martes, 20 de mayo de 2008

EL MAPOMA SEGÚN ANTONIO

EL COMIENZO

Tras una semana de nervios y de lento transcurrir del tiempo, entre proteínas e hidratos, llegó, al fin, el viernes por la noche. Con todo preparado para la aventura, y antes de irme a la cama, me relajé viendo Carros de fuego. Imaginaros, me veía a mí mismo integrando el grupo de corredores e identificándome, secretamente, con alguno de ellos, de tal guisa que cuando terminé de ver la película pensaba, que me pongan el maratón ahora mismo que lo corro, qué se ha creído el muy hideputa. Con estas ensoñaciones me fui a la cama, sabiendo que me esperaba una larga noche por delante. Y así fue, a pesar de descansar, los nervios, esos compañeros de toda mi vida, me hacían que cada hora y diecisiete minutos, caprichos del reloj biológico, levantase la cabeza en busca de los números rojos de mi despertador deseando, al contrario que la canción, que ese maldito reloj marcase las horas.

EL VIAJE

Por fin sonó, quiero recordar que era una canción animada y que auguraba una gran aventura, pero siendo sincero sonó un bip infernal. Con un salto salí de la cama y movilicé a Ana de una forma tiránica, pero en mi ímpetu no había tiempo para arrumacos y carantoñas. Me eché algo al coleto y enseguida estaba sacando el coche del garaje, encontrándome a las siete de la mañana esperando a que llegasen todos. Tras un pequeño desliz de Daniel, que no voy a repetir, nos encontramos los tres corredores y mi sufrida mujer en camino a Madrid. El viaje fue realmente agradable, hablando de muchos temas siempre entre risas, pero durante los silencios me abordaban las dudas, ¿estaré realmente preparado?, ¿pincharé?, ¿será el ritmo el adecuado? Y mil cosas más que me atormentaban, por todo ello me di cuenta de lo positivo de compartir la experiencia con tan buena compañía. En estas llegamos a Madrid y, gracias a la buena orientación de Daniel, ahorramos con creces el tiempo perdido por su sueño. Si no lo digo reviento.


LA PREVIA

Allí estábamos, en la casa de campo, los tres compañeros de carrera, y Ana de rebote, dispuestos a dejarnos engullir por los prolegómenos del MAPOMA, y no nos defraudaron, la primera en la frente, veinte minutos de cola, los cuales, sumados a mi impaciencia, sólo servían para imaginar los tesoros y misterios para el corredor que encerraba aquel pabellón. Siendo sincero lo que allí se encerraba me decepcionó un poco, a pesar de montarme en una máquina infernal que me sacudió como un potro de tortura. Fue en la casa de campo cuando comenzamos a darnos cuenta de la dureza del MAPOMA, pues algunas de sus cuestas pasaban por allí y pudimos verlas, pero nos sentíamos fuertes todavía y las proclamas de Daniel aún sonaban en mis oídos y en los de Víctor, a mi señal ira y fuego. Así, después de pasar por la feria del corredor y empezar a ver las cuestas que nos machacarían al día siguiente nos fuimos al centro de Madrid, y allí en el hotel fui quemando las horas hasta la cena, entre un rato de descanso, estiramientos, preparar la ropa del día siguiente y una ducha (además de innumerables visitas al servicio para soltar lastre, nervios, y preocupaciones). Para cenar nos fuimos a Sol y desde allí, nuevamente gracias a Daniel, a un estupendo buffet de pasta a rellenar los depósitos de hidratos. Al salir de cenar fuimos dando un paseo, aprovechando que zonas del recorrido estaban por allí cerca. Al recorrerlas tuve la impresión de que Madrid, ciudad que conozco bien, y quizás debido a las obras de Gallardón, había sufrido un proceso de compresión que había provocado la aparición de nuevas cuestas por toda la ciudad y, preocupantemente, todas hacia arriba. Creo que la misma impresión cruzaba la cabeza de Daniel y especialmente la de Víctor, curiosamente lo de intentar bajar de 3 horas ya ni se planteaba. En estas cavilaciones llegué al hotel y me preparé para pasar otra noche toledana.

