jueves, 28 de febrero de 2008

YAGO LAMELA: SALTANDO EN NUESTRA IMAGINACIÓN




Hace algunos años surgió un atleta de nombre Yago, apellidado Lamela. Resulta que, en ocasiones, aparece alguien en alguna de las disciplinas deportivas que engancha al gran público, a ese público que no está conectado con lo deportes minoritarios y sólo conoce vida y obra de los deportistas consagrados. Pero a ese público de pronto le es popular un nombre, alguien que ha llevado a cabo una hazaña de explicación incierta; ese gran público nada sabe de la disciplina a la que se dedica, ni los record logrados, ni las medallas colgadas, no obstante, le conoce, le ha visto en televisión, en platós de programas de entrevistas de “prime time”, firmando autógrafos, en definitiva, formando parte del imaginario colectivo. Y es eso lo que pasó con Yago Lamela.
Para colmo este tipo cultivaba
una disciplina que muchos ni tan siquiera tenían idea que pudiera existir por estas latitudes. Es cierto que veíamos a fornidos atletas americanos saltando sobre un foso lleno de arena de playa, a atletas cubanos o jamaicanos, a atletas de la antigua Europa del Este, pero a un español, de Asturias para ser más exacto, no era algo que tuviera demasiado acomodo en la retina de ningún ciudadano español de a pie.

Pero el caso es que observando a ese joven de mirada intrépida, cuidada melena y aspecto de estrella del pop más empalagoso, no podíamos imaginar en él al subcampeón del mundo y recordman de Europa en Pista Cubierta y Campeón europeo sub-23, entre otros muchos logros internacionales. El caso es que se convirtió en un personaje mediático y todos saltábamos con él en nuestra imaginación. Y así, entre salto y salto pasó a convertirse uno de los mejores saltadores de longitud del mundo y todos hablaban de él: las cadenas generalistas y sensacionalistas, medios deportivos y no deportivos. Es decir, se produjo ese raro rasgo sociológico que hace que se eleve a la categoría de asunto de interés general un asunto que, por lo general, está muy reservado a minorías muy minoritarias, que aquí sí vale la redundancia.

Contábamos en España con excelentes maratonianos, caso de Martín Fiz y Abel Antón , que habían subido a los cajones olímpicos y mundiales; además, contábamos con aguerridos atletas de medio fondo, que antes de la generalización de los atletas africanos habían dominado los mil quinientos metros europeo y estaban en la elite del mundial de la distancia, caso de José Luís González, Abascal, Cacho, Estévez y últimamente Casado e Higüero; incluso, actualmente, contamos con uno de los mejores marchadores del mundo, el accitano Francisco Peláez, “Paquillo”, por no hablar de varias heroínas que destrozan a sus rivales blancas en pistas europeas tales como Marta Domínguez y Mayte Martínez, pero saltadores de longitud nada de nada, hasta que apareció ese, hasta ese momento, desconocido, joven asturiano, de Avilés, no dotado de esas largas y musculadas piernas de los grandes campeones de salto de longitud que todos retenemos en nuestra retina como es el caso de Bob Beamon, Carl Lewis o Iván Pedroso.

Al poco tiempo desapareció de la escena por culpa de las lesiones. Como mucho pudo llegar a a la final de salto de longitud de las Olimpiadas de Atenas en 2004, lugar en el que hubo de saltar con el pie anestesiado, pero antes de de las Olimpiadas Lamela había pasado un calvario de lesiones. Y es en esos momentos en los que comenzamos a reparar en el personaje, en el deportista, en la persona, hasta el punto que el propio Yago se interroga en un año de especial soledad, en 2005, “ Pasar más de un año cojeando no es algo que a un atleta de elite le haga pensar en positivo”. En esa amarga reflexión del atleta, de la persona, se encierra muchos años de sufrimiento deportivo y personal provocado por toda una sucesión de lesiones que comenzaron en la Golden League, en Bruselas. Además cambia el ciclo y se trunca una trayectoria que en lo crematístico – por lo mediática, por lo deportiva – iba viento en popa; además el personaje contaba con ese halo especial que le hacía atractivo para el gran público, las televisiones, el espectáculo, si bien todo eso dependía de sus saltos. Y siguieron más lesiones: en la rodilla, rotura de ligamentos de tobillo, talón de Aquiles, rotura fibrilar. No obstante, con todo ese cuadro se fue a la Olimpiada de Sydney en el año 2.000, quedando eliminado –como era presumible- en la fase de clasificación. Pero no era fácil para él creerse la situación por la que estaba atravesando. De hecho, su estrella mediática se fue apagando poco a poco y ya no era llamado por programas deportivos o no; su melena no era ya popular en los platós. Y es en esos momentos cuando el deportista, la persona debe de resurgir de los lugares más profundos, así que decidió buscar la soledad de las pistas y el entrenamiento en Valencia al año siguiente, en 2001, consiguiendo en tan sólo dos meses de entrenamiento proclamarse subcampeón de Europa Indoor. Es cierto, que no era competición ni categoría para el gran Yago pero no olvidemos que está saliendo del foso en esos momentos, ese foso en el que tantas veces y con tanto éxito había aterrizado al lado de ídolos de infancia como el cubano Iván Pedroso con el que subió en el cajón de medallas en el Campeonato del Mundo en Pista Cubierta de 1999 en Maebashi.

Cuando el nivel de lesiones se demostró preocupante Yago cogió su petate y se fue a ver a uno de los mayores especialistas, el finés Sakari Orave. Venía de los infiernos, pero con un meritorio 11 puesto en Atenas, donde saltó infiltrado. No era cualquiera el que se iba a Finlandia a que le operara uno de los mejores especialistas, era un tipo que había sido subcampeón mundial en pista cubierta, campeón de Europa sub-23 e incluso mejor marca del año en 2003, por no mencionar la infinidad de récord nacionales que poseía, inalterables desde el mítico Antonio Corgos.
A la vuelta, un bu
en día cogió el teléfono y habló con su entrenador de siempre. Debió pensar que había que centrarse de nuevo en esos orígenes que tanta gloria le habían aportado.

Ha vuelto para machacarse en las pistas, a no darse un respiro, a intentar ser el Yago que nos deslumbró a todos. Muchos lo habrán olvidado, otros nos hemos acordado de él, pero él jamás se olvidó de saltar. Ahora mientras entrena para llegar a ser el que era, aprende a pilotar helicópteros. Volvió a las pistas el pasado mes de septiembre y según opina él mismo no estará a punto para Pekín, pero si consideremos la trayectoria del personaje, su fuerza interior, su capacidad de lucha, su sana ambición, cualquiera sabe.

ANTONIO JESÚS FLORENS

10 comentarios:

Jesús Lens dijo...

Querido Alter Ego, una entrada de altura, relacionando al atleta con la presión mediática y la vuelta al trabajo más duro y sacrificado. Enhorabuena por un texto que sigue haciendo crecer este fascinante Proyecto Florens.

Abel dijo...

Sin lugar a dudas, me he sentido transportado al alma atormentada, que debe generarse en un atleta que disfrutando de las mieles del paraiso mediático y deportivo, cae de repente en el infierno más absoluto, fruto de las lesiones.
Que dificil tiene que ser superar esos miedos y seguro que esa incertidumbre, para retomar la senda del trabajo oscuro y agotador, en sesiones inerminables sobre el tartám y el gimnasio.
Mi más sincera enhorabuena por esta soberbia entrada al proyecto Florens, que nos sigue regalando el "alma" de los atletas, en sus facetas más humanas y desconocidas, pero más cercanas a las gentes de a pié.
Saludos!!

victor dijo...

si algo he admirado siempre de los atletas es la capacidad de sacrificio, la fe en sus posibilidades para superar retos, esa fortaleza mental, todo el trabajo individual que tienen que hacer... y este Yago lo tiene todo, seguro que seguira dando que hablar. Buena entrada Florens, no os canseis.

victor dijo...

Abel, me parece que donde estamos quedando no es donde tu dices, es en el puente arriba del Paseo de los Basilios, donde esta el Monolito...

José Antonio Flores Vera dijo...

Querido Álter: el Proyecto Alter sigue avanzando. Como bien dices tu, lento pero sin pausas. Hay depositadas muchas esperanzas en ese proyecto. A ver si un día lo vemos oliendo a tienta, eso sería estupendo.

Abel: Has captado a la perfección la filosofía de nuestro proyecto y de esta entrada. Es todo eso lo que Florens quiere plasmar. No nos interesa sólo la hazaña, la medalla, el triunfo, sino ese punto de inflexión, ese cambio de ciclo, esa persona, que también deportista, que un buen día se ha empalagado de gloria y ahora ha de salir del foso -que en este caso es metáfora y realidad-.

Victor: No nos cansaremos, siempre que tengamos vuestro aliento.

Y en otro orden de cosas, para la quedada de mañana, pondré una escuea nota, pero va más en la linea a que se refiere Victor. el pequeño monolito que está justo en el comienzo del camino de La bicha, en Puente Verde. Es decir, cuando se acaba la parte asfaltada y comienza el camino de tierra ¿me explico?. Por cierto ¿podría ser antes de las 17,30, sobre las 17, + o -

Paco Montoro dijo...

Muy buena entrada y acertada respecto a este gran atleta que tantas alegría nos dio. Este me recuerda a Fabian Roncero, castigado por las lesiones les han sido imposible tener una trayectoria mas brillante de las que tienen. Acertado amigo Florens, un saludo

Abel dijo...

Creo que estoy bastante espeso, pero logro situar ese monolito que decís. En cualquier caso, es por donde hicimos la tirada de 31 ¿no?
Yo mañana trabajo en Málaga, pero creo que para las 17 tambien podría estar aquí.
Saludos!!

Anónimo dijo...

Éste resurge de sus cenizas, seguro. Es impresionante lo que sufren los atletas, una lesión para ellos no es lo mismo que para cualquier otro deportista de élite mediática. Éstos sufren en silencio, luchan contra el capricho de sus cuerpos, contra sus cronos, lejos de las cámaras, como uno más, como nosotros, anónimos. Por ello el mérito y el reconocimiento han de ser doble.
Una muy buena entrada, Florens! Por otro lado, mañana ahí estaré si es donde creo que es. Saludos

José Antonio Flores Vera dijo...

Lo has captado muy bien Javi, ya que una de las cosas que me parecieron sorprendentes es el anónimato que cubre tanto a la élite como a nosotros cuando nos lesionamos. Espero que no te pierdas (si te pierdes me llamas, pero antes de las cinco porque después ya no llevaré el teléfono), allí estáremos a las 17,15.

Anónimo dijo...

Por cierto muy buena la entrada de Yago Lamela, si para nosostros las lesiones son un infierno, qué no será para uno de estos atletas.