viernes, 21 de diciembre de 2007

RECORDANDO NUESTRAS NAVIDADES





Al final de la aciaga crónica de mi imposible carrera en la Media Maratón Sevilla-Los Palacios os hablaba de un artículo que esa misma mañana (domingo, 16 de diciembre), me había publicado el diario Ideal. Por vuestros comentarios (gracias sinceras) algunos habíais leído el artículo. Así que me pareció la excusa perfecta para hablar de la Navidad. De nuestra Navidad.
Y es ese el motivo de esta entrada, que podamos recordar y contarnos aquí qué recuerdos tenemos de nue
stra Navidad vista con los ojos de niños y adolescentes que fuimos y que, aún, deberíamos ser en muchos aspectos de la vida, para no perder el norte, antes de que los mercaderes de almas acaben por despojarnos de lo último que nos queda: nuestros recuerdos navideños, por ejemplo.
En el artículo hacía alu
sión a una Navidad artificial, tal y como ahora no la quieren transmitir desde instancias mercantiles. Es Navidad cuando se conectan las luces de los grandes almacenes o de las calles, pero olvidan que la Navidad siempre afloró en nuestro interior, y es algo a lo que nos tenemos que aferrar.
La Navidad, a diferencia de lo que ahora se quiere "vender", siempre ha sido un periodo en el que los ojos han mirado de otra forma. La familia, los amigos, nuestro pueblo, nuestra ciudad, nuestro barrio, nuestros vecinos, todo eso ha conformado una época en la que nos hemos sentido dichosos. Todo ese misterio y toda esa dicha ahora no puede ser sustituida por consumismo atroz e idiota. Somos seres pensantes y sintientes ¿ no creéis ?
Además, existen determinados elementos de la existencia que, como cito en el artículo, pertenecen a lo que los jurisconsu
ltos romanos denominaban "extracommerciun"; hay determinadas cosas que no están en venta.
Pero me gustaría sobremanera que utilizarais este blog para hablar largo y tendido de vuestros recuerdos navideños, de lo que fue para vosotros, en vuestro pueblo, barrio o ciudad la Navidad. Comenzaré por mí mismo.