EL DÍA D


Llegó el día, me levanté cansado, con ganas de seguir durmiendo pero con una alegría enorme, como la del niño que sabe que tras la puerta del salón están sus regalos de Reyes, en mi caso tras la meta estaba el regalo, aquel que llevaba esperando cuatro meses de duro entrenamiento y algunos años en los que la idea de hacer un maratón rondaba mi cabeza como un sueño íntimo, que no me atrevía a compartir con nadie. Sabía que cuando llegase la noche sería maratoniano, y que al fin pertenecería al club de Filípides, también había espacio para el desasosiego y la duda, preguntándome si podría hacerlo, pero sabía que lo iba a poner todo y en caso de flaqueza estaba dispuesto a vender caro el pellejo. Con estas ideas en mi cabeza nos plantamos en la salida, temprano, viendo corredores deambular por las calles buscando una cafetería. Un café, una nueva visita al servicio, la séptima en veinticuatro horas y llegamos a Colón, donde junto con mis compañeros de aventura comenzamos el ritual de preparación para la carrera. De la plaza del descubridor nos desplazamos a la meta y empezamos a darnos cuenta de dónde estábamos, la BRIPAC cayendo del cielo, la gente, muchísima gente, con zapatillas y dorsal dirigiéndose como una riada al punto de salida. En la cola, faltando aún veinte minutos para la salida hablábamos de muchas cosas que no recuerdo, pues creo que era sólo una manera de estar distraído. Sólo recuerdo dos cosas, pedirle vaselina a una señora para untarme los pezones, momento en el que mi di cuenta que no era corredora y a lo mejor podía malinterpretar mi petición, y una extraña sensación en mi vejiga, la cual achacaba a los nervios. En estas sonó el disparo y con ella empezaba la carrera, tras tanta espera llegaba la hora de la verdad, la hora H.


El MARATÓN

Casi andando cruzamos la alfombrilla de salida, más de un minuto después de la cabeza de la carrera. Intentando no perder a mis compañeros daba las primeras zancadas de las miles que sabía que todavía me quedaban por delante. Intentaba, en esos primeros kilómetros, hacer un examen general de la situación, hacía algo de calor, pero las vistas de Madrid conquistada por corredores hacía olvidar los inconvenientes. En cuanto a mi estado, me encontraba muy animado, pero me daba cuenta que sentía las piernas muy pesadas por la ingesta de carbohidratos, y lo que yo achacaba a los nervios no era tal cosa, ¡me estaba meando! En los primeros kilómetros Daniel con una fortaleza impresionante se separó de nosotros y nos quedamos, Víctor y yo, intentando coger nuestro ritmo, entorpecido por la marabunta de iguales. Fue en estas cuando tras divisar el globo de 3:30, y casi darle alcance, tuve que parar para miccionar, en un seto, con un montón de corredores, me alivié y proseguí mi marcha esperando poder encontrar de nuevo a Víctor, cosa que fue sencilla pues él también había parado. No nos preocupó en exceso la pérdida de unos segundos pues sabíamos que había tiempo y distancia para recuperar lo perdido. Los kilómetros seguían pasando y no sólo habíamos cogido el ritmo, sino que incluso íbamos por debajo de lo proyectado y con unas sensaciones buenísimas. Pese al calor, las sombras hacían que la temperatura fuese agradable, lo que comenzaba a quedarnos claro es que no había muchos llanos, o bien hacía arriba o hacía abajo, el maratón comenzaba a mostrar su perfil. En mi cabeza aparecía la altimetría de la prueba sabiendo que lo duro comenzaba a partir del 36, en el mejor momento. Sin duda es, desde el kilómetro 5 hasta la media maratón, la parte que te hace querer esta prueba, sigues disfrutando, vas a un ritmo asequible, las endorfinas me daban estupendas sensaciones, e iba con mi compañero de maratón, perfectamente sincronizados en la marcha, casi me recordaba un desfile, devorando kilómetros a muy buen ritmo y atravesando lugares míticos. Recuerdo haber escuchado la banda sonora de Carros de fuego y sentirme emocionado, sabiendo que en ese momento no hubiese querido estar en ningún otro lugar del mundo ni haciendo ninguna otra cosa, mientras que inconscientemente apretaba el paso. Así vimos, o nos vieron pasar Gran Vía, Sol, Ferraz y el Palacio Real. Sobre el kilómetro 18 me di cuenta de que mi vejiga me haría parar de nuevo, maldiciendo en arameo por el exceso de hidratación, mis ojos comenzaban a buscar el mejor emplazamiento para una rápida parada estratégica, que si entre dos coches, que si junto a un árbol. Al final fue un árbol, en un coqueto parquecito, el que recibió mis fluidos. Apretando la vejiga ante un chorro que se negaba a cortarse, terminé apresuradamente y salí en pos de Víctor, al que en mi ofuscación adelanté y si no llega a ser porque él me avisó no hubiese visto. Recuperamos el ritmo y nos dirigimos hacia la media maratón, la cual pasamos entre risas.


