Excelente vista desde la torre de televisión de Alexander Platz Justo a la entrada del magno parque Tiergarten está la llegada de la Maratón de Berlín.
De Berlín te traes muchas cosas en la maleta. La mayoría en el sentido metafórico. Y muchos interrogantes. Cuando miras la ciudad con los ojos del turista probablemente conserves en la retina la grandeza de sus avenidas, la de sus museos y las de sus edificios, además del exquisito paladar de su mucha y variada cerveza. Pero cuando intentas adoptar una mirada basada en su historia, sus turbulencias, su significado y su simbolismo, es otra cosa.
Berlín es la capital que mejor ha representado una etapa importantísima en el devenir del Siglo XX: la caída del muro. Con esa caída se escenificó todo un cambio en el orden político mundial. Significó la caída del régimen comunista en la Europa del Este y, consecuentemente, la paulatina extinción de la URSS, como nave nodriza de ese régimen.
Parte real del muro que aún se conserva en una de las calles más castigadas por la división.
Alambrada de espino real, conservada para no olvidar la historia.
A través de nuestros medios de comunicación, nos llegaban a finales de los años 80 noticias muy convulsas sobre grandes movimientos populares exigiendo esa caída simbólica pero también real. Y un buen número de personas perdieron su vida reivindicando el derribo de esa siniestra frontera y cuyas necrológicas pudimos contemplar no lejos de la puerta de Brandemburgo.
Alemania cuenta con un gran peso histórico en la propia historia de Europa. Y dentro de este increíble país, Berlín ha escrito muchas de las más importantes página de esa historia. Sufrió las inclemencias del nazismo, al ser la capital del régimen y el lugar de residencia del aparato, con el dictador al frente. Fue la ciudad en la que se fraguó el Holocausto "ideológico", que se trasladó materialmente a diversas partes del país, y fue la capital que sufrió la división más atroz tras los acuerdos de Potsdam, ciudad integrante del Länder berlinés.
En pocos años muchos berlineses, que hoy día tienen edad para contarlo, han sufrido dos dictaduras en sus carnes sin necesidad de salir de sus propias calles y de sus propias casas. Por eso nos interesó sobremanera visitar los barrios más estigmatizados por el yugo comunista de la RDA. Barrios ajenos al turismo de masas, porque queríamos presenciar directamente el parecer y el sentir de éstos. Y los sentimos. Y lo palpamos. Andar por la Karl Marx Allee es retornar en el tiempo a la antigua RDA y visitar el Memorial del Muro en Bernauer Strasse es comprender, impresionarte y sufrir con aquel absurdo obstáculo que provocó la muerte de tantos berlineses, totalmente ajenos a la decisión de nefastos y endiosados políticos. Contemplar en documentos gráficos y visuales los rostros de la gente de aquel barrio, totalmente estupefactos ante esa mole que se levantaba ante sus narices apartándoles de amigos y familiares, fue una experiencia única, sobre todo cuando la historia era perceptible materialmente con los restos del alambre espino y el resto de muro, que se conserva para no emborronar la memoria, justo al lado de la larga lista de personas fallecidas por intentar alcanzar la libertad o reunirse con sus seres queridos.
Museo Judio. La desencajada construcción de zinc, con ventanas que parecen rajas, cortes, cicatrices.
Cuando intentas mirar con esos ojos también compruebas que el Holocausto ha hecho mella en las nuevas generaciones de alemanes, que intentan eliminar ese recuerdo que aún se mantiene en el subconsciente colectivo, algo que explica la fastuosidad del monumento y museo dedicado al pueblo judio. De alguna forma han de purgar ese sentimiento de culpa, supongo. Y esa obsesión es muy palpable, sobre todo, cuando visitas el Museo Judio y la sobrecogedora Torre del Holocausto, conocida como "El vacío". En algún momento Alemanía tendrá que alejar esos fantasmas, o bien, aprender a convivir con ellos. Pero mientras tanto esos fantasmas siguen ahí, muy presentes.
