernas ya, he hecho una recuperación activa con algo de spining, ayer 20 minutos de cinta... aunque noto que me falta gasolina. En este puente tocará algo de pedales, y tal vez algun paseillo corriendo

José Antonio Flores Vera dijo...

Mario: No abuses, que desgaste ha habido aunque ya parezca que estamos bien. El sábado o domingo haré 10 suaves, casi al ritmo que sin obligadamente hice los últimos en Madrid. Antes estiraré y haré abdominales. Y eso sí, mucho andar.Por cierto, muy favorecido estamos en las fotos, pero en algunas con cara de estar hechos trizas. Están en un enlace de la página del maratón de Madrid.

Mario dijo...

no se como lo hicieron, pero tengo 16 fotos, y de ellas la mitad son primeros planos, hasta de cuando me puse andar .... pero te cobran 60 € , menudo negocio. No se si esto está permitido lo de negociar con mi propia imagen