Ahora comenzaba la segunda mitad de la carrera, el viaje hacia lo desconocido, pese a haber sufrido un momento malo en el kilómetro 20, cuando iba tras las elegantes zancadas de Víctor, al pensar que me quedaba más del doble, afrontaba, ahora, ya con mi compañero, esta segunda parte con fuerza y ganas. Cruzando las cicatrices de la M-30 y entramos en la Casa de Campo. Un nuevo paraje nos acogía, atrás quedaba la ciudad con sus amplias avenidas y edificios, encontrándonos ahora, dos verdes, envueltos por el verde. Fue aquí cuando empecé a notar que Víctor comenzaba a bajar el ritmo, me costaba trabajo creérmelo, Víctor el indomable aflojando. Traté de averiguar qué le pasaba y vi que su mirada había cambiado, faltaba la seguridad que antes había mostrado, intenté tirar de él y animarle, pero creo que más bien conseguí lo contrario. Marcamos un par de miles casi a cinco, yo apretaba pero veía como no me seguía, él me decía que tirara yo, pero me negaba a hacerlo, quería que hiciésemos juntos la carrera. Al fin, en el 25, decidí tirar ante su insistencia, apreté el paso y me alejé con un nudo en el estómago, habíamos entrenado mucho y muy duro juntos, y hablado, en más de una ocasión, de hacer lo posible por terminar apoyándonos hasta el final. Me dolía separarme de él, pero sabía que nuestros caminos, aunque idénticos, debían separarse y que a estas alturas del negocio cada uno debía enfrentarse solo a sus propios demonios. Así, me despedí de mi amigo y salí dispuesto a enfrentarme al hombre del mazo y saltar, si era posible, el muro del maratón.

