PANORAMA POLÍTICO PREELECTORAL

Pocas han sido las ocasiones en la que esta bitácora de vocación deportiva ha entrado en cuestiones políticas. Pero no significa que su autor adolezca de vocación apolítica, y eso lo saben bien quienes han conocido mi anterior trayectoria, que no la actual. Además esta entrada está justificada, toda vez que en pocos días decidiremos acerca del futuro de este país durante los próximos cuatro años.
Estuve en política, lo he estado desde muy joven y durante ocho años desempeñé una función pública como concejal electo del municipio que me vio nacer: Pinos Puente. Cuatro años en labores de gobierno como concejal delegado de varias áreas, siendo dos de ellas la cultura y el deporte, y a la sazón segundo teniente de Alcalde. Durante ese tiempo representé a Izquierda Unida, y he de decir que fueron años, en general, positivos, tanto en lo personal como en lo político, pero también cargados de desalientos, incomprensiones y duras cargas con las que había que combatir a diario.
Acabó esa etapa y acabó la política activa, pero siempre me ha interesado la información política, la teorías política, el ensayo política, incluso, comencé estudios en Ciencias Políticas. Por lo tanto, se podría decir que durante bastante tiempo la acción y el pensamiento político consumieron horas y energía.
Conocí gente honesta y gente deshonesta en todos los partidos a lo largo de esos ochos años. Gente honrada con legítima ideología de derechas y gente crápula con legítima ideología de izquierdas. Republicanos trapisondos y monárquicos decentes. De todo un poco.
Ahora bien, desde que la política se ha convertido en un mercadeo y una cloaca ya apenas me interesa y serán las próximas elecciones del próximo domingo las que más quebradero de cabeza me den en cuanto a la opción política a elegir. Es más, cada vez está ganando más fuerza la opción de votar en blanco, porque votar es un ejercicio al que no quiero renunciar no vaya a ser que en unos años añoremos este noble ejercicio.
España, en los últimos treinta años ha experimentando retos de muy compleja explicación y cuando comenzamos a explicarnos todo lo que ha pasado desde la muerte del dictador, surgen nuevos retos que, probablemente, no podamos explicarnos hasta que transcurran otros treinta años. Pasamos de ser un país emigrante a contar con inmigrantes; de ser un país sin amigos internacionales a estar inmerso en la construción de Europa; a no afectarnos casi nada los ciclos económicos internacionales a ser muy permeables a esos megaciclos económicos; a no conocer absolutamente nada sobre medioambiente a ser país firmante del Protocolo de Kioto en conjunción con los demás miembros de la Unión Europea. Demasiados cambios para tan poco periodo de tiempo, apenas unas horas en el gran reloj metafórico de la historia.
A pesar de todos esos cambios, quien esto firma tiene la sensación que nuestra clase política no parece ser consciente de ello. Se fabrican las campañas electorales basándose en descalificaciones al rival más que en propuestas de futuro; en hurgar en heridas pasadas que en plantear con solvencia el futuro, sin que parezca querer evitarse el distanciamiento cada vez mayor que existe entre el ciudadano y el ciudadano político.
Perdida la batalla mediática en la calle y haciendo abstracción del clásico mitín pensado sólamente para un tipo de feligresía, los políticos del 2008 se han trasladado al tubo catódico provocando que el juego democrático se estructure tan sólo a dos opciones, que de tan parecidas ya se tornan casi desdibujadas, consiguiéndose cada vez más la alternancia en el poder que tan célebre hicieron Cánovas y Sagasta en el siglo XIX.


Conocedores de esa similitud ( de hecho las políticas de PSOE y PP han sido muy similares), los líderes políticos de los dos grandes partidos nacionales imitan un juego de guiños hacia el electorado que provoque en éste una sensación de distancia entre ambos. Pero no hay tal distancia en realidad, entre otras cosas porque el texto constitucional de 1978 es el mismo haya la alternancia que haya y nada profundo podrá cambiar, así que conscientes de ello los partidos políticos intentan maximizar las diferencias y minimizar las similitudes. Y en ese juego muchos ciudadanos no queremos entrar.
La opción de los partidos minoritarios puede ser igualmente peligrosa, ya que sólamente aspiran a recoger la migajas que los grandes decidan dejarles y sacar la máxima tajada posible a mayorías relativas. Por su parte, los partidos nacionalistas buscan algo similar y están atentos a posibles pactos con el fín exclusivo de beneficiar a su respectiva nacionalidad o región.
Ante ese panorama poco se puede elegir realmente, deslizándose hacia el ciudadano la grave responsabilidad de optar.
Agotadas ya las ideas, los partidos en el gobierno intentan comprar voluntades. De hecho el gobierno Zapatero, en los últimos meses previos a las elecciones promulgó una bateria de medidas que posibilitaran que determinados colectivos recibieran dinero constante y sonante, táctica, curiosamente, muy utilizada por gobiernos populistas no democráticos. En definitiva, se ofrece el pez ya pescado, harinado y frito, listo para tomar; y claro, el ciudadano poco crítico considera fácilmente que ese maná anunciado ya está llegando: basta tan sólo abrir el pico. Los cheques bebe, la ayudas para alquiler y otras medidas populistas de similar hechura tan sólo buscan adormecer aún más al ciudadano y, en definitiva, comprarle, ocurriendo algo muy similar al individuo que consciente de no poseer encanto de seducción alguno opta por hacer lo fácil: acudir a un prostíbulo y pagar lo que no puede conseguir por otra vía más meritoria.
Ante un panorama de tal envergadura el ciudadano decente, ese que considera que el Estado debe de posibilitar mejores servicios públicos para justificar su voracidad fiscal y no optar por las prebendas, o el que observa que las políticas públicas más carismáticas se llevan a cabo sólamente unos meses antes de las elecciones, o bien percibe que las campañas electorales no son más que la puesta en escena del circo montado en torno a los partidos políticos y sus líderes y demás adláteres. Además, el ciudadano de a pie comprueba que cada vez está más indefenso ante los grandes números con los que se entretiene el político medio sin saber ni tan siquiera a qué se refiere. Indefenso ante las grandes multinacionales, los bancos, la misma voracidad fiscal que antes citaba, la cada vez más delgada línea de los derechos fundamentales, el privilegio de una monarquía absurda para estos tiempos que aspiran a regirse por la razón y el derecho. Todo un panorama nada adecuado para acercarse sin onerisidad alguna a las urnas. Y ante tamaño panorama el ciudadano crítico tan sólo tiene dos opciones: o ir al colegio electoral con una pinza en la nariz y enfundadas sus manos en unos gruesos guantes o ir libremente a votar y hacerlo en blanco, si bien ninguna de estas dos acciones me parecen atinadas, si bien son las pocas vías de escape ante el paupérrimo nivel político que se vive actualmente caracterizado cada vez más por vergonzantes privilegios de una clase política que sólo parece mostrar interés en bajar del coche oficial cuando es necesario pedir el voto.