Odio esta Navidad, pero am
o la Navidad que me transmitieron mis padres y mis ancestros. Amo la Navidad que viví de niño y adolescente en Pinos Puente, mi pueblo, y aún tengo la percepción de que eso está ahí y aún no se ha perdido, porque nadie puede arrebatarnos esas vivencias.
Cuando los grandes almacenes no existían por estos lares y, por tanto, no existía el pistoletazo de salida para el comienzo de la Navidad, para muchos de nosotros la Navidad comenzaba la mañana del 22 de diciembre cuando escuchábamos desde la cama los dulces cantos de los niños de San Ildef
onso.
Recuerdo que mi padre regentaba un bar. Un bar de estos de barrio en el que la existencia transcurría sosegadamente y en el que los clientes, vecinos del barrio principalmente, bebían y charlaban viendo pasar la vida y mi padre se convertía en una especie de confesor, abogado, asesor... Todo lo imaginable que se pueda pensar era consultado a mi padre que con su gesto sereno y adusto siempre ofrecía alguna solución a quien se la pedía. Era una época en la que las perso
nas aún se respetaban y anteponían ese respeto a otros asuntos menos prosaicos. Así que esa mañana del 22 de diciembre, recién levantado de la cama, me mostraba siempre expectante por entrar en el bar y compartir con los vecinos y amigos cuando iría a salir el gordo de Navidad, que a veces era madrugador y otras veces se resistía, mientas saboreaban su copa de anís o tomaban un café bien caliente al abrigo de la amistad y la tradición.
Y llegaba el día de Nochebuena. Las mañanas de Nochebuena las recuerdo como de movilidad y felicidad; todo transcurría como en un mundo onírico. Idas y venidas de las vecinas en busca de los últimos detalles para la cena navideña, mientras que nosotros con la mirada de niños revoloteábamos alrededor de los adultos aprovechando que su espíritu navideño de estos días toleraría mucho mejor nuestras gamberradas. Y llegaba la noche. Una noche mágica, que por lo general, solía ser muy fría y estrellada. Así, que todos en la casa intentábamos hacer el mayor jaleo posible mientras que nuestros
padres nos miraban con gesto condescendiente, aunque fuera sólo esa noche. Y el olor a buena comida iba apoderándose de las estancias de la casa. Pepitoria de pollo, pavo relleno, y muchos dulces y sidra. Mientras jugábamos los niños de la vecindad bajo los rigores del frío y la extraña alegría de la solitaria calle, pensando para nosotros que la noche tenía las estrellas tan refulgentes y luminosas porque era la noche del nacimiento.
Cuando transcurrían los años y ya andábamos en pandilla, la mística navideña familiar era la misma, pero había dos nuevos añadidos. antes y después de la cena recorríamos todas las casas de la pandilla y eramos obsequiados con anís y polvorones, de esos que venían envueltos en papel de celofán con tirillas en los bordes, que tantas cosquillas nos hacían cuando los acercábamos a la boca. A fuerza de tantas visitas
nuestros ojos se volvían vidriosos y nuestra sonrisa bobalicona algo que siempre percibía nuestros padres cuando nos miraban condescendientes y sonrientes: era Nochebuena.
Acabada la cena familiar acudíamos a la iglesia parroquial a la Misa del Gallo, creyentes y no creyentes. Y encontrábamos la plaza del pueblo, de la iglesia, repleta de gente embutida en su bufanda y sosteniendo una botella de anís o champán. Al fondo siempre veía aparecer la turgente figura de Manolo a quien los vecinos denominamos "El Lobo", que ha sido siempre, y sigue siendo, un símbolo de la tradición Navideña y de todas las tradiciones, al cual cité en mi artículo que publicó Ideal el día de Nochebuena del año pasado y que os transcribo abajo.
Manolo aparecía siempre acompañado de mucha gente, embutido en su larga bufanda que había tejido su madre y con él nos íbamos al barrio de Las Cuevas para compartir la noche con los buenos gitanos del p
ueblo que entonaban excelsos villancicos flamencos. Con esta gente comprendí que existe un hedonismo natural y espontáneo que atesora poca gente.
Otros años, si las circunstancias o nosotros cambiábamos, Emilio, Fernando, Paco, Miguel Ángel, Pepe, la gente de nuestra pandilla, tras la Misa del Gallo, a la que, en realidad, pocas veces entrábamos, ya que ese era tan sólo el símbolo, buscábamos fiestas que, por lo general, se celebraban en casas particulares y ya salíamos cuando la noche había recogida sus misteriosas estrellas y clareaba el amanecer. En otras ocasiones nuestra Nochebuena transcurría en feliz armonía y amistad en la parte trasera de la casa de Emilio o en la casa de labranza (la casilla), que tenía la familia de mi vecino Pepe, y entonces esa noche rodeados de toda la bebida necesaria y nuestros dados, se convertía en mágica, saliendo de vez en cuando a la calle a saborear el misterio de la noche y el cielo empedrado de frías estrellas. El mañana poco importaba.
A los pocos días llegaba la Nochevieja. Noche aderezada de recogimiento familiar y nostalgia contenida. Sin embargo, no era excusa para bebernos la noche en fiestas particulares, mínimamente organizadas, o si ya contábamos con pareja, asistir a nuestros primeros cotillones donde se exigía mayor predisposición y cierta etiqueta en el vestir, en Mogambo, en Montserrat o en La Cruz de Granada. Precisamente el último cotillón al que asistí fue en este último lugar, con los miembros de nuestra Peña Bodegón. Desde entonces mis nocheviejas son mucho mas caseras, con la excepción hecha de habernos tomado los postres y las copas en casa de Emilio algún año.

Recuerdos. Recuerdos que configuran nuestras y vidas, pero que sirven también para seguir viviendo. ¿ Y qué época es mejor que ésta para poder exteriorizarlos ? Por tanto, os animo - y estoy ansioso por leerlos- a que nos contéis vuestros recuerdos navideños.

Os incluyo unas fotos, que ilustren este post, de las luces navideñas del centro de Granada, tomadas el 13 de diciembre. Asimismo os transcribo el artículo citado publicado en la Nochebuena del año 2006 y que alude a recuerdos navideños.

Incluyo también dos fotos de belenismo que formaron parte en su día de un reportaje sobre belenismo que escribí para el periódico Granada Costa. Estas dos fotos corresponden a dos prestigiosos belenistas de Pinos Puente, ambos de fama nacional: la de arriba una foto parcial del Belén Biblíco de Fernando Martín; y la de abajo una foto parcial del Belén artesanal de Alberto Sánchez.
Por cierto, me gustaría mucho transcribiros en otra entrada un relato que me publicaron, creo que en 2005, con motivo del suplemento especial que cada Nochebuena edita el periódico Ideal. El relato se llama "Volvamos a la Navidad de Capra", y espero poder colgarlo el próximo fin de semana.

¡ Ánimo ". Espero ansioso vuestra visión tradicional de la Navidad.


NAVIDADES EN EL RECUERDO



(artículo publicado en Ideal en la Nochebuena de 2006)

Probablemente en los tiempos de política correcta en los que estamos cause algo más que empacho hablar de la navidad, efeméride que cada año está más cerca de la materia que del espíritu. No obstante, opino que es un evento anual que, desprovisto de todo el acartonamiento actual, siempre ha formado parte de nuestras vidas, a pesar de que últimamente sólo sea el dios consumo el único adorado.