Fue a partir de ese momento donde empezó la carrera, apreté los dientes y con ello el ritmo y comencé a adelantar a muchos corredores. Me sentía bien, fuerte pero sobre todo con muchas ganas, sólo pensaba en que tenía que terminar, seguir la cadencia rítmica de mis zancadas y confiar en llegar al final. En estas llegaron las primeras cuestas duras, las sorteé bien, y me dirigí cruzando nuevamente el manzanares hacia la ciudad, que se presentaba imponente en lo alto de lo que parecía una montaña coronada por el Palacio Real. Los kilómetros seguían pasando y cobrándose su peaje en mi cuerpo, pero el clamor y el ánimo que el pueblo de Madrid nos daba hacía mucho más llevadero la pesada carga de los kilómetros. Pasó el 30, el 35, y con ellos la sensación de adelantar a mucha gente, pero el sufrimiento comenzaba a hacer su presencia. Si antes dije que los primeros kilómetros te hacen querer al maratón, esta nueva fase te hace amarlo, se apodera de tu alma, es sólo la voluntad, el triunfo de la voluntad sobre el cuerpo y la adversidad lo que te hace seguir corriendo. Es en esos momentos donde pensaba que no me iba a rendir, había corrido y sufrido mucho para llegar hasta aquí y tenía claro que no pensaba cejar en mi empeño. Era el deseo de terminar, y por qué no decirlo, los cojones, los que impulsaban mi cuerpo hacia la meta. Pese a ello, en el kilómetro 38, en Atocha fue donde comenzó mi calvario. El cansancio me vino de golpe, la respiración no podía acompañar las exigencias de mi corazón y de mis músculos, todo ello comenzó a provocar una agonía en mi interior. Es difícil diferenciar los conceptos de sufrimiento y de agonía hasta que no has hecho un maratón, el sufrimiento es dolor, pero la agonía es la sensación de morirse por dentro. Con estas sensaciones llegué al kilómetro 40, a partir de aquí la angustia fue indescriptible, e incluso pensé en bajar conscientemente el ritmo, cosa que descarté inmediatamente sintiéndome mal, conmigo mismo, por haber pensado semejante idea. Aquí se viene a morir decía el capitán de Salvar al soldado Ryan. Parecía como si las imágenes de la película se aparecieran en aquel momento, corredores destrozados con una mueca de sufrimiento inenarrable en sus rostros, alguno en el suelo recibiendo maniobras de reanimación. Afortunadamente el cerebro, en esos momentos, recibe mucha menos cantidad de sangre y oxígeno de la que normalmente necesita y estas impresiones no hacen mella. Corrí aquel endiablado kilómetro, a pesar de todo, en 4.30 y tras cruzar el 41, la cuesta, que duraba ya cuatro kilómetros, dejó su paso a un llano que dejaba entrever la entrada al Retiro. Al verme tan cerca apreté el paso, sufriendo muchísimo pero enormemente emocionado, pues sabía que mi meta estaba cerca. Las lágrimas de emoción querían aflorar en mis ojos.

Como describir la entrada al Retiro, la gente animándote como si fueses un gladiador romano, la meta que casi podía verse y de repente escuché mi nombre y vi a Ana, Nuria y Javi animándome. Con las últimas fuerzas que tenía alcé los brazos, sonreí y con un cambio de velocidad, digno de una serie de 400, me dirigí hacia el fin. Crucé, ni sonrisa, ni brazos en alto, ni nada, me sentía vacío, vencido y solo, de tal forma que tuve que pararme, agacharme contra una valla y romper a llorar como un niño. En aquellos momentos todo se me vino encima, el sufrimiento por el que había pasado, los muchos kilómetros acumulados, días con viento, lluvia o frío en los que había salido a correr, a pesar de todo, pensando sólo en el maratón. Todo esto salía ahora de mi y también el recuerdo de mi amigo y compañero Juanjo, muerto unos meses atrás, cuyo sueño era hacer un maratón y por el que había pronunciado, mirando al cielo, un va por ti amigo, al comienzo de la prueba. Cuando comencé a andar, noté como las piernas se volvían de cristal, o llenas de fragmentos de éste, y como cada movimiento suponía un nuevo dolor. Intentando dar los pasos necesarios para salir de allí escuché de nuevo mi nombre y vi a Daniel con una sonrisa de orgullo en su cara, nos fundimos en un abrazo, le confesé que había llorado y él me dijo que también. Estuvimos hablando e hidratándonos un rato hasta que vimos llegar a Víctor, también llorando como una magdalena. Nos abrazamos los tres y sinceramente lo recuerdo como uno de los mejores momentos del maratón, aquel capaz de resumir la aventura en la que nos embarcamos al comienzo de esta narración.

Al final mi tiempo fue 3:14:37, con lo que había superado mi objetivo. El resto del día lo pasamos sobre nuestras maltrechas piernas, pero con una sensación de orgullo en mi interior que hacía merecer todo lo pasado. Pero a pesar de todo, salí con la sensación de no haber alcanzado mi límite, no creo poder haberlo hecho mejor, pero sí haber dado más.