Vista parcial del Monumento al Holocausto. Impresionante.
Que Berlín personifique una verdadera mezcla de culturas y tendencias puede obedecer perfectamente a ese ánimo por aligerar esa carga histórica que tanto pesa aún entre sus habitantes porque no olvidemos que los años transcurridos son poquísimos dentro del inmenso calendario que es la historia. Quizá todos esos contrastes históricos sean un excelente argumento para interpretar esta magna ciudad- que en realidad son dos-. De ahí que la cultura, el arte, la música, la literatura y el largo etcétera de actividades que pueblan el alma humana se manifiesten con ese descaro y estén tan a flor de piel. Una ciudad que puede hacer arte y esnobismo de la cutrez y la alargada historia de los arrabales de Spandau en Mitte al tiempo que es capaz de integrar en el Este las Galerias Lafayette, símbolo del lujo y la ostentación parisina; o bien, conservar restos de iglesias bombardeadas en la segunda guerra mundial, sin que pese construir justo al lado de una de ellas, otra iglesia modernista de alegres mosaicos.
El contraste en Berlín está muy presente.
Pero de todo, lo que quizá pueda ser más destacable es comprobar como ambos "Berlín" se dan la mano, ajenos ya al muro mientras que ese mismo muro aún levita en la mente de sus habitantes, sobre todos los residentes en el Este.
Berlín es la capital que mejor ha representado una etapa importantísima en el devenir del Siglo XX: la caída del muro. Con esa caída se escenificó todo un cambio en el orden político mundial. Significó la caída del régimen comunista en la Europa del Este y, consecuentemente, la paulatina extinción de la URSS, como nave nodriza de ese régimen.
Parte real del muro que aún se conserva en una de las calles más castigadas por la división.
Alambrada de espino real, conservada para no olvidar la historia.
A través de nuestros medios de comunicación, nos llegaban a finales de los años 80 noticias muy convulsas sobre grandes movimientos populares exigiendo esa caída simbólica pero también real. Y un buen número de personas perdieron su vida reivindicando el derribo de esa siniestra frontera y cuyas necrológicas pudimos contemplar no lejos de la puerta de Brandemburgo.
Alemania cuenta con un gran peso histórico en la propia historia de Europa. Y dentro de este increíble país, Berlín ha escrito muchas de las más importantes página de esa historia. Sufrió las inclemencias del nazismo, al ser la capital del régimen y el lugar de residencia del aparato, con el dictador al frente. Fue la ciudad en la que se fraguó el Holocausto "ideológico", que se trasladó materialmente a diversas partes del país, y fue la capital que sufrió la división más atroz tras los acuerdos de Potsdam, ciudad integrante del Länder berlinés.
En pocos años muchos berlineses, que hoy día tienen edad para contarlo, han sufrido dos dictaduras en sus carnes sin necesidad de salir de sus propias calles y de sus propias casas. Por eso nos interesó sobremanera visitar los barrios más estigmatizados por el yugo comunista de la RDA. Barrios ajenos al turismo de masas, porque queríamos presenciar directamente el parecer y el sentir de éstos. Y los sentimos. Y lo palpamos. Andar por la Karl Marx Allee es retornar en el tiempo a la antigua RDA y visitar el Memorial del Muro en Bernauer Strasse es comprender, impresionarte y sufrir con aquel absurdo obstáculo que provocó la muerte de tantos berlineses, totalmente ajenos a la decisión de nefastos y endiosados políticos. Contemplar en documentos gráficos y visuales los rostros de la gente de aquel barrio, totalmente estupefactos ante esa mole que se levantaba ante sus narices apartándoles de amigos y familiares, fue una experiencia única, sobre todo cuando la historia era perceptible materialmente con los restos del alambre espino y el resto de muro, que se conserva para no emborronar la memoria, justo al lado de la larga lista de personas fallecidas por intentar alcanzar la libertad o reunirse con sus seres queridos.
Museo Judio. La desencajada construcción de zinc, con ventanas que parecen rajas, cortes, cicatrices.