Desprovista de toda connotación religiosa, que es algo que nunca ha logrado interesarme, hay que decir que esta época siempre ha tenido un sabor especial. Reconozco que hablar de esta fiesta conlleva trazar un hilo de sutileza muy fino para no caer en tópicos, pero a pesar del riesgo que conlleva tal ejercicio no considero nada superfluo ni tópico evocar esos momentos dulces que toda persona ha experimentado alguna vez por estas fechas, algo que es independiente a la creencia religiosa o no.

Para ese ejercicio, a pesar de que aún no se pinten canas, siempre es interesante retroceder a la infancia y situarse en el lugar donde esta etapa atravesó rauda tu existencia. En el caso de quien arriba firma, los recuerdos se trasladan a mi lugar de nacimiento, Pinos Puente, donde es posible evocar casi con detalle alquimista la fría noche de la Nochebuena, plantado en medio de la Plaza de la Iglesia tras la cena familiar y a la espera de la reunión de los amigos, tras la Misa del Gallo. Aún es posible escuchar el silbido de los petardos, rematando la gesta un atronador ruido. A lo lejos ya aparece Manolo Martín Lafuente, con muchos años de oficio como Cronista Oficial de la Ciudad y maestro de los libros y de la vida, acompañado de Purita Vaquero, amiga de todos, ambos embutidos en una bufanda de lana gorda de apariencia artesanal. Vienen dispuestos a saborear la noche de casa en casa en el barrio de Las Cuevas, donde los buenos gitanos del pueblo se disponen a desplegar una infinita gama de villancicos flamencos hasta el amanecer. Mientras, las humildes casas del pueblo destellan luz hasta altas horas sin que nadie considere prioritario que tenga que existir un cuidado manjar de comida preparada. Basta con buenas viandas caseras y la compañía de los suyos.

Nada tiene de negativo que los tiempos evolucionen y las cosas cambien, pero el cambio no es tal si lo recién llegado no mejora un ápice a lo sustituido. Algo así ocurre con los momentos navideños vividos ahora en comparación con los vividos no hace muchos años. Siglos de tradición en estas fechas en toda Europa parecen incapaces de resistir la turbulenta llegada de una navidad más basada en el consumo y en el acartonamiento, procedente – cómo no- del amigo americano.

Europa siempre se ha caracterizado por contar con una tradición propia en estas fechas, algo que ha trasladado a su buena literatura. Ejemplos como los de Charles Dickens, con su “Canción de Navidad”, o los entrañables cuentos navideños de Hans Christian Andersen o Antón Chejov han sabido plasmar esa esencia. Incluso en España, autores como Valle Inclán o Azorín, siempre han dedicado un espacio en su obra para escribir cuentos navideños que han ayudado a preservar la tradición. Sería muy lamentable perder todo eso a cambio de unas guirnaldas luminosas que pareciera que cumplen más una misión de hipnotismo consumista que de salutación festiva.

10 comentarios:

Abel dijo...

José Antonio, tal vez sea porque como tú, mi infancia trancurrió en un pueblo, comparto la mayor parte de los recuerdos que rememoras en un post fantástico, que he leído con fruición.
Estos días tan especiales en efecto, tenían su pistoletazo de salida con el sorteo de Navidad de la Loteria, despertando esa mañana con el sonido de fondo en la radio de casa, con las voces monótonas de los niños de San Ildefonso. Si el "gordo" era madrugador, oíamos las expresiones de júbilo a través de las ondas mientras desayunábamos unas tostadas de aceite con un Cola Cao (nada de cereales, ni bollitos atestados de colesterol ni "bifidus") y si no lo era, pues ya estábamos en la calle, hasta la hora de comer, que eran las 2.
Como bien recuerdas José Antonio, salíamos esos días con la idea de "gamberrear" un poco, pues contábamos con cierta condescendencia por parte de padres y adultos en general.
Nuestras familias no estaban atemorizadas porque nos abriéramos la cabeza con un columpio o de una pedrada, más bien se arreglaba con un poco de mercromina y la célebre frase "es cosa de crios"
No quiero extenderme demasiado, dejaré algunos recuerdos para entradas posteriores, si son bien recibidas.
Ahora me voy a Sevilla a la última comida de empresa de la temporada.
Un saludo

Anónimo dijo...

Yo, sin embargo, nunca he sido muy navideño. Al tener toda la familia muy lejos, la Navidad era poco especial en mi casa.

Por supuesto, hay cosas que siempre gustan, tal y como contamos en el relato de navidad que hemos escrito este año y que saldrá publicado en Ideal (espero) el próximo lunes.

