Estaba previsto. Buscaríamos en el calendario y planificaríamos unos días en casa de Antonio en su amplia casa de Rincón de la Victoria.
Pero ocurre que, como en el cine o en la literatura, la realidad supera en muchos kilates a la ficción. Y esa realidad fue mágica, porque de todo hubo desde la llegada hasta la ida, siempre triste, siempre intempestiva.
Confluimos allí Antonio y Ana, nuestros excelentes anfitriones, Javi y Nuri y Mati y servidor, con la agenda apretada que, en principio, dejaba libres muy pocas horas porque, en teoría, debía volver pronto a Granada, pero que una vez destapado el tarro de las esencias, de la comodidad de la morada, de la generosidad de nuestro anfitriones, de la buena compañía de Javi y Nuria, del color del mar, de la brillante intensidad de la luz, del excelente circuito para correr, de la piscina, de los baños nocturnos en la playa tras correr cerca de 13 kilómetros, de las excelentes cenas junto al mar, de las buenas y frías cervezas y otros licores espirituosos, del sin fin de buenos argumentos que nos ofreció esa excelente zona de la costa malageña, de toda esa amalgama de buenas cosas, decía, que una vez destapado todo ese dulce tarro de las esencias no existía capacidad volitiva y pensamiento objetivo que nos hicieran dirigirnos a llenar la maleta para volver.
Y como en la canción nos dieron las una, las dos... En realidad vimos el amanecer.
Pero antes era necesario correr. Cuando uno acude a pasar unos días con amigos corredores procede correr. Porque forma parte de los hábitos solemnes y sagrados de todo corredor que se precie. Porque correr siempre ha de estar presente en todos los momentos del año, sin importar el lugar de estancia ni las circunstancias. Porque en el maletero del coche siempre han de existir las prendas necesarias para hacer unos kilómetros. Y los hicimos. Casi trece. Siguiendo la línea de la playa, en dirección Málaga, Antonio nos introdujo a Javi y a mí por un circuito, plagado de corredores, que siguiéndolo podría desembocar en Málaga, allá donde "la torre Mordor" se señorea orgullosa justo en la línea que dibuja su contorno y el cielo, pasando por unos coquetos y antiguos túneles que se elevan sobre la costa. Y volviendo por la misma ruta, anocheciéndonos en esos dos mortíferos últimos kilómetros que más parecieran de series que de ruta, hasta desembocar junto a una playa ya vacía a esas horas e introducirnos en la cálida agua mediterránea ante la línea oscura que la noche perfila entre el mar y el cielo, contemplando en la oscuridad el misterio infinito del mar. Todo a pedir de boca para una noche que acababa de comenzar a ser gloriosa, como gloriosos fueron esos casi trece kilómetros a ritmos inferiores a cinco minutos el mil.
El premio a ese entrenamiento que rozó la calidad fue una excelente cena a la luz de la luna y la brisa del mar, en uno de esos chiringuitos de playa que aún conservan ese airee bohemio y natural propio de una trozo de playa sin rastro alguno de paseo marítimo, que comenzará más adelante, justo en el núcleo de Rincón de la Victoria. Y allí, los seis, dimos buena cuenta de toda esa variopinta muestra de pescado y marisco que Antonio, como buen malagueño, fue sugiriendo.
Lo que no sabíamos tras la cena es que la juventud de la noche no hacía más que comenzar porque, a pocos metros de la playa, en la esbelta casa de Antonio nos esperaban horas y horas de diversión, amistad y regocijo, apurando de manera exagerada la piscina, a punto de desarrollar agallas, acompañados en todo momento de cerveza y líquidos espirituosos, cuya permanente reposición hemos de agradecer a Ana, Nuria y Mati. Pero no importaba porque sabíamos que habíamos hecho los deberes. Que nuestra hora de gloria y esfuerzo ya estaba hecha y bien hecha.
Estar sumergido en una cálida piscina, acompañado de buenos líquidos y en excelente compañía, disponiendo de horas y horas para hablar de lo que más nos gusta es un placer infinito, que merece la pena a pesar de mis frecuentes visitas al baño ante la imposibilidad de detener el constante movimiento de la habitación tumbado en la cama y la dura almohada que supuso ser la fría porcelana blanca e inmaculada, situación que una vez contada, obviamente, provocó hilaridad en todos nosotros.
Pero había que irse, pero no nos íbamos. Al menos de momento. Porque quedaban buenas horas en buena compañía, un buen almuerzo en el vergel del patio y un buen rato de piscina, además de una suculenta cena marinera en Rincón de la Victoria.