Cuando intentas mirar con esos ojos también compruebas que el Holocausto ha hecho mella en las nuevas generaciones de alemanes, que intentan eliminar ese recuerdo que aún se mantiene en el subconsciente colectivo, algo que explica la fastuosidad del monumento y museo dedicado al pueblo judio. De alguna forma han de purgar ese sentimiento de culpa, supongo. Y esa obsesión es muy palpable, sobre todo, cuando visitas el Museo Judio y la sobrecogedora Torre del Holocausto, conocida como "El vacío". En algún momento Alemanía tendrá que alejar esos fantasmas, o bien, aprender a convivir con ellos. Pero mientras tanto esos fantasmas siguen ahí, muy presentes.
Vista parcial del Monumento al Holocausto. Impresionante.
Que Berlín personifique una verdadera mezcla de culturas y tendencias puede obedecer perfectamente a ese ánimo por aligerar esa carga histórica que tanto pesa aún entre sus habitantes porque no olvidemos que los años transcurridos son poquísimos dentro del inmenso calendario que es la historia. Quizá todos esos contrastes históricos sean un excelente argumento para interpretar esta magna ciudad- que en realidad son dos-. De ahí que la cultura, el arte, la música, la literatura y el largo etcétera de actividades que pueblan el alma humana se manifiesten con ese descaro y estén tan a flor de piel. Una ciudad que puede hacer arte y esnobismo de la cutrez y la alargada historia de los arrabales de Spandau en Mitte al tiempo que es capaz de integrar en el Este las Galerias Lafayette, símbolo del lujo y la ostentación parisina; o bien, conservar restos de iglesias bombardeadas en la segunda guerra mundial, sin que pese construir justo al lado de una de ellas, otra iglesia modernista de alegres mosaicos.
El contraste en Berlín está muy presente.
Pero de todo, lo que quizá pueda ser más destacable es comprobar como ambos "Berlín" se dan la mano, ajenos ya al muro mientras que ese mismo muro aún levita en la mente de sus habitantes, sobre todos los residentes en el Este.
11 comentarios:
Una mirada menos divertida a Berlín, pero extraordinariamente rica y llena de matices. Bienvenidos a casa, amigos.
Tu articulo me ha encantado. Algunas instantáneas son realmente impactantes. A veces pienso en la reflexión de esas jovenes generaciones relativamente cercanas a la barbarie.
Gracías Jesús. Había diversas miradas para enfocar. Me impactó ésta que narro, esa historia está a flor de piel y tenía gana de contarla. Tal vez hubiera sido más fácil - y más alegre - la mirada turística-lúdica pero ésta es muy real. De ahí, que comenzara fotografiando las cervezas: una de cal y otra de arena.
Gracias Paco. Esas generaciones tienen el privilegio o la desgracia de escuchar de sus propios padres y abuelos todo lo sufrido y, claro, como bien dices esa cercanía está presente en sus vidas. Por eso comentaba que ese Berlín diversos obedezca a ese ánimo por cambiar de registro.
Hola a Los Verdes, la presentación del Lunes, fue algo precipitada, ya que no quería cortaros el ritmo "trotón" (ya me gustaría trotar a mi a ese ritmo) e iba con algo de prisa porque teníamos que subir al Torreón y a La Ermita. Ya me fastidía, porque el Lunes después de nadar me tocaba correr pero al ir sólo decidí coger la bici e ir acompañado... si llego a darme cuenta de vuestra "quedada" me hubiera apuntado. La próxima me apunto, aunque sois más rápidos que yo.
Bonito recorrido, que pasaría a ser perfecto, si en lugar de asfalto fuera tierra.
También salgo a correr los Domingos por la fuente de la bicha, así que si quedaís por allí también me apuntaría.
Saludos a los "Jefes Verdes del Cubillas".
Aleandro.
P.D. Permitiendome opinar, sobre Berlín y las generaciones, espero que los hijos y nietos de los que sufrieron la barbarie nos lleven adelanto hasta en eso. Por eso Alemania es quién es y España es quién es.