Nos vemos en el Veleta.






32 comentarios:

Anónimo dijo...

Así lo viví y así lo he contado, espero que os guste. Muchas gracias José Antonio por prestarme tu espacio digital.

Un abrazo compañeros

José Antonio Flores Vera dijo...

Auguro que todos nuestros amigos disfrutarán de tu magnífica crónica,igual que he disfrutado yo amigo. Enhorabuena.

Mario dijo...

sin duda asi es la primera maraton que hemos hecho. He recordado, y asi fue, lo bueno que fue hacerlo un año antes en buena compañia, la de jose antonio, el resistirme a que se quedara cuando empezabamos el km 32 (no jose antonio?) porque quizas pensaba que despues me tocaba a mi, y asi fue, y que a partir del 38 fue lo mas duro, para mi el muro es el 38, la barrera de que te quedan veinte minutos, que curiosamente, y asi lo pienso, los quince o veinte minutos que una persona cualquiera puede correr sin estar preparado, y dudas en que puedas ni siquiera acabarlos andando.
Los gemelos está en el nuevo acceso de la alhambra, al lado de la salida de la subida por el barranco del abogado.
A este paso, saldrán de este blog un buen grupo de narradores.

Jesús Lens dijo...

Antonio, enhorabuena por esa vívida narración, desde el velado de las armas, como los soldados, a las referencias fílmicas. Tiene que ser tremendo lo de verte tan cerca y sentirte morir.

La verdad que cuando leemos estas crónicas, por un lado nos apetece afrontar el desafío, pero por otro da miedo.

Un abrazo a todos los maratonianos, de hecho... y de proyecto.

José Antonio Flores Vera dijo...

Sí, hubo un paralelismo en nuestra maratón de hace un año. Yo comencé a flojear en el 32 - no podía más - y te dije igual que digo Víctor a Antonio: sigue tú. A partir de ese punto nos perdimos de vista y pasaron muchas cosas, pero llegamos casi junto. No lloramos, pero aún recuerdo nustros rostros a mitad de camino del dolor y la satisfacción. Muy nitídamente recuerdo una frase, ya no sé si pronunciada por tí o por mí: nos sentamos o nos tiramos, jeje. Así presentíamos las piernas, tal y como comentan Victor y Antonio se les quedaron las suyas.
¿ Para cuando sería esa cita en Los Gemelos ? ¿ Irás a Huétor Tajar ?

Osk@r dijo...

SENSACIONAL !!! Que descripción! Ya me empezaban a saltar las lágrimas a mi! Enhorabuena. Ojalá algún día yo pueda describir esas sensaciones de correr un maratón!

un saludo

victor dijo...

Magnífico Antonio. Creo que nos separamos en el momento que debíamos hacerlo, a mi me flaqueaban las fuerzas y las tuyas estaban intactas, teníamos distinta visión de la carrera a esas alturas. De todas formas trabajaré más la capacidad de sufrimiento para llegar algo más lejos contigo en la próxima que corramos. Un abrazo.

Onio dijo...

Con narraciones como esta a uno le dan ganas de calzarse las zapas de inmediato y echarse a la calle a devorar km como un poseso.
Aunque aún veo lejos mi debut en un (¿o es una?) maratón es tanto lo que se debe vivir en esos 42 km que no veo el momento de plantarles cara.
Un saludo.

Mario dijo...

LO DE HUETOR ES UNA incognita, sabado tarde en corpus, no lo se, si encuentro hueco ire.
Los del llano pude ser el lunes??? asi empezamos la semana bien.

José Antonio Flores Vera dijo...

El lunes, para mi imposible. Si vamos a Huétor lo hablamos.

Mario dijo...

MARTES PUES???.
tengo ya el recorrido en mi cabeza y pasando casi a mis piernas

Jesús Lens dijo...