Pensando en esos buenos ratos, es inevitable pensar que correr también extiende sus mágicos brazos al disfrute y deleite de estas vivencias.
Confluimos allí Antonio y Ana, nuestros excelentes anfitriones, Javi y Nuri y Mati y servidor, con la agenda apretada que, en principio, dejaba libres muy pocas horas porque, en teoría, debía volver pronto a Granada, pero que una vez destapado el tarro de las esencias, de la comodidad de la morada, de la generosidad de nuestro anfitriones, de la buena compañía de Javi y Nuria, del color del mar, de la brillante intensidad de la luz, del excelente circuito para correr, de la piscina, de los baños nocturnos en la playa tras correr cerca de 13 kilómetros, de las excelentes cenas junto al mar, de las buenas y frías cervezas y otros licores espirituosos, del sin fin de buenos argumentos que nos ofreció esa excelente zona de la costa malageña, de toda esa amalgama de buenas cosas, decía, que una vez destapado todo ese dulce tarro de las esencias no existía capacidad volitiva y pensamiento objetivo que nos hicieran dirigirnos a llenar la maleta para volver.
Y como en la canción nos dieron las una, las dos... En realidad vimos el amanecer.
Pero antes era necesario correr. Cuando uno acude a pasar unos días con amigos corredores procede correr. Porque forma parte de los hábitos solemnes y sagrados de todo corredor que se precie. Porque correr siempre ha de estar presente en todos los momentos del año, sin importar el lugar de estancia ni las circunstancias. Porque en el maletero del coche siempre han de existir las prendas necesarias para hacer unos kilómetros. Y los hicimos. Casi trece. Siguiendo la línea de la playa, en dirección Málaga, Antonio nos introdujo a Javi y a mí por un circuito, plagado de corredores, que siguiéndolo podría desembocar en Málaga, allá donde "la torre Mordor" se señorea orgullosa justo en la línea que dibuja su contorno y el cielo, pasando por unos coquetos y antiguos túneles que se elevan sobre la costa. Y volviendo por la misma ruta, anocheciéndonos en esos dos mortíferos últimos kilómetros que más parecieran de series que de ruta, hasta desembocar junto a una playa ya vacía a esas horas e introducirnos en la cálida agua mediterránea ante la línea oscura que la noche perfila entre el mar y el cielo, contemplando en la oscuridad el misterio infinito del mar. Todo a pedir de boca para una noche que acababa de comenzar a ser gloriosa, como gloriosos fueron esos casi trece kilómetros a ritmos inferiores a cinco minutos el mil.
El premio a ese entrenamiento que rozó la calidad fue una excelente cena a la luz de la luna y la brisa del mar, en uno de esos chiringuitos de playa que aún conservan ese airee bohemio y natural propio de una trozo de playa sin rastro alguno de paseo marítimo, que comenzará más adelante, justo en el núcleo de Rincón de la Victoria. Y allí, los seis, dimos buena cuenta de toda esa variopinta muestra de pescado y marisco que Antonio, como buen malagueño, fue sugiriendo.
Lo que no sabíamos tras la cena es que la juventud de la noche no hacía más que comenzar porque, a pocos metros de la playa, en la esbelta casa de Antonio nos esperaban horas y horas de diversión, amistad y regocijo, apurando de manera exagerada la piscina, a punto de desarrollar agallas, acompañados en todo momento de cerveza y líquidos espirituosos, cuya permanente reposición hemos de agradecer a Ana, Nuria y Mati. Pero no importaba porque sabíamos que habíamos hecho los deberes. Que nuestra hora de gloria y esfuerzo ya estaba hecha y bien hecha.
Estar sumergido en una cálida piscina, acompañado de buenos líquidos y en excelente compañía, disponiendo de horas y horas para hablar de lo que más nos gusta es un placer infinito, que merece la pena a pesar de mis frecuentes visitas al baño ante la imposibilidad de detener el constante movimiento de la habitación tumbado en la cama y la dura almohada que supuso ser la fría porcelana blanca e inmaculada, situación que una vez contada, obviamente, provocó hilaridad en todos nosotros.
Pero había que irse, pero no nos íbamos. Al menos de momento. Porque quedaban buenas horas en buena compañía, un buen almuerzo en el vergel del patio y un buen rato de piscina, además de una suculenta cena marinera en Rincón de la Victoria.