Good bye Lenin. Es lo primero que me ha venido a la cabeza al leer tu entrada, José Antonio. Y el holocausto y la 'Trilogía de Auschwitz' de Primo Levi, y 'Sin destino' de Imre Kertész, y 'El espía que surgió del frío' de Le Carré, y el enigma alemán, y los nazis que se refugiaron en el Monte de Los Almendros de Salobreña, y los que pululan aún como apacibles ancianitos por la Costa del Sol, y el horror humano que igual tiene nombre de alemán, y la solución final de Eichmann, y Goebbels, Himmler, Goering, y Wiesenthal, el cazador de nazis. Y Bonn capital de la RFA, y la Stasi, y 'La vida de los otros'.
En Rusia, sin embargo, parecen haber olvidado su pasado o, al menos, se preocupan mucho de borrarlo, de ocultarlo a los turistas. Y eso que hablamos del epicentro del telón de acero. Quizás no supe mirar.
En fin, interesante Berlín. Todavía me da un poco de miedo. Es que a mi cuando me da por algo... y hubo un tiempo en que el holocausto ocupó muchas de mis lecturas, cine, reflexiones... Un abrazo y a correr, vosotros que podéis.
Esta estupenda entrada tuya me ha hecho reflexionar. Hay una película, que es algo mas que una obra maestra, pues se escapa de todos los cánones posible: Alemania, año cero de Roberto Rosellini. Para mi, que esta película debe de ser proyectada en todos los colegios e institutos, si no la has visto, no debes de perdértela.
Saludos
Excelente visión de la dualidad berlinesa. A mí también me vino a la mente Goodbye Lenin, entre otras imágenes. Desde luego que tu reflexión hace que mis ganas de ir allí sean mayores.
Saludos
Qué bueno es salir al extranjero para valorar lo bien que vivimos en nuestro país. Tomamos nota y quizás algún año...
Aleandro, nos hubiera encantado que te hubieras unido, íbamos muy tranquilos, haciendo una tortugatirada. Es lo más habitual en nuestros entrenamientos, al margen de entrenamientos de calidad de cada uno, competición, etc. La próxima te apuntas. Saludos.
PD: Está bien eso de los "jefes verdes del Cubillas".
Manolo, me has abrumado con tantos datos sobre el Holocausto. Se ve que te interesa el tema, luego me alegro porque a pesar de que Berlín no es sólo eso que describe, también eso está muy presente y así quería contarlo. Ánimo en tu -espero- que avanzada mejoría.
Paco, anoto esa pelícua que tu criterio cinéfilo es de lujo. Ahora me interesan sobremanera los asuntos alemanes. No es que antes no me interesaran, lo que ocurre es que cuando visitas un país es como si lo hicieras más tuyo, hay más cercanía.
Javi, hemos coincidido - también Manolo - con la excelente Good bye, Lenín una película que me encantó y que estoy deseando volver a ver. Cuando paseabamos Mati y yo por el gran bulevar socialista, el Karl Marx Alle, no podía dejar de pensar en esa película. Tienes que ir a Berlín ya...
Gregorio, es cierto, aquí vivímos bien...pero te traes muchos ejemplos interesantes de otros países, es muy importante esa interculturalidad.
Estimado José Antonio, la visión que has expuesto es casi un viaje por sí solo. Las fotografías y los lugares son tan claros como demoledores (en algunos casos).
El muro de Berlín, sus contrastes como ciudad y el museo judío son más que elocuentes.
Te felicito por este buen post.
Saludos republicanos. Alfa79
Toni, cuando viajas a una ciudad que ha protagonizado parte de la historia del S.XX, te dices: no voy a verla como turista. Era mi empeño. Gracias y me alegro que haya gustado el artículo, ya que quería mostrar esa profundidad y casi tristeza que transmito, aunque no creas, Berlín no es nada triste. Lo puede ser su historia pero no la ciudad hoy día. Saludos republicanos
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