Si es el martes y tenéis piedad de mí, os acompaño. Hablamos de las 19 horas, no de las 7 horas, ¿verdad?

Abel dijo...

Enhorabuena Antonio por esa magnífica narración, que nos ha transportado hasta sentir y sufiri como lo hicísteis vosotros en Madrid. A mí más que animarme a correr alguna vez la distancia mítica, me da cada vez más respeto, pero nunca se sabe
Yo creo que iré el sábado a Huetor y si todo va bien tambien podría salir el martes tarde...lo hablamos. Saludos!!

Anónimo dijo...

Malaguita, muy pero que muy emotivo.
Antonio la frase "AQUI SE VIENE A MORIR", te viene como anillo al dedo, eres un fuera serie.
Recibe un fuerte abrazo de tu compae.

Pd. Me voy ahora mismo a hacer cuestas, me has revolucionao.

Anónimo dijo...

Hola!!!
Aviso para navegantas. Ellos sufrirán lo indecible, pero nosotras sin comerlo ni beberlo nos vemos arrastradas a la vorágine del Maratón, y en mi caso, nunca he cruzado una meta.
¡¡Un besico a todos!!

Anónimo dijo...

Antonio ya no leo mas vuestras cartas, me ponen en volandas sobre el asfalto de Madrid y me siento sudar aqui sentado en mi sillon como lo hicimos ese dia, es fenomenal encontrar gente como vosotros por el camino, ya que se hace mas llevadero y ameno, como le dije a Victor en su dia, fue un fin de semana demasiado completo y memorable para mi, por estar con vosotros, por conocernos un poco mas y por la azaña realizada por los tres y ya sabeis, A MI SEÑAL, IRA Y FUEGO. "NO HAY DOLOR"
UN FUERTE ABRAZO
Daniel.

Anónimo dijo...

Eso Ana, ya te lo dije, tu tienes el cielo ganado ya, no vas a tener que llamar ni a San Pedro para que te de las llaves.

Vacuit dijo...

V�vida cr�nica. Al leerla sent�a tus nervios, frustraci�n, sufrimiento y recompensa final. Felicidades para ti y para tu sacrificada pareja.

victor dijo...

Ana, Antonio llevaba una motivación extra contigo allí, no sabes como apretó cuando pasábamos por los puntos del recorrido en los que esperaba verte. Dile que parte de su hazaña es mérito tuyo. Un saludo

Anónimo dijo...

¡Guau, Antonio! Chapeau! Me ha encantado la emotividad de tu narración, lo visceral y realista de la misma (la referencia a tu frecuencia de evacuación es genial), las referencias fílmicas. Creo que es así como hay que afrontar una gesta de éstas: pensando, comparando, evocando, hundiéndose, resurgiendo... Siento una terrible disyuntiva: ¿correrlo o no correrlo? Me ha transmitido sufrimiento, coraje, valor... Definitivamente, hay que vivirlo alguna vez. Enhorabuena

Anónimo dijo...

eeehhh, Ana yo creo tambien en lo que comenta Victor, Antonio jugaba en casa y nosostros eramos visitantes, pero bueno el asfalto nos hizo sentir lo mismo a los tres. Asi que como se ha complicado por parte de mi empresa el poder realizar el de NY, os emplazo para ABRIL 2009 e ir al de Londres. ¿que os parece la idea? Estamos en contacto.

Anónimo dijo...

MAPOMA, qué recuerdos, ha pasado tanto tiempo... en fin. Escribo este comentario para darte la enhorabuena por el relato, aunque no te conozca. Pone los pelos de punta:

"Es difícil diferenciar los conceptos de sufrimiento y de agonía hasta que no has hecho un maratón, el sufrimiento es dolor, pero la agonía es la sensación de morirse por dentro". Lo has clavado.

Y enhorabuena también al propietario del blog. Yo soy uno de esos anónimos visitantes que os lee desde hace mucho (desde que empezaste en IDEAL) y que os conoce ya a los de Las Verdes de tanto seguiros por aquí. El blog no hace más que crecer. Sigue así.

