LA VIDA EN VERDE

Cuando el pasado domingo llegué a Málaga con Abel, Paco - y familia- y José Manuel, les comenté que no era el día con más predisposición para correr, convirtiéndose ese leve pensamiento en un augurio de lo que fue una de las carreras más desafortunada en cuanto a sensaciones. Sin embargo, acudir a una prueba lejos de tu domicilio se hace muy llevadero si lo haces con un grupo de amigos cuando, por lo general, siempre he acudido en solitario y las sensaciones buenas o malas no es posible compartirlas. Por tanto, acudir con gente con la entrenas y compartes afición, siempre se convierte en un acicate.





Acudir a una carrera supone una inmensa dicha, y casi desde las primeras pruebas he sentido el privilegio de compartir charla, kilómetros y cervezas con conocidos, muchos de ellos miembros del club al que pertenezco desde hace tres temporadas. Sin embargo, a excepción de puntuales ocasiones en las que he acudido con Jose, por lo general, he acudido solo. De ahí que coíncidir con un grupo, formado básicamente a través de este blog - obviando el hecho fundamental de que en el grupo se encuentre mi amigo Paco, íntimo desde la infancia y Mario al que conocía por ser del mismo pueblo-, se convierte en algo muy extraordinario. Si además ocurre que ese grupo posee una química común muy apreciable, miel sobre hojuelas. Y es cierto que es así, hasta el punto que en muy poco tiempo hemos compartido algo más que correr: hemos bebido, hemos comido, hemos conversado con confianza, hemos presentado a nuestras mutuas parejas, y todo ello en poco más de tres meses. Lazos que a veces cuesta que surgan con personas con las que llevamos años relacionándonos.





En una ocasión comentó Antonio: "¿ No habéis reparado que nos hemos visto apenas en un par de ocasiones ?". Y es cierto, ya que sorprende que en tan poco tiempo exista esa empatía tan sana que, me atrevo a sostener, va más allá del mero hecho de correr, si bien esa afición levita siempre en nuestros encuentros, aunque éstos no sean sólo para correr.

Pero recordemos como comenzó todo:

Como comentaba, Paco y yo hemos echado los dientes juntos como se suele decir. De hecho, hemos compartido infinidad de cosas, hasta el punto que correr para nosotros no era más que la prolongación de nuestras animadas charlas y ocurrencias. Correr se convertía en algo lúdico, y fue a raíz de esa forma de entender la vida lo que hizo que surgiera este grupo que ahora disfrutamos.




Resulta que incluso cuando corríamos menos, siempre hemos arañado tiempo para correr, particularmente, la mañana de Nochebuena, buscando encontrarnos con esas sensaciones ancestrales que unen la amistad, el deporte, los recuerdos y la filiación al terreno. El caso es que de una manera u otra, siempre nos hemos arreglado para correr esa mañana, siendo pocas las ocasiones en las que no lo hemos hecho. Así que, cuando en la mañana de la Nochebuena de 2006 volvimos a quedar para correr por la Vega, nos quedamos deslumbrados del paisaje que se iba abriendo a nuestro paso: toda una exhibición de niebla y hojas secas que iban adornando nuestro paso. Fueron doce o trece kilómetros casi mágicos, así que decidimos hacer partícipes en este blog a todo aquel que quisiera compartir con nosotros esas sensaciones vividas en la Nochebuena próxima.





Meses antes, Mario y yo habíamos compartido pruebas del Circuito y nos quedaban horas de entrenamiento y todo un MAPOMA; así que amante como es de la tierra que le ha visto nacer nos comunicó que en la próxima quedada contáramos con él.
Se aproximaba de nuevo la siguiente navidad y poco antes ofrecí a través de este blog la invitación abierta a quien quisiera disfrutar las excelencias de nuestra Vega, rutas que yo ensalzaba siempre en mis crónicas de entrenamientos. El primero que atendió a la llamada fue Abel, que acudió a nuestra cita en la Cruz de Granada el 9 de diciembre de 2007. Había leído el blog y ya solía hacerse notar brillantemente con sus afilados comentarios. Aquel día habíamos quedado Paco, Emilio, Abel y quien esto suscribe. Y la sintonía fue automática.
José Manuel, a quien ya conocía, se sumó al grupo a través de Paco, principalmente, con el que comparte profesión.
A los pocos días, Javi recordó a través de este blog una cara en la Media Maratón de Linares. Se trataba de la imagen de Mario, con el cuál había llegado a meta en la Media Maratón de Granada y así lo expresó a través de un mensaje. A las pocas semanas se sumó al grupo, siendo su primera salida a Caparacena, aún renqueante de la lesión que se provocó en una prueba en Adra, curiosamente el mismo día - el 16 de diciembre- que yo me lesioné en Los Palacios. Ambos "lloramos" virtualmente a través de este blog.
A la semana siguiente se sumó Víctor, a quien ya conocía por una amiga común y ya habíamos coincidido en alguna carrera. Es más, en alguna ocasión, comprobando que teníamos unos tiempos similares, había quedado en entrenar juntos. Pero no fue hasta mucho después cuando pudimos hacerlo ya formándose el grupo de Las Verdes.
El siguiente en incorporarse fue Antonio, que había captado este blog buscando información sobre un hecho luctuoso: la muerte de Juan José Flores Maza, compañero suyo de entrenamiento. Con Antonio quedamos el día de la mítica tirada de 25 kilómetros entre Granada y Pinos Puente. Desde los primeros minutos tuve la sensación de conocer a Antonio desde hacía años porque así de enorme es su cercanía.

EL MISTERIO DE LAS VERDES

Tenía costumbre en mis crónicas de entrenamientos acabar retratando los ratos de ocio que compartía con Emilio tras acabar él de jugar al fútbol y yo de correr. En estas descripciones siempre acababa escribiendo que nos habíamos tomado unas verdes, que normálmente eran tercios Heineken, en el Chino o Marino. Y esa costumbre siguió cuando acabábamos de entrenar con el grupo citado. De ahí que en mis crónicas acabará escribiendo "grupo de Las Verdes"; de ahí la equipación; de ahí el entorno social y nominativo del grupo, siendo así como es conocido por los lectores de este blog: " He corrido con el grupo de las Verdes"; " o ví a fulano del grupo de Las Verdes".



A Jesús Lens ya le conocía; o mejor dicho ya le leía en su blog Pateando el Mundo o sus artículos en Ideal. Y él ya me conocía a mí, a través de este blog -anteriormente en Ideal- o a través de mis artículos publicados en Ideal. De hecho, habían sido muchos los comentarios que nos habíamos ofrecido; de manera que desde ese conocimiento virtual al físico sólo hubo un escalón. Hoy día ya sólo le falta su indumentaria para ser un "verde" más, porque en todo lo demás ejerce de ello.

Un grupo bien avenido. Una gente excelente que comparte una afición, que luego se transforma en muchas. Un grupo de "buena gente", como suele acabar sus comentarios el Compae.