SOY CORREDOR

Comentaba en el blog de Paco Montoro que lo importante es que llegue el día en el que digas: soy corredor. Pero ese momento no llega ni de manera automática, ni como resultado de una metamorfosis mental. Ese día llega porque así lo has experimentado y así lo sientes. Antes de eso todos hemos jugueteado en alguna ocasión con esa presunción y hemos pronunciado a la primera ocasión que se ha presentado que somos corredores, probablemente porque haciéndoselo saber a nuestro interlocutor nos reafirmamos más en ese papel de corredores. En otras ocasiones cuando aún estamos en esa fase indiciaria previa a ser corredor, nos hemos acercado a alguna tienda de deportes especializada y nos ha elevado sobremanera vernos inmersos con otros corredores que si lo son. Hemos pedido un modelo concreto y una marca concreta de zapatillas y cuando nos ha sido entregada, hemos enarcado las cejas como queriendo transmitir conocimiento y seguridad acerca de la mercancía solicitada. Incluso, es posible que a la primera de cambio nos hayamos sorprendido intercambiando opiniones sobre carreras que, en algunos casos, no hemos corrido pero que pretendemos hacerlo en breve. Hemos escuchado a dos corredores hablar de la última maratón corrida y en nuestro fuero interno nos hemos sincerado con nosotros mismos diciéndonos que aún estamos lejos de esas metas.
En otras ocasiones hemos acudido a comprar algún medicamento o alguna sustancia en algún herbolario, de esas que a veces solemos comprar los corredores, y no hemos dudado un segundo en decir al dependiente o dependienta que somos corredores. O incluso hemos sido presuntuosos con nuestra delgadez cuando alguien nos atisba en plena calle y suelta aquello de te ve más delgado. Es que soy corredor, solemos responder. ¿ Y qué decir de cuando nos hemos ido retirando voluntariamente de fastos y farras ? Ante la extrañeza de nuestros amigos o pareja ante nuestra decisión de prescindir de aquella fiesta o esta boda, solemos esbozar una sonrisas diciendo aquello de que no voy a ir porque no bebo y, además, me es muy molesto el humo. Y eso no es ficción, ya que a todos (a casi todos) tarde o temprano nos ocurre. Un amigo mío, gran corredor, incluso, pactó con una hermana si habría sala de fumadores o no en un evento familiar.
Y también ocurre otro tanto con las comidas. Lo perciben tus compañeros de trabajo en los desayunos o en las cervezas del mediodía. Del suizo mixto que pedías habitualmente pasas a la media tostada con aceite; y del tubo de cerveza pasas a la cerveza sin alcohol. Y claro, ellos que aún no saben que corres de manera más regular acaban por preguntarte el porqué de tus nuevos hábitos alimenticios.
Y toda esa travesía del desierto es la que, sin tu saberlo, paso a paso, te va convirtiendo en corredor, así que cuando ya lo eres todos esos hábitos extraños, que quienes te rodean a veces censuran, son tu mejor carta de presentación. Y es cuando todos comprenden y acaban por respetar que tu eres corredor, con todo lo que eso conlleva.