Preciosa narración, que nos pone los dientes largos.

Paco Montoro dijo...

Precioso post Jose Antonio, no voy a añadir nada pues tenemos la misma edad y tal como la has descrito así la he vivido yo. Lo de la misa del gallo era eso, una excusa para hacer lo que tu muy bien explica.
Siempre lo añoro, pero en estas fechas mucho mas, es la sonrisa de mi padre. Pero como muy bien dijo Abel hay que disfrutar de los seres queridos que aún tenemos.

Un saludo y felices fiestas

Anónimo dijo...

compae "ESO QUE TU TAN BIEN DESCRIBES"eras unas navidades, que recuerdos mas bonitos. Recuerdas una NOche Vieja en la tienda de mi abuela, el peazo de fiesta que montamos por menos de 20 duros cada uno, eran finales de los setenta, recuerdas nuestra indumentaria (camisas de terlenka de cuello picuo, esos pantalones de campana, que modernos ibamos. Que ambiente mas sano se respiraba, recuerdas los dos ambientes musicales, el primero musica moderna "Boney M, Mecano, los Chichos, servia para ir preparando el ambiente, comenzaban los primeros acercamientos, una vez pasado el trago y si la cosa iba bien, nos ibamos directamente a la habitación de las lentas ,de donde "algunillos" no salian hasta que se rayaba la cinta del grupo "MARFIL". Como han cambiado los tiempos.

Anónimo dijo...

acabo de leer tu articulo en ideal, muy bueno. Yo intento mantener lo bueno de estas fiestas, siempre organizamos una reunion los viejos amigos. Intento zafarme de las comidas-compromiso y regalos los justos.
Odio el trafico que se forma, las colas en las tiendas (salvo en farmacias...). En los restaurantes no te pueden atender bien, recomiendo las comidas en casas de amigos o familiares.

Y para terminar el año y empezar el nuevo una buena tirada larga. Un saludo y felices fiestas.

José Antonio Flores Vera dijo...

Bonitos tus recuerdos, Abel. Y es que en realidad son los recuerdos de nuestra vida, pero que lamentablemente en nuestra actual sociedad es como si no tuvieran tanto encaje. Pero son nuestros recuerdos.
Os cito a las11 el Lunes, de Nochebuena. No obstante, lo diré aquí.
Un abrazo.

Amigo Jesús, espero con impaciencia ese relato. Publicaré aquí uno, como he citado, publicado en 2005, a ver qué te parece. Un abrazo navideño.

Amigo Paco: Nuestras vivencias son muy parecidas, y el tiempo en el que las vivimos único. Ahora las cosas son de otra forma, pero menos mal que quedan los recuerdos. Y sí, de acuerdo con Abel, hay que disfrutar de los seres queridos que aún están en pie.

Compae: Cuando hablaba de la navidad, recordé esas escenas en la tienda. Y es que tantas nocheviejas juntas. Recordadrás sin duda la de la actual casa de tus padres, aún en obras. Esas visitas intempestivas que llegaron, de Maracena o por ahí ¿ te acuerdas ?

Compartimos las mismas sensaciones. Comidas las justas, regalos los justos, y si pudiera ser correr lo máximo posible. Quedas invitado a la quedada del lunes 24, a las 11 en la Cruz de Granada, si estás porel pueblo.
Muy bueno lo de las farmacias con colas. Gracias por leer el artículo.

Mario dijo...

cercano me queda lo que cuentas, el leer lo que relatas, me complace aun más, porque veo el lugar y sus personajes... y que no hay duda esta vez, si, a las once el 24. Por cierto, podrías hacer la ruta a pedales si te animas, te ofrezco una buena maquina para hacer su seguimiento si la lesion te lo permite y no vaya en perjuicio, en enero empieza la cuenta atras para febrero.

José Antonio Flores Vera dijo...

Es la esencia de las Nochebuenas de nuestro pueblo: el lobo, purita, la plaza de la iglesia...
Por cierto, esa opción de la bici sería buena y la lesión no se resintiría. Hace.

Anónimo dijo...

Cuando remita mi gripe, aportaré mis vivencias navideñas. Sólo que tengo que indagar un poco más profundamente, porque tengo sensaciones escondidas, todas buenas, de mis navidades de adolescentes. Sólo tengo que ponerle palabras... a ver si describe con fidelidad tal y como tú has transmitido las tuyas...
Excelente post.
Saludos a todosss

José Antonio Flores Vera dijo...

Javirunner: Creo sinceramente que tenemos que hacer un ejercicio, al menos anual, para no olvidar esos recuerdos, esas sensaciones escondidas, como muy bien dices, están por ahí. Cuídate esa gripe, que eso pasa rápido, igual que las lesiones. Feliz Navidad.