Pensando en esos buenos ratos, es inevitable pensar que correr también extiende sus mágicos brazos al disfrute y deleite de estas vivencias.
14 comentarios:
Que barbaridad! menuda descripción del circuito del rincón. Mira que lo he hecho veces...la proxima vez prometo disfrutarlo tanto como vosotros.
saludos.
Que envidia me dais "malverdes" (como decía Jesús jeje). Antonio, ahora entiendo porque no puedes dormir en esas olas de calor de Granada, que a gusto se te ve en tu tierra, boquerón.
Pero confieso que esos momentos en la piscina con una verde los tuve yo esta semana algún día también (jeje).
Yo he hecho los deberes el fin de semana, el viernes 18,5 Km, ayer bicicleta y hoy 17 km a ritmo de mi vecino Carlos.
Un saludo fieras.
Un verdadero lujo de días. Completo, al máximo. Vuelvo repleto y con ganas de trotar. Además mañana tendré en mis manos las Hurricane 10. Al llegar a casa me encontré el aviso de correos. ¡9días!
Víctor, te veo hipermotivado. Tendremos que ponernos las pilas.
Saludos
¡Qué bien se os ve, bribones!
Buen circuito para correr, cientos de veces he recorrido esa ruta paralela al paseo marítimo.
La piscina es un magnífico premio para el cuerpo, después del esfuerzo de patear caminos y mas , sin duda, estar rodeado de tan buenos amigos.
Saludos
Hola!!!
Las fotos muy bien, pero también queremos vernos nosotras, jajaja
Hemos pasado unos días estupendos, tenemos que repetirlo!!!!!!
Antonio y yo seguimos con las cervecitas en la Feria de mi pueblo( Quesada)
Un besico a todos.
ANA
Paco: ¿ Corres por allí ? El circuito es bonito. Y lo sería mucho más sin bañistas. Antonio comenta que en invierno es ideal.
Víctor: Malverdes, pero ¡ nos habíamos hechos nuestros buenos -casi- 13 kilómetros! jeje
Javi, hay que entrenar esas zapas. Como siempre te digo, las Saucony son grandes zapatillas.
Jesús: Han sido unos días grandes...
Paco: Antonio me dijo que entrenas muy cerca de allí, más hacia Málaga. Excelente tu tierra.
Ana: Qué queréis que nos envidien los demás corredores jeje.
Ya pondré alguna.
Jose Antonio que bien ibas hoy para Fuente Vaqueros y que difícil es hablar con otro que viene corriendo en dirección contraria. Muchas gracias por tu propuesta de ir contigo para La Fuente pero en volvía de regreso y además creo que aún no estoy en forma para ir contigo jaja, la verdad es que te temo aún, ya mismo quedamos ahí en La Cruz de Granada y nos hacemos ese buen recorrido. Por otra parte creo que seguro estaré para la carrera de Santa Fé o alguna de esas que se acercan ya en un mes y algo.
Un saludo
Cuando nos cruzamos, aún me quedaban 10 kilómetros largos y supongo que tu llevabas unos cuantos. Te ví a un ritmo alegre por esa Vega que tanto nos gusta. Muy pronto estarás en condiciones de hacer buenas rutas con nosotros. Por lo pronto entrena sin agobios y con ilusión, que todo va llegando.
Habrá que rodar hoy algo ¿no? Ayer salí por la mañana. Hoy me gustaría un rodaje para estrenar mis zapas. ¿Qué decís?
Jamas en mi vida he visto tres pectorales tan definidos, la primera impresión al ver la fotografia, pensé que erais los primos de Mikel Phells.
Reciban un fuerte abrazo del compae Marck Spitt.
Pd. La salida de piscina de mi compae, para medalla de oro, que soltura.
¡¡¡Lo que pueden hacer con uno esos botellines verdes¡¡¡.
Compae, tu sabes bien que mi medio natural siempre ha sido el agua..
Javi: me temo que al final has trotado sólo. Pero ya sabes que la semana acaba de comenzar y tenemos que completar al menos 50 kilómetros.
He trotado, bueno he sentido que volaba con mis nuevas zapas: nada de rozaduras en el espolón, amortiguación y respuesta fenomenal. Sencillamente he flipado, creo que son las zapatillas más cómodas que he probado. Hice 10 kms en 43 minutos, me sale una media de 4.20, nada desdeñable, por cierto.
Mañana trotaremos por la vega, si nada ocurre.
SALUDOS
Pero no a esos ritmos lechón, jeje. Bueno, me pondré mis Saucony por si acaso.
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