Un saludo también para Jesús Lens, el único al que sí conozco.
Manolo Pedreira.

José Antonio Flores Vera dijo...

Ana, sinceramente, os conozco desde hace poco pero pareciera que Mati y yo os conociéramos desde siempre. Yo creo que tienes como pareja un buen tipo, del cual tengo una opinión elevada, excepto cuando nos machaca por esos caminos de Dios, jeje.

José Antonio Flores Vera dijo...

Saludos Manolo: Suelo leer tus artículos en Ideal. No nos conocemos, pero seguro que hemos compartido página de opinión en alguna ocasión. NO dejes de visitarnos. Y si corriste la prueba reina, nunca es tarde para intentarlo. Hazte Verde cuando quieras. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Que alguien arroje luz sobre la prueba de Huétor, por favor. Perfil, kms... lo que sea. Quiénes vais, qué haréis luego... Hora para ir...
SALUDOS

victor dijo...

Javi, la del Esparrago la recuerdo como una carrera muy penca, la he hecho 2 veces y las 2 mal, creo que por la hora y el clima (hasta el agua te la dan caliente!). Creo que este año al menos han retrasado la salida, así que será algo más fresca.

La salida es hacia abajo un par de km y luego empiezas a subir unos 4 ó 5 km una cuesta que por tramos es durilla. A partir del km 7 u 8 creo que era hacia abajo predominantemente pero ya no lo recuerdo bien. Yo no correré, prefiero ir poco a poco con la rodilla. Un saludo y suerte

Anónimo dijo...

Víctor, como siempre, el informador oficial de las carreras. Jeje, gracias. Haces bien en cuidarte esa rodilla. Paciencia. Pero eso sí, a ver si para la próxima semana estás (estamos todos) disponibles para esa tiradilla larga.
Saludos

Mario dijo...

tal como dice victor es la carrerade huetor, y calurosa tb, por lo menso el año pasado.
PAseo por el llano: mañana quizas no puede ir a huetor, asi que segun quedeis para el llano, yo podría el miercoles, luens y martes creo que no podrá ser, a partir de las 19.30 que no 7.30

Anónimo dijo...

El compae y José Manuel si vamos a Huertor, tengo buenos recuerdos de esa carrera , este año, intentaré llegar cuando aún este en pie el hinchable de la linea de meta.
UN ABRAZO BUENA GENTE.

Anónimo dijo...

Hola José Antonio, Gracias por echarle un vistazo a mis columnas de vez en cuando. Es verdad, igual hemos compartido página algún día. A mi me toca llenar el hueco los martes, en tu caso, como es una presencia más esporádica, la coincidencia depende del azar.
A lo que voy, que os leo a ti y a Jesús con mucha frecuencia aunque sea muy perezoso para dejar comentarios. Admiro vuestra constancia con el rollo este de los blogs, yo lo intenté una vez pero no encontraba cosas que contar. Será cosa de ponerse.
En cuanto a lo de Las Verdes, la cuestión no es hacerse verde cuando uno quiera... sino cuando pueda. Corrí la prueba reina sí... hace diez años. Después... una larga historia. Me lesioné justo después y desde entonces he corrido unas veinte veces en esos diez años. No está mal la media, dos veces al año, una en mayo y otra en octubre.
En fin, todo es ponerse.
Un saludo.

José Antonio Flores Vera dijo...

Es cuestión de ponerse Manolo. No creo que a ti te falten argumentos, en absoluto. A ver si tenemos ocasión de saludarnos alguna vez. Saludos.

Paco Montoro dijo...

Antonio, paisano bonito el gesto tuyo de dedicárselo a tu amigo, eso te honra mas sin duda.
Supiste sufrir y aguantaste estoicamente, como buen corredor de fondo que eres. Ese Veleta lo haré el próximo año (estoy preparando una entrada)y solo un consejo, ves bien entrenado, como en este MAPOMA que tan bien has terminado.
Enhorabuena y un abrazo