....Pero todo parece indicar que la estoy superando.
El pasado miércoles volvía a los caminos para devorar esos mismos nueve kilómetros que ya devoré el lunes a mediodía. La tarde ya estaba oscura y los caminos quietos y expectantes ante la inminente aparición de la luna, que ya dibujaba sus claros perfiles en el horizonte.
Reconozco que me sentí intruso ante tanta quietud pero también advertí cierta complacencia entre las hojas de los árboles. Eso me hizo sentir bien.
Minutos antes salía del coche y comenzaba a cambiarme. Ojeé a mi alrededor y contemplé demasiada quietud y ni un alma alrededor. El Pantano del Cubillas es una zona apartada de la población y sólo en días soleados y no demasiado tarde se contemplan paseantes y algún deportista. Entonces no pude evitar preguntarme la sempiterna frase de que qué hago yo aquí. Además sentí pánico al pensar que la recuperación todavía estaba en su fase álgida y pudiera ser que la oscura noche me encerrara en su seno en tierra de nadie. Son esos momentos de desasosiego en los que un corredor vocacional decide seguir siéndolo.
No lo pensé un segundo más y comencé a trotar. El camino inicial entre los pinos era aún más oscuro y el perro que todo vigila ya se estaba retirando a sus aposentos.
Quien conozca la zona de la que hablo comprenderá que es un lugar orográficamente roto y sin orden alguno, algo similar a como debió ver el terruño grisáceo y con color ceniza el gran Scott Fitzgerald en el "Gran Gatsby". Una ruta que por esos motivos me engancha sobremanera.
Sabía que encontraría el Camino del Cortijo de Santa Rosa aún más misterioso, tanto por sus características como por el avance de la tarde. Y así fue. De hecho, los pocos pájaros otoñales ya habían elegido su rama preferida y los imaginaba hinchando su pecho para crear una conjunción con Morfeo. Atravesar esos campos en tierra de nadie sólo era posible corriendo. Y allí estaba yo, solamente con mi corazón, mis pulmones y mis piernas.
La vuelta por Caparacena despertó mis sentidos aún más. La tarde oscurecía y poco remedio había ya para esa situación. Iba perdido en esos pensamientos, oteando el paisaje, tranquilo. Cansado pero tranquilo.
Y cuando llegué de nuevo al coche pensé con enorme gratitud que todo ese mosaico de sensaciones y pensamientos sólo era posible desarrollarlo si no existía preocupación alguna por el talón de Aquiles.
5 comentarios:
Un dia leyendo el periodico Ideal ,en un articulo, alguien mencionaba que corria. Seguro que este tiene algo mas que decir sobre el tema, me dije. Y asi es.
Que bien compañero...estaremos cerca del final del tunel? no hablemos muy alto...jajaja
saludos
El bienestar que sentimos al acabar y no notar molestias de ninguna clase, es impagable. Ese cansancio suave que sentimos al terminar, también lo es. Un abrazo
No se puede relatar mejor esa vivencia.
Disfrutar de ese paisaje idilico en soledad, solo puede desembocar en un testimonio tan bonito como el que nos relatas.
Bienvenido a los caminos.
Recibe un fuerte abrazo de tu compae.
Vicente, ninguna palabra sobra y ninguna palabra falta en tu esmerado comentario. De nota. Saludos.
Paco, yo creo que estamos más cerca que lejos. De hecho, ya estamos advirtiendo cierta luz.
Ese bienestar es impagable, Paco. E inenarrable. Lo has captado a la perfección. Gracias amigo.
Compae, un inmenso placer "verte" por aquí. Yo sé que tu entiendes como si lo hubieras escrito tú las sensaciones de esa ruta que tanto aprecias también.
Probablemente, si hay tiempo, apareceré el fín de semana por nuestro pueblo y una sorpresa